El ojo del viento

Filed under: Creatividad - Tercer ejercicio — Quioreng at 5:13 pm on domingo, enero 31, 2010

Lo había conseguido. Tenía que llegar de inmediato a la calle azahar, antes de que se dieran cuenta. Corría sin descanso.? Si seguía a ese ritmo? llegaría en? pocos minutos. Mierda, ya están aquí.? Vi? a uno de los hombres de Zago? que venía hacía mi. Giré la? primera? calle y? en la segundo cruce me encontré con el zoco.? Decidí cruzar por el mercado, me sería fácil hacerme invisible,? estaba atestado de gente. Se mezclaba el olor a sudor, con otros de especias, te, y el de comidas rápidas, típicas de la región que ofertaban varios tenderetes improvisados, ignorando toda higiene, y que se extendían a lo largo de toda el recorrido.

No era la mejor elección para llegar lo más rápido al otro lado de la ciudad, pero si la única que me daba alguna posibilidad de alcanzarlo viva. No quería mirar atrás. Jadeando del esfuerzo, avanzaba todo lo ? deprisa que me permitía el ir y venir de la gente.? Si conseguían alcanzarme era una mujer muerta, o algo mucho peor.

Giré un momento la cabeza y pude ver que aún me seguían. Apreté el ritmo, atropellando a mi paso todo el que se ponía por delante, apenas me quedaban 15 metros para salir del barullo, y por fin podía ver el coche donde me estaba esperando mi contacto. Mis perseguidores ganaban terreno. Tenía que? llegar, tenía que llegar, pensaba. Pero arrollé a una anciana y se acortó la distancia que me separaba de la fatalidad. Estaba perdida. Alguien me agarro del tobillo. No entendía nada. Forcejeé intentando desasirme y miré hacia el suelo, pero no sabía de donde venía la mano. Entonces me empujaron, dejé de notar tierra bajo mis pies, y caí hacia abajo. Me di un buen golpe, dolió mucho pero no tenía nada roto. Me encontraba en una galería donde todo estaba muy oscuro, pero no había nadie.?

? Estaba demasiado alto para salir por donde había llegado, y podía distinguir algo que parecían unas antorchas un poco más adelante? así que decidí avanzar hacia la luz. Según me acercaba a las antorchas empecé a escuchar una música. Era envolvente, muy alegre me recordaba a una colección de cuentos de lugares exóticos que me leía mi abuela para dormir. Me sentía irremediablemente atraída por la música. Tenía que? descubrir de donde procedía. Ni siquiera me paré a pensar en que pudiera pasarme algo. Me olvidé de que me perseguían. Ni siquiera pensaba en quién me había empujado y que podía ser una trampa. Sólo seguía avanzando a través de las galerías hacía ese sonido tan especial.

? Por fin después de un recodo había una sala de donde venía la música. Nadie notó mi presencia cuando entré en ella. Hombres, mujeres y niños hacían círculo en torno a una mujer bellísima que bailaba al son de la música. La bailarina movía su cuerpo como si hubiera perdido el esqueleto, giros y contornos imposibles para que sonaran los adornos que colgaban de las costuras de su falda. Se acerca y se alejaba mirando fijamente, haciendo el círculo humano que rodeaba su espectáculo. Con esos ónices, profundos, pintados al estilo egipcio que parecían prometer una vida de sueños, de pasiones y? maldiciones. Una vida de aventura continúa. Libre.?

Pero se le escapó un deseo de? sus ojos cuando paró un poco más de un instante delante de un espectador. Y se convirtió en una vida de cuentos exóticos. De aquellos con princesas que se enamoraban de forasteros de países lejanos, que me leía mi abuela cuando yo era pequeña.? Disfruté muchísimo aquella noche en esa sala al final de las galerías, me sentí como en uno de esos cuentos. Fui la bailarina y el espectador en mis sueños. Recordé? sus vidas por un momento, mágico, y fue como si las hubiera vivido. Después de ese espectáculo hubo otros muchos. Magos, malabaristas, cuentistas y se dio una gran fiesta, con bailes, comida y bebida para todos.

Nunca supe quien me empujó a las galerías, ni que se celebraba, ni siquiera como al día siguiente amanecí? tumbado en un parque, pero así fue como salvé la vida y recuperé el diamante de la tribu del tatarabuelo. La joya con la talla más precisa y más perfecta del universo, la más hermosa que jamás se ha visto.

El ojo del viento.

Embrujo

Filed under: Creatividad - Tercer ejercicio — Alicia at 4:33 pm on domingo, enero 31, 2010

?

?

? Embrujo

La música es el puente

entre nuestros sentidos

y el espíritu.

Ludwig van Beethoven

Nunca nada más cierto. Nunca algo más acorde a mis vivencias, a partir de esta noche que presiento especial.

Sentado a la barra, con el hielo tintineando en mi vaso tembloroso,? ? dejando a los decibeles meterse avasallante y tenazmente hasta impregnar mis neuronas, enfoco mi mirada abarcando el lugar.

Está oscuro. Tanto que me cuesta acomodar mi astigmatismo; al fin lo logro.

Te veo opacada entre las luces y el humo, entre las figuras que se desplazan al unísono como impulsadas por quién sabe que conjuro.

Los aplausos y las voces se diluyen ? frente a esta vorágine que me conduce inevitablemente a ti. Te miro desde lejos y me siento atraer hacia ese torbellino de color y de magia que te envuelve y sin embargo, no me muevo.

Tus brazos imitan los rayos de un sol en movimiento y ondulas rítmicamente el cuerpo, mientras tu sonrisa se transforma en una carcajada sonora, atrapándome.

El resto de las sombras te cubren y te sueltan, te alcanzan y te liberan y logro descubrir en un instante tu mirada en mis ojos. Se aceleran mis latidos hasta casi asfixiarme y capturo los sonidos dejándome llevar…

Inicio un movimiento tambaleante y me lanzo. Una nebulosa plateada me engulle y me arrastra entre el calor y tu risa que presiento más cercana.

El batir de palmas crece en cada acento y mezclado con el vodka tu aliento me insufla un soplo de pasión. Percibo un sabor dulzón entre los labios y me muerdo para comprobar que estoy despierto. Lo confirmo.

Las notas se entrelazan en cada uno de mis dedos mientras los violetas y los fucsias, los naranjas y los magentas, los verdes y ? los añiles incrementan mi ansiedad.

Cruzo este puente tan real que me convida y me contiene y te hago más cercana. La música me aísla y me posee.

El roce de tu cuerpo me colma por entero. Mi espíritu se eleva y en este sortilegio, en tus brazos me convierto en una sombra más.

“De viajes y viajeros”

Filed under: Creatividad - Tercer ejercicio — Corina Harry at 3:22 am on domingo, enero 31, 2010

“¡Cabello demasiado largo para ser varón!”, diría mi abuela, siempre tan apegada a los mandatos ancestrales. Aro en la oreja derecha. Las? manos en la cintura. Hartazgo en la mirada. Demasiado calor para ser primavera. Sandalias tipo franciscanas. La manga de su camisa blanca de hilo, absorbe el sudor que brota de su frente. Demasiada humedad para la montaña. Anteojos color caramelo porque filtran el sol sin oscurecerte las cosas. Es posible. No me preocupa. Me preocupa que siga pasando el tiempo y nada se haya decidido. ¿Quién decide? Nadie lo dijo. Sigo esperando. La mano derecha se eleva, su mirada se encuentra con el pesado reloj pulsera que la manga de la holgada camisa blanca de hilo escondía. “¡Cabello demasiado ondulado para llevarlo largo!”? Tampoco me preocupa. Me sigue preocupando que siga pasando el tiempo y no se haya decidido nada. Todavía no se dijo quien decide y sigo esperando. El agua mineral de la botella de plástico ya está caliente. Es un asco. No se puede tomar. No hay otra cosa. No es mi culpa. Yo no tengo nada que ver. “¡Demasiadas canas para un cabello ondulado!” ? Las canas no tienen nada que ver con el pelo. Tienen que ver con la edad. El agua caliente no me hidrata. Paciencia. El pavimento está tan caliente que si se mira fijo, da la sensación de que se mueve. Si se mira hacia lo lejos, parece que estuviera mojado, y si miras más allá, ya no hay pavimento. Se termina el camino. No me había dado cuenta. A lo mejor no se termina. A lo mejor hay una curva o una cuesta hacia abajo y por eso no se ve el camino. Debe ser eso. No se ve porque es una cuesta. Cuando lleguemos allá, seguro que se ve la cuesta… o un precipicio. Si a lo lejos hay montañas, no puede haber un ? precipicio. El precipicio no existe. Casi seguro que se trata de una pequeña cuesta abajo seguida de una cuesta arriba, que lleva a las montañas de allá a lo lejos. El antebrazo de la manga de la holgada camisa blanca de hilo, está empapada del sudor y de la grasa que brota junto al sudor de su frente. “¡Demasiado varonil para llevar el pelo atado”!? Una nube blanca, tapa por unos instantes el sol que recalienta el pavimento y el motor del micro. “¡Gracias nube! ¡Quédate ahí, por favor, nube! ¡No te muevas! ¡No te vayas!” ? Somos catorce arriba del micro. Catorce. Los conté dos veces seguidas. Al rato los volví a contar. Tengo hambre. Tengo sed. Tengo sueño. Anoche no dormí muy bien. No fue gracioso que me hicieran beber tanto. No tengo la costumbre de beber. Mi hígado no se hizo para soportar tanto alcohol. Al otro día me levanto de mal humor, con aliento a muerte y con los ojos hinchados. Hoy me levanté de mal humor. Tengo hambre. Tengo sed. Tengo sueño. Es difícil, al menos para mí, dormir en una cama que no es la mía. Es difícil, al menos para mí, dormir si tengo hambre y sed. Tengo hambre, tengo sed y tengo sueño. Lo único que puedo hacer es dormir. El agua de la botella de plástico está caliente y comida no hay. Del otro lado de la montaña nos esperan con el almuerzo. Entonces no puede ser precipicio. Nadie lo dice, pero seguramente se trata de una cuesta que baja y después sube. Porque si fuera un precipicio el micro no hubiera venido por este camino. A lo mejor se equivocó de cartel y tomó el camino errado. Porque no se ve que pase ningún auto, ningún micro, nadie de a caballo o en bicicleta o caminando. A la manga de la camisa blanca de hilo, empapada de sudor y grasa que emana de la frente, se le suma el polvo de la tierra que se empezó a levantar por culpa del viento que, no solo se llevó la nube blanca, sino que trajo nubes grises y llenó de tierra los ojos de todos los que los tenían abiertos. Y a quienes los tenían cerrados, les llenó la nariz? y la boca. El hombre que roncaba en el fondo del micro se despertó cuando sintió la aspereza de la tierra seca en su igualmente seca garganta. Cierro la ventanilla. El viento hace tambalear el micro con las catorce personas dentro. Me preocupa que siga pasando el tiempo y nada se haya decidido aún. ¿Quién decide? Nadie lo dijo. Sigo esperando. ¿Cuánto más hay que esperar? Las gotas de lluvia son un alivio. Abro la ventanilla. La vuelvo a cerrar. No es agua, parece barro. No cae granizo y sin embargo el chasis del micro se abolla al recibir el impacto de cada gotón que se precipita sobre nosotros. El hombre de la garganta seca baja del micro desoyendo las órdenes del de? “el cabello demasiado largo para ser varón”. Y pese a que lo esperamos durante bastante rato, no volvió al micro. Una mujer que amamantaba a su hijo recién nacido, le dio de mamar también a su otro pequeño, que si bien había dejado el pecho hacía más de un año, no dejaba de llorar por la sed que sentía. El parabrisas se cubrió de lodo. Las ventanillas chorreaban lodo por fuera y sudor de encierro por dentro. Un hombre de mediana edad sugirió que cuando parase la tormenta de lodo todos los varones deberían orinar el parabrisas porque si no, no se iba a ver nada y el chofer no iba a poder manejar. De acá solo nos sacan con una grúa. Con que vea el de la grúa, alcanza y sobra. El micro comenzó a moverse en reversa. Giró sobre sus cuatro ruedas mientras avanzaba por donde habíamos venido, o al menos eso es lo que parecía. Nunca se supo cuantas veces el micro giró sobre sí mismo. Se perdió la cuenta y la calma. Los inútiles y consabidos gritos de siempre, no alcanzaban a mitigar el miedo provocado por estar dentro de una caja de metal con cuatro ruedas, sin saber hacia donde nos estábamos dirigiendo. El hombre de la garganta seca probablemente estaría a unos cuantos kilómetros de nosotros. ¿Seguiría vivo o se lo habría literalmente, tragado la tierra? Me seguía preocupando que siguiera pasando el tiempo y nadie decidiera nada. La espera estática se convirtió en una espera de movimiento vertiginoso y descontrolado. ¿Alguien va a tomar una decisión? Nadie lo dijo. Sigo esperando. Sigue en pie la propuesta de orinar el parabrisas. Pero ¿Cuándo? Cuando el micro se detenga. Se podría intentar hacerlo antes; buscar la manera. Al menos se vería qué estaba sucediendo afuera. Mejor no ver. Ya nos vamos a enterar. Orinas ahora y al segundo, al parabrisas lo vuelve? tapar el lodo. Es un desperdicio. Que a nadie se le ocurra abrir las ventanillas. Seguimos girando. El barro no cesa de caer. Las luces internas del micro no funcionan desde que se apagó el motor por vaya a saber Dios, qué avería se produjo por recalentamiento. El micro se detiene. Contrariamente a lo que se podría creer, en lugar de tranquilidad, se generó una inquietud aún más profunda. De esas que desafían el carácter, la templanza y la coherencia. No se sabe donde estamos, ni qué es lo que sucede. Alguien propone abrir la puerta. Otro se lo prohíbe. No se sabe lo que? hay afuera. ¿Quién debería tomar una decisión? ¿El chofer? ¿Algún pasajero experto? Experto ¿en qué? ¿Quién puede ser experto en micros naufragando en medio del lodo? Sigo esperando. El tiempo ¿sigue pasando o se ha detenido? Nadie lo dice. Tampoco se miran los relojes pulsera. Nadie tiene celular. Se nos ? dijo que no lo lleváramos, porque donde se iba no había señal. ¿Nos seguirán esperando con el almuerzo detrás de aquellas montañas? ¿Existirán todavía las montañas? ¿O será ese lodo que en forma de lluvia despiadada estuvo cayendo sobre el micro todo este tiempo? Alguien se suma al pedido de abrir la puerta. Alguien se suma a la prohibición de abrirla. El chofer dice que no sabe que es lo que se debe hacer en estos casos. Nunca le dijeron. Sigo esperando que alguien tome una decisión. ¿Cuál? No se. ¿Quién? Tampoco. Tengo hambre. Tengo sed. Tengo sueño. El agua de la botella de plástico está caliente y comida no hay. Estamos demasiado lejos de la montaña detrás de la cual nos esperaban con comida. Usted sepa disculpar las molestias de haberlo traído hasta aquí, pero hasta que alguien no tome una decisión, voy a dormir un rato.

EL DJEMBÉ

Filed under: Creatividad - Tercer ejercicio — NADDIA at 10:02 pm on sábado, enero 30, 2010

Desde pequeña había hecho sonar todo tipo de objetos enervando a familia y extraños. Su madre la llamaba “la rítmica” porque en medio de cualquier conversación empezaba a oírse un soniquete de fondo que al principio nadie identificaba y que podía ser un tenedor contra la pata de la mesa, un vaso, un cenicero, una botella, otro tenedor… Todos acababan atendiendo más al sonido que a la conversación. Pero ¿qué es eso que se oye? – decía su madre. Yo creí que era la tele – apuntaba otro. Durante toda su infancia habían quebrado su libertad de expresión y eso había mermado su capacidad creativa, pero en cuanto fue mayor de edad se compró una batería y con un grupo de amigas que aportaban flautas y guitarras, ensayaban todos los sábados en un bajo alquilado a las afueras de la ciudad. No era frecuente que las mujeres formaran grupos musicales, así que no tuvieron mucho éxito y las amigas acabaron por dispersarse. Cada una fue a estudiar a un lugar diferente y ella quedó a solas con su batería y con la sensación de ser un bicho raro.

Se fue a África cuando sólo iban a aquel continente los misioneros y allí se reencontró con los tambores aunque tuvo que ser autodidacta porque ningún hombre se hubiera rebajado a enseñar a una mujer. Los sonidos africanos se metieron en sus tuétanos y acabó tocando el djembé con gran maestría. Con el tiempo los nativos acabaron respetándola por su trabajo como médico, enfermera o adivina. Aquella extraña mezcla hacía que la consideraran algo especial.

Fueron años mágicos aquellos de África y se hubiera quedado allí para siempre si no fuera por un correo que la informaba de la grave enfermedad de su madre. Volvió a su país y aunque su madre no duró mucho ya no era el momento de regresar. Mezcló la batería con el djembé y empezó a juntar los sonidos que bailaban en su cabeza. Volvió a trabajar de enfermera y sus ritmos la ayudaban a llevar mejor los días, los meses, los años…

África se fue arrinconando en la memoria cada vez más viva y más lejana aunque había momentos como éste, en la cola del centro comercial, en que una música machacona la transportaba a otro ? lugar, a otro tiempo y se juraba que al volver a casa desempolvaría el djembé y cambiaría de continente una vez más…

ADOM

Filed under: Novela: ficha de personajes — Alicia at 3:58 pm on jueves, enero 28, 2010

Taller. Quinto ejercicio de novela?

Datos básicos

Nombre: Adom

Edad: trece años al inicio de la historia, que se desarrollará durante diez años consecutivos.

Nacionalidad: keniata.

Nivel socioeconómico niño: extrema pobreza.

Nivel socioeconómico adulto: bajo – medio.

Ciudad natal: pequeña aldea del sudeste de Kenya.

Residencia actual: varía de acuerdo al momento de la historia.

Ocupación: sin ocupación fija.

Talentos- habilidades: elaboración de artesanías con técnicas heredadas de su pueblo.

Sueldo: sin sueldo fijo.

Orden de nacimiento: Primer hijo.

Hermanos: dos hermanos y una hermana. La historia deriva en un distanciamiento de los hermanos varones, motivado por su alejamiento de la aldea en busca de la hermana menor.

Esposa: no posee.

Niños: no posee.

Abuelos: no los conoció.

Nietos: no posee.

Otros:——

Habilidades de la relación: se hace más sociable a medida que la historia avanza y entabla amistades.

?

Características físicas

Altura: elevada. Adulto: supera 1, 80 mts.

Peso: 80 kilos.

Raza: negra. Pertenece a la tribu de los masáis.

Color de ojos: oscuros.

Color de pelo: negro.

Color de piel: oscuro.

Forma de cara: alargada

Rasgos distintivos: rasgos armónicos y ojos oscuros y vivaces.

¿Cómo viste?: en el comienzo con ropas tradicionales de su tribu; luego, en cierto modo se occidentaliza.

Amaneramientos: no posee.

Hábitos: no posee ninguno destacable.

Salud: buena, a pesar del nivel de pobreza en que vive.

Aficiones: disfruta de momentos y entornos solitarios en búsqueda de la paz interior.

Refranes favoritos: no tiene.

Modelos del discurso: esperanzado.

Estilo: sencillo, afable.

El defecto más grande: la desconfianza.

La mejor cualidad: la fidelidad.

?

Atributos intelectuales, mentales, personalidad y actitudes.

El Fondo educativo: nivel primario.

Nivel de inteligencia: elevado.

¿Enfermedad mental?: no posee.

Experiencias: negativas. El abandono de su padre, la vida miserable y el secuestro de su hermana lo han marcado hondo.

Metas a corto plazo: no tiene.

Metas a largo plazo: rescatar a su hermana de la red de prostitución en que se encuentra.

¿Cómo se ve el personaje?: valeroso y confiado en sí mismo.

¿Cómo cree el personaje que es percibido por otros?: del mismo modo.

¿El personaje parece gobernado por emoción o lógica o alguna combinación?:

Es muy racional, aunque a veces sus emociones superan la lógica.

?

Características emocionales

Fortalezas/ Debilidades: confianza en sí mismo, valentía, fidelidad/ desconfianza hacia los otros, descontrol de sus actitudes en situaciones críticas.

¿Introvertido o extrovertido?: inicialmente introvertido, se abre a los demás una vez afianzada la relación.

¿Cómo maneja el personaje la ira?: generalmente controlado, frente a acontecimientos que lo desbordan? se torna irascible.

¿La tristeza?: Intenta disimular los momentos de aflicción.

¿El conflicto?: enfrenta los conflictos con actitud positiva. Salvo excepciones, busca soluciones por la vía pacífica.

¿El cambio?: acostumbrado a los cambios desde su niñez, afronta los mismos con actitud positiva.

¿La pérdida?: las inevitables, con resignación; las otras, intentando revertirlas.

¿Qué le gustaría cambiar en la vida?: toda su historia de pobreza.

¿Qué motiva a este personaje?: la búsqueda inclaudicable de su hermana menor.

¿Qué asusta a este personaje?: nada.

¿Qué hace feliz a este personaje?: sin hablar de felicidad, lo estimula avanzar en esa búsqueda.

¿Es sensible con otros?: extremadamente sensible.

¿Es generoso o tacaño?: generoso.

¿Es generalmente cortés o rudo?: cortés.

?

Características espirituales

¿Cree en Dios?: si.

¿Cuáles son las creencias espirituales del personaje?: de acuerdo a las creencias de su tribu, adora a Dios y al ganado bovino y todo lo que tenga relación con ellos.

¿Religión o espiritualidad son una parte de la vida de este personaje?: si.

¿En ese caso, qué papel juega? su fe en Dios le permite sobrellevar situaciones infortunadas y? proseguir en el camino hacia su objetivo primordial.

?

¿Cómo está introducido en la historia el personaje?

Papel en la novela: personaje principal.

Escena donde el personaje aparece primero: Desde el inicio del relato.

Las relaciones con otros personajes:

1.Barack

El protagonista entabla con él una profunda amistad que se arraiga a medida que transcurre el tiempo, afanados ambos en el logro del objetivo común.

? 2. Keiwa

Por su dramática experiencia de vida servirá inicialmente de consejera y guía al protagonista, trastocando ambos sus sentimientos en una relación íntima al promediar la historia.?

? ? ? 3.? George Stockton

? Adom lo buscará y perseguirá durante diez años desafiándolo en reiteradas oportunidades, en la trabajosa búsqueda de su hermana. Será? en esos encuentros donde aquél deberá apelar a sus peores instintos para hacerle frente.

MEMORIA DIFUSA

Filed under: Novela: ficha de personajes — Alfonso at 3:37 pm on jueves, enero 28, 2010

Nombre: José

Edad: 70 años

Nacionalidad: Español

Nivel socioeconómico de niño: medio

Nivel socioeconómico de adulto: medio-alto

Ciudad Natal: Santander

Residencia actual: Santander. Recién llegado de Madrid donde ha vivido toda su vida después de casarse.

Ocupación: Jubilado. Fue psiquiatra.

Talentos, habilidades: Lectura y escritura

Sueldo: Pensión de jubilación.

Orden de nacimiento: Primero

Hermanos: cuatro

Esposa: Viudo de una mujer con la que mantuvo una buena relación con sus altos y bajos.

Hijos: Dos hijas. Una con muy buena relación con la que convive en la actualidad. Otra con buena relación pero más distante, vive en Madrid.

Nietos: Un nieto al que casi no conocía y con el que empieza una nueva relación que le abre a un mundo de afectividad desconocido. Desde su escepticismo ante la vida observa a este chiquillo con curiosidad primero, con sorpresa después y con cariño finalmente.

Yerno: Buena relación, convive con él y se respetan.

Altura: 1,75

Peso: 80 Kg

Raza: blanca

Color de ojos: marrón claro

Color de pelo: moreno

¿Gafas?: para leer

Forma de cara: cara redonda

Rasgos distintivos: Nariz prominente, canas repartidas en un pelo castaño, boca pequeña, cejas espesas, no demasiadas arrugas.

¿Cómo viste?: Sin ningún sentido de la elegancia, no sabe combinar colores, cuadros, rayas. Viste de forma cómoda y práctica.

Salud: con una incipiente demencia

Aficiones: escritura, paseos, amigos…

La mejor cualidad: su sensibilidad

Su mayor defecto: Su sensibilidad

Estilo: gastado, sin interés hacia la ropa, con prendas muy usadas por el tiempo, le cuesta mucho dejar la ropa por otra nueva.

Ha sido un hombre inteligente, muy seguro de sí mismo, capaz de comprender y aconsejar a los demás, realista, exigente, emprendedor y estudioso.

En la actualidad jubilado se siente inseguro, duda, se agobia ante pequeñas dificultades, se emociona fácilmente. Tiene miedo de ser una carga para los demás y cree que ya lo empieza a ser.

Pesimista respecto a la vida. Su viudedad le ha dejado solo que es lo que más temía en la vida. Su vuelta a Santander obligado por que sus hijos no quieren que viva solo le enfrenta a perder los amigos que tenía, su barrio y su gente pero le acerca a todo lo conocido en su niñez y juventud.

Características espirituales: religioso, creyente, practicante pero también en esto es cada vez más escéptico aunque no quiera admitirlo.

Le comienza a hacer feliz el reencuentro con su nieto al que ve crecer.

Fichas

Filed under: Novela: ficha de personajes — Quioreng at 1:09 pm on miércoles, enero 27, 2010

Datos básicos?

*? Nombre: ? Marta Jessica Conde Leal? ? ?

*? Edad: ? 32 años

*? Nacionalidad: Española

*? Nivel socio-económico niño: ? medio-bajo

*? Nivel socio-económico adulto: ? medio – alto

*? Ciudad natal: Caceres

*? Residencia actual: Madrid

*? Ocupación: Contable

*? Talentos/habilidades : Habilidosa con trabajos manuales, restauración de muebles

*? Sueldo: 40.000.-

*? Orden de nacimiento: ? 20 abril de 1982

*? Hermanos (describa la relación): 1 hermano varón y una hermana. Confidentes los 2.

*? Esposo/a (describa la relación): no

*? Niños (describa la relación): no

*? Abuelos (describa la relación): no

*? Nietos (describa la relación): no

*? Otros (describa la relación):

*? Habilidades de la relación: Tiene la habilidad de escuchar.

?

Características físicas

?

*? Altura: 1.68

*? Peso: 60

*? Raza: Blanca

*? Color de ojos: ? canela

*? Color de pelo: castaño oscuro

*? ¿Gafas o lentes de contacto? Si. Atrismatismo

*? Color piel: morena

*? Forma de Cara: redonda

*? Rasgos distintivos: Tiene un lunar cerca de la oreja,? ojos almendrados con pestañas muy largas

*? ¿Cómo viste? . No muy a la moda.

*? Amaneramientos:

*? Hábitos: (fumar, beber etc.) Fuma mucho? ?

*? Salud: Buena, aunque tose

*? Aficiones: Viajar,

*? Modelos del discurso: Negativo. Pesimista

*? Estilo (Elegante, gastado etc.):

*? El defecto más grande: Controladora, Orgullosa

*? La mejor cualidad: Generosa

?

Atributos intelectuales, mentales, personalidad y actitudes

*? El Fondo educativo: Licenciada

*? Nivel de inteligencia: Alto

*? ¿Enfermedad Mental? no

*? Experiencias:

Perdida de su abuelo materno le marcó mucho.

Varias rupturas amorosas

Traición por una amiga fué una gran decepción

?

*? Metas a corto plazo: Sobrevivir

*? Metas a largo plazo: No tiene.

*? ¿Cómo se ve el Personaje? Ahora mismo está muy confusa no sabe si todo lo que ha pensado de si misma era un autoengaño.

*? ¿Cómo cree el Personaje que es percibido por otros? Siempre ha creido ser bien aceptada porque tiene muchos amigos. Pero ahora se da cuenta de que todas sus relaciones son superficiales.

*? ¿Cómo es de seguro de sí mismo el personaje? Es insegura, pero su trabajo le ofrece una gran seguridad porque es muy buena.

*? ¿El personaje parece gobernado por emoción o lógica o alguna combinación?

Desconfianza.

?

Características emocionales

*? Fortalezas/Debilidades: Fuerza,? Estabilidad, / Inseguridad, Miedo

*? ¿Introvertido o Extrovertido? Introvertido

*? ¿Cómo maneja el personaje la ira? La interioriza

*? ¿La tristeza? Tiene una tristeza latente en un grado que no llega a manifestarse

*? ¿El conflicto? Intenta evitarlo por todos los medios.

*? ¿El cambio? No ha habido grandes cambios en su vida y cuando los ha sufrido han sido negativos? relacionados con perdidas.

*? ¿La pérdida? Es su gran temor.

*? ¿Qué le gustaría cambiar en la vida? La soledad y sentirse más libre aunque esto último no lo sabe.

*? ¿Qué motiva a este personaje?? Encajar, sentirse aceptado, tener éxito para los demás.

*? ¿Qué asusta a este personaje? La pérdida y la no aceptación

*? ¿Qué feliz hace a este personaje? Sentirse admirado

*? ¿Es sensible con otros? Si mucho

*? ¿Es generoso o tacaño? Generoso

*? ¿Es generalmente cortés o rudo? Neutro.

?

Características espirituales

*? ¿Cree en Dios? Si

*? ¿Cuáles son las creencias espirituales del personaje? Católicas

*? ¿Religión o espiritualidad son una parte de la vida de este personaje? No

*? ¿En ese caso, qué papel juega?

?

Cómo está introducido en la historia el Personaje

*? ¿Papel en la novela (personaje principal? ¿Héroe? ¿Heroína? ¿Interés romántico? etc.):

Personaje principal

*? Escena donde el personaje aparece primero: En la primera

*? Las relaciones con otros personajes: Tiene una relación sentimental con Antonio

?

? ? 1. Nombre de personaje: Antonio

? ? ? Describa la relación con este personaje y cambios a la relación en el curso de la novela:

? Es el personaje con quien más se relaciona, es el eje de la novela porque va a ser quien le haga ver que tiene que ser libre y tomar sus propias decisiones y no condicionar su vida a la aceptación de su entorno social.

?

? ? 2. Nombre de personaje: Hermano. Saúl

? ? ? Describa la relación con este personaje y cambios a la relación en el curso de la novela:

Su confidente tiene una función de escuchar, no le da consejos sólo escucha y tiene una función muy importante.

?

?

? ? 3. Nombre de personaje: Hermana. Natalia

? ? ? Describa la relación con este personaje y cambios a la relación en el curso de la novela:

? Tiene una función crítica, es muy directa y muy sincera y le dice a Marta las cosas como son.

?

? ¿En qué ha cambiado este personaje al final de la historia?

? Al principio de la historia está muy confusa, ha conseguido las metas profesionales y ahora no tiene un rumbo al que dirigirse y que motive su vida. Sufre una crisis personal y al final de la novela se convierte en una persona libre con un claro objetivo en su vida en general y una percepción de si misma más global .?

?

Notas adicionales a este Personaje:

?

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Datos básicos?

*? Nombre:? ? Arturo López García (He cambiado el nombre del personaje)

*? Edad: ? 37 años

*? Nacionalidad: Española

*? Nivel socio-económico niño: ? medio-bajo

*? Nivel socio-económico adulto: ? medio – bajo (aunque gana dinero sus relaciones personales y su pensamiento es de un nivel bajo.)

*? Ciudad natal: Madrid

*? Residencia actual: Madrid

*? Ocupación: Jefe de taller

*? Talentos/habilidades 😕

*? Sueldo: 30.000.-

*? Orden de nacimiento:? ? 24 de febrero de 1973

*? Hermanos (describa la relación): 2 hermanos relación de amigos

*? Esposo/a (describa la relación): no

*? Niños (describa la relación): no

*? Abuelos (describa la relación): no

*? Nietos (describa la relación): no

*? Otros (describa la relación):

*? Habilidades de la relación: Tiene un don para hacer amistades

?

Características físicas

?

*? Altura: 1.83

*? Peso: 80 k

*? Raza: Blanca

*? Color de ojos:? ? Marrones verdosos

*? Color de pelo: castaño claro

*? ¿Gafas o lentes de contacto? No

*? Color piel: Un tono dorado

*? Forma de Cara: cuadrada

*? Rasgos distintivos: Tiene una cicatriz en la frente que le hizo su hermano cuando eran pequeños.

*? ¿Cómo viste? . Vaqueros y camisetas de algodón

*? Amaneramientos: Es muy elegante en sus movimientos se diría que no encajan con su rol social.

*? Hábitos: (fumar, beber etc.) Fuma? y bebe ocasionalmente, todo social

*? Salud: Muy Buena.

*? Aficiones: Viajar, futbol y la historia.

*? Modelos del discurso: Optimista

*? El defecto más grande: Cabezota, poco flexible, en ciertas cosas.

*? La mejor cualidad:? Paciencia y optimismo.?

Atributos intelectuales, mentales, personalidad y actitudes

*? El Fondo educativo: Básicos

*? Nivel de inteligencia: Muy Alto

*? ¿Enfermedad Mental? no

*? Experiencias:

?

?

Características emocionales

*? Fortalezas/Debilidades: Gran seguridad, Valiente, Sincero como fortaleza y debilidad

*? ¿Introvertido o Extrovertido? Extrovertido

*? ¿Cómo maneja el personaje la ira? La exterioriza pero moderadamente

*? ¿La tristeza? No suele star triste pone a la vida buena cara.

*? ¿El conflicto? se enfrenta a él

*? ¿El cambio? Muy positivamente cree que los cambios son buenos

*? ¿La pérdida? Nada es eterno

*? ¿Qué le gustaría cambiar en la vida? Quiere encontrar el amor.

Tu voz será silencio

Filed under: Poesía - Segundo ejercicio — Sofia Moreno at 4:26 am on miércoles, enero 27, 2010

Soledad es una chica fuerte y sincera que vive
en mi pueblo.
Tiene brazos musculosos como un hombre
porque descarga alimentos todos los días en el supermercado.
Lleva su nombre escrito en una etiqueta rígida que sobresale donde empieza su pecho derecho.
La etiqueta está prendida con un alfiler a su bata de trabajo.
Esa es Soledad, la de mi pueblo.

Hay otra soledad, sin mayúsculas.
Mi tía Bernadette la veía cuando una mujer se asomaba a la ventana mirando a la calle,
sin nadie a su lado.
Yo veía eso mismo y no veía la soledad.
Veía a una mujer descansando de su día de trabajo,
relajándose a su gusto mientras la gente pasaba bajo el alféizar de su ventana.

Un hombre pasea por la montaña, solo.
Otro hombre lo ve y piensa «qué soledad, la de este caminante».
El hombre que piensa no repara que él también está paseando por la montaña, solo.
Está solo, pero no se siente solo.
El hombre observado tampoco se siente solo, aunque también esté solo.
Se dedica a mirar a su alrededor: las plantas, las vistas.
Se fija en los olores a naturaleza.

La soledad se vive así:
Estás tan contenta atendiendo a tus asuntos, cuando de pronto,
en la cola de Hacienda o de Correos,
ves a un grupito de gente. Tal vez una pareja.
Charlan entre ellos, ríen, se gastan bromas.
Entonces reparas en la verdad: estás sola.
No tienes a nadie para gastarle bromas,
ni para reírte con él,
ni para charlar de tonterías sin importancia.
Así se vive la soledad.

Hay otra soledad y es peor aún:
Estás en casa.
No estás sola, los demás están…
a) viendo televisión, algo estúpido y sin ningún interés,
b) jugando a la «play»,
c) pasando la aspiradora,
d) hablando por teléfono,
e) ninguna de las opciones anteriores.
Allí estás tú, con ganas de hablar con alguien.
Hay otras tres personas o más en la casa.
Pero todos están ocupados.

Llega la hora de cenar.
Por fin estamos todos sentados alrededor de la mesa.
Ellos hablan entre sí.
Ni siquiera entiendes de qué están hablando.
Solo sabes que el nuevo videojuego les entusiasma.
Hablan de eso.
No te interesa.
Son mundos de ficción donde
o eres bueno, o eres malo.
No hay término medio.
No te interesa para nada.
Quieres contar lo que has hecho hoy,
pero a ellos tampoco les interesa lo tuyo.
Para nada.

Esto es la soledad,
la verdadera soledad,
horrible y lacerante,
hora tras hora,
día tras día,
semana tras semana,
mes tras mes,
año tras año,
hasta que te mueres.

Vas a la peluquería pero nadie se da cuenta.
Te has cortado casi diez centímetros de pelo.
Te ves completamente distinta en el espejo.
Pero ellos ni siquiera te miran.
Solo estás allí para darles de comer
y pagar sus nuevos juegos informáticos.

A veces son muy amables contigo.
Hacen esfuerzos por escucharte.
Lo intentan con denuedo.
Eso significa que te van a pedir un juego nuevo.
El último juego, el que todos tienen,
para ser como sus amigos.

En cuanto se lo compres, volverás a ser invisible.
Tu voz será silencio.
Podrás tatuarte a lo vikingo,
hacerte un piercing en la nariz
o teñirte el pelo de naranja.
No se darán cuenta.

Esto es la soledad.

Es bueno acostumbrarse a ella,
pues está aquí para quedarse contigo.
Esto lo sabes perfectamente.
No habrá tregua en esta soledad.
Siempre será así.

Te acostumbras a ir al cine sola, porque a él
no le gustan las mismas películas que a ti.
En casa hace mucho que ves la televisión a solas,
porque esos programas que ves no le interesan a él:
«Otra vez una película iraní sobre la pobre abuela kurda
que tiene que cruzar las montañas
para ir a ver a su hijo a la ciudad,
menudo bodrio».

Tampoco a ti te apasionan los partidos de rugby,
de baloncesto,
de fútbol.

Con el golf es mejor,
es relajante,
te duermes en el sofá.

Hasta que él salta y grita.
Su deportista favorito ha ganado.
Te despiertas sobresaltada.
Te ha fastidiado la siesta.
Qué se le va a hacer.
Te vas a la habitación.
Dormirás la siesta sola, pero tranquila.

Aprendes a disfrutar de la soledad.

Tus pensamientos te pertenecen solo a ti.
A nadie más le interesan, así que te los guardas.

Escribes páginas y páginas en tu ordenador.

Nadie las lee, nadie las publicará jamás.
A nadie le interesa lo que piensas.

Eso es la soledad.

Te cuidas, te vistes, te alimentas, te lavas.
Para ti, solo para ti.

A los demás les importas un rábano.

A lo mejor si te mueres, hasta se alegran:
«Una habitación más, ya era hora,
no me caben todas mis cosas en mi cuarto.»

Hace tiempo que tienes tu propia habitación.

Para qué estar juntos en una sola,
si solo es para molestarse el uno al otro:
«Roncas. Eso me impide dormir. / Dejas tus cosas tiradas de cualquier manera. / Lo invades todo con tus cosas, tienes demasiadas, deberías tirarlas, son feas. / ¿Por qué guardas cosas rotas? Tíralas de una vez. No son recuerdos, son basura, tu basura. / Ese vestido ya no es para ti, estás gorda, te queda mal con tanto sobrepeso. / Una mujer de tu edad ya no debe llevar ropa tan corta, es indecente. / Ocupas demasiado sitio en la cama. Te recuerdo que es de los dos. / Eres una vaca pesada y maloliente. / Deberías ducharte antes de acostarte en la misma cama que yo. / Ese perfume que usas huele a puta barata. ¿Verdad, niños, que huele a puta barata? Además es demasiado caro para ti.»
Y así sucesivamente.

Por eso valoras tu soledad.
Es una soledad buena y pacífica.

Te cuidas, te mimas, te vistes, te arreglas, te lavas, te duchas, a veces incluso te maquillas.

Para ti.
Solo para ti.

Porque tú lo vales, porque lo mereces, como dice esa publicidad.

Solo por eso. Para nadie más.
Desde luego no para él.

Soledad es estar tranquila, estar bien,
sin gritos, sin miedos, sin vigilar qué dices,
no vaya a ser que se enfade otra vez por cualquier tontería.

Soledad es poder ser tú,
sin que te digan:
«menudo aspecto tienes, parece que te acaba de atropellar un camión. ¿Por qué no te arreglas un poco? Cuídate, mujer, que ya no tienes veinte años y cada día te pareces más a tu madre, con esa cara triste y esas arrugas y esas ojeras.»

Soledad es respirar al fin sin que le moleste tu aliento ni tu olor.
Sin que le moleste tu presencia.
Soledad es estar bien contigo misma, es estar en paz, es estar sin él.

Soledad, bendita soledad.

Me gusta mi soledad.

(fin)

El hada dorada

Filed under: Relato - Tercer ejercicio — Sofia Moreno at 2:26 am on miércoles, enero 27, 2010

Un día, como todas las mañanas, Pedro salió de su casa camino del colegio. Sus padres ya no le acompañaban, pues la escuela estaba a tan solo doscientos metros del edificio de pisos donde vivía. Además, era un barrio muy tranquilo, donde nunca pasaba nada digno de reseñar en la página de sucesos del periódico.

Así que Pedro iba por la acera, arrastrando su pesada cartera sobre ruedas. Su mochila estaba nuevecita, porque era un regalo de Navidad que le acababan de traer los tres Reyes Magos, Gaspar, Melchor y Baltasar.

Era el primer día de escuela tras las vacaciones de Navidad y Pedro iba arrastrando los pies. No le apetecía nada volver al cole. Muchos niños se burlaban de él porque Pedro llevaba gafas y le sobraban unos pocos kilitos. No era un niño de esos que tenían muchos amigos. Pedro tenía solo dos amigos, Juan y Samuel. Juan era nuevo, había llegado este año al colegio. La familia de Samuel era de América Latina, un país cuyo nombre Pedro no lograba nunca recordar. Un sitio de calor y palmeras, seguro, pensaba Pedro mientras esquivaba una farola.

Era lo único bueno de volver al cole: preguntarles a Juan y Samuel qué habían hecho ellos durante las tres semanas de vacaciones navideñas, si habían tomado las uvas el día treinta y uno, si habían ido a la cabalgata de Reyes y sobre todo, qué regalos les habían tocado.

Pedro iba pensando en todo esto mientras se arrastraba penosamente por la acera, helada y limpia. Ahora le tocaba cruzar con cuidado una calle en el semáforo y luego, caminar otros ochenta metros pegado a la valla del parque. Después del parque estaba el colegio y allí acabaría su paseo matutino.

Siempre que caminaba por esta parte del trayecto, Pedro miraba dentro del parque. Era el orgullo del alcalde, pues estaba muy bien cuidado. Le habían dado tres veces el premio de la región al parque más limpio y mejor cuidado, al mejor parque. Todas las tardes, Pedro iba a pasar dos horitas allí, jugando en los columpios y bajando por el tobogán. Era estupendo tener ese parque tan bonito cerca de casa. Con tan solo cruzar la calle estaba en un pequeño paraíso.

El alcalde tenía una manera eficaz de mantener su parque limpio y cuidado: todas las noches, a las diez, el guardia lo cerraba con llave; así ningún borracho o algo peor aún podía entrar a estropearlo. Desde el primer día en que fue inaugurado, el alcalde decidió que sería el parque de los niños y por eso puso un viejecito de guardia allí. El viejecito les regañaba si decían palabras feas, dirimía en las disputas cuando no estaban de acuerdo sobre quién había ganado el partido de fútbol, avisaba a Margarita que ya eran las siete y su madre la estaría esperando en su casa, no dejaba entrar a ningún perro grande si no estaba atado con correa y recordaba a los dueños que solo los podían soltar en las zonas especiales señaladas al efecto, unas grandes praderas al final del terreno, allí muy lejos. También les recordaba que si el perro debía hacer alguna necesidad, para eso estaba el «pipi-can», un recinto apartado y cubierto con un espeso lecho de arena.

En una palabra, era un parque modelo.

Pedro miró por entre la valla que rodeaba al parque. Habían plantado un bosquecillo de árboles jóvenes pero tupidos cerca de aquella valla. De pronto, Pedro vio algo raro entre la espesura. Una lucecita pequeña, casi imperceptible. Se agachó, pues la luz estaba casi en el suelo. Miró con cuidado. Una minúscula silueta no mayor que su dedo meñique, con forma de… ¡mujer! Qué extraño. Pedro se quedó mirando, hipnotizado.

La pequeña dama iba vestida con un traje antiguo y se afanaba ayudando a las hormigas a cargar unas migas de pan. Para ese ser y para las hormigas, las migas eran enormes, como un piano de cola para nosotros. Hacían esfuerzos tremendos, hasta que conseguían poner cada miga encima de una esforzada hormiga, que se alejaba entonces.

Pedro lo miraba todo con la boca abierta. Nunca había visto nada parecido. En algunos cuentos que sus padres le leían antes de irse a dormir salían personajes así. Se llamaban hadas, y si eran hombres, elfos. Pero cuando le leyeron el primer cuento donde salían estos personajes diminutos, Pedro le había preguntado a su padre: «Papá, ¿existen las hadas?» Su padre había sido rotundo: «Solo en los cuentos, cariño.»

Y allí estaba ahora esa señora, con su falda larga. De pronto, la dama debió darse cuenta que alguien la estaba mirando, porque se volvió de sopetón y observó a Pedro fijamente, directo a los ojos. Enseguida, a toda velocidad, se escondió tras una hoja seca que había escapado al rastrillo del jardinero municipal. Pedro habló muy bajito: «No tengas miedo, no te escondas, no voy a hacerte daño, por favor, sal.»

La gente pasaba a su lado, pero solo veían a un niño agachado cerca de su mochila. Pensaban que estaba sin duda anudando el cordón de su zapato. Pedro seguía inmóvil. Incluso el tenue vaho de su respiración era como un huracán de bruma y niebla, que envolvía la hoja tras la que se escondía la pequeña hada. Ella se asomó tímidamente, observando al niño gigante. Con voz temblorosa, habló por fin, mientras Pedro se quedaba lo más quieto posible, cuidando de no asustarla: «¿Cómo te llamas?» dijo el hada.

– «Pedro. ¿Y tú? ¿Quién eres? ¿Vives aquí? ¿Cómo es que nunca te he visto antes? ¿Eres un hada, como las de los cuentos?
– Sí, soy un hada. Es verdad, en los cuentos hablan mucho de nosotras. No, no vivo aquí. Solo estoy de paso. Por eso no me habías visto antes. Llegué hace dos días. Estoy en una misión.
– ¿En una misión? ¿Como los agentes secretos?»

El hada se rió. Cada carcajada sonaba como un pequeñísimo diamante que se estrellara contra un suelo de mármol.

– «Bueno, no sé cómo serán las misiones de los agentes secretos. Me envía el Consejo Mágico. Mi misión es observar la vida en este parque. Verás, el Consejo Mágico decide dónde podemos vivir las hadas, pero también los elfos, los duendes, los gnomos, los orcos, etc. Cuando se inaugura un nuevo parque, esperamos un poco a que los árboles crezcan y el matorral esté bien tupido. Después, si no hay demasiada actividad de máquinas cortacésped, podadoras, aparatos para soplar las hojas, sierras mecánicas y así, pues entonces el Consejo envía a alguna de nosotras en misión para decidir si podemos establecernos aquí, cuántas de nosotras podrían venir y cosas parecidas. ¿Comprendes?
– Claro que comprendo, pero yo no tenía ni idea que las hadas vivíais en parques, dentro de las ciudades. Creía que solamente vivíais en los grandes bosques, lejos de la actividad de los humanos.
– Allí es dónde mejor estamos. Pero el Consejo ha decidido que los humanos nos necesitan de nuevo. Verás, hace miles y miles de años, vivíamos todos en buena armonía: humanos, animales y seres mágicos. Luego vino «El Día Fatal» y tuvimos que retirarnos a los bosques más alejados para poder sobrevivir. Ya no podíamos convivir con los humanos porque nos perseguían, querían meternos en frascos de cristal para observarnos. Nos capturaban y nos usaban como juguetes para sus hijos. Nosotros no podemos vivir encerrados. A los tres días de carecer de libertad, morimos. Exhalamos el último suspiro y morimos. Por eso tuvimos que refugiarnos en parajes tan recónditos, que muchos humanos creen que solamente existimos en el reino de la imaginación, de los cuentos, de la fantasía.
– Mi Papá dice que las hadas existen solo en los cuentos.
– ¿Lo ves? La mayoría de la gente así lo cree, sobre todo los adultos. Los niños son distintos, aunque no todos, claro. Algunos tampoco creen que existamos en la realidad. Solo porque no nos ven.
– Oye, hada, ¿cómo he de llamarte, cuál es tu nombre? Porque tendrás uno, ¿verdad?
– Claro, Pedro, como todo el mundo, faltaría más. Me llamo Clemsidra.
– Es un nombre precioso.
– Pedro, ¿no deberías estar ya en el colegio?
– ¿Y tú cómo lo sabes?»

Clemsidra se rió de nuevo, esparciendo destellos de luz en forma de sonido.

– «Pedro, te lo explicaré cuando salgas del cole y vuelvas a pasar por aquí. Ahora debes darte prisa o llegarás tarde y eso no le gusta a tu «Seño». Pero recuerda que a esas horas de la tarde, cuando regreses, hay mucha gente en el parque y yo estaré escondida entre el follaje, así que tendrás que buscarme por esta zona con mucho cuidado. Cuando me busques, di estas tres palabras muy suavemente: garblinka, gurblonka, birlaika. Repítelas para no olvidarlas.
– Garblinka, gurblonka, birlaika ; garblinka, gurblonka, birlaika ; garblinka, gurblonka, birlaika… Vale, creo que ya lo tengo. Me voy, pero luego me lo explicas todo, ¿vale?
– Vale, preguntón.»

La calidez de la pequeñísima sonrisa de Clemsidra bastaba para crear un micro-clima a su alrededor. Aparecieron de pronto diminutas flores en torno suyo, pero Pedro ya estaba lejos, corriendo hacia la escuela. Un mundo nuevo empezó para él ese mágico día de la vuelta al cole.

Aquella tarde, Pedro se acercó sigilosamente al lugar en que había visto al hada Clemsidra por la mañana y buscó con cuidado, pronunciando las palabras mágicas que había estado repitiendo mentalmente duranto todo el día. Incluso las había apuntado en su libreta de borrador, por si se le olvidaban. Buscó detrás de los estrechos troncos de árbol, debajo de las hojas muertas, entre la maleza, siempre susurrando: «Garblinka, gurblonka, birlaika ; garblinka, gurblonka, birlaika…» una y otra vez. Por fin la encontró. Estaba recostada en una mullida seta, tomando rayos de sol. Tal vez dormía.

«- Clemsidra» bisbiseó el niño. «Clemsidra, ¿estás dormida?
– No, solo estoy disfrutando del sol en mi cara. Su calorcito me sienta bien. Estos días ha hecho muchísimo frío y es un gran placer sentir el calor del sol en el rostro, aunque sea sol de invierno y no llegue a calentar mucho. Se siente una mucho mejor con esta suave caricia de calor. ¿Tú no tomas el sol? ¿No te pone tu mamá a tomar el sol de invierno?
– Pues no, la verdad. Pero hay un niño en mi clase que va a esquiar todos los años y vuelve tostado, como si hubiera estado en la playa en pleno verano. Nunca lo he comprendido. Él va a la nieve, así que ¿cómo puede tostarse al sol?
– Bueno, tendrás que preguntárselo a tu profesor de ciencias, porque yo, Pedro, no tengo tiempo de explicártelo hoy. Mi misión acabará en dos o tres días y tendré que marcharme. Me queda aún mucho por hacer y no tengo tiempo, lo siento. Al menos ya he cumplido otra de mis tareas: comprobar si hay algo de sol en este parque, para que los niños puedan recibir su bondadoso influjo incluso en los días más fríos del invierno. Y sí, así es, aquí si se puede recibir algo de calor solar. Eso es muy bueno, ¿sabes?
– Pues no, no lo sabía. Pero dime, Clemsidra, esta mañana dijiste que el Consejo Mágico ha decidido que las hadas deben volver a vivir con los humanos. Pero, Clemsidra, ¿por qué? ¿Qué les ha decidido a cambiar de opinión? ¿Los humanos ya no somos una amenaza para vosotras, las hadas?
– Verás, Pedro, el anciano Elfo Mayor ha observado que los humanos parecen querer portarse mejor. No solo con nosotras, sino en otras cosas también. Cada vez son menos los humanos crueles y más los humanos bondadosos. No paráis de firmar tratados de paz y de buena amistad entre los pueblos, pero luego os cuesta cumplirlos. Inventáis códigos de conducta ejemplares, códigos deontológicos para las profesiones, de manera que un médico, por ejemplo, se niega a practicar la tortura. Todas esas ideas son excelentes, pues os alejan del mal y os acercan al bien. Pero siempre os cuesta ponerlas completamente en práctica.
– Bueno, a mí me gusta ser bueno, pero a veces…
– Sí, es difícil, ¿verdad, Pedro?
– Pues sí, muy difícil, sobre todo cuando te están machacando. Hay un niño en mi clase que no para de burlarse de mí. Es difícil no tener ganas de vengarme…
– Lo comprendo. ¿Y qué haces cuando eso ocurre?
– Pues procuro pensar en otra cosa, me pongo a pintar algo muy rojo y muy gordo, como las llamas de un fuego, y así poco a poco siento que me voy calmando y se me pasan las ganas de estrangularle.
– Eso está muy bien, Pedro. Y ahora, dime, ¿ya has entendido porqué hemos regresado entre los humanos?
– No estoy muy seguro, creo…, bueno, no sé.
– Como te decía, el anciano Elfo Mayor observó que queríais ser buenos pero que no lo conseguíais nunca del todo. Muchos humanos se portan fenomenal y no se meten con nadie. Pero basta que unos pocos se porten mal y hagan sufrir a los demás como para desbaratar todos vuestros esfuerzos hacia el bien. ¿Entiendes?
– Sí, es como en clase. Somos quince niños tranquilos que pintan y canturrean sin molestar a nadie. Pero entonces se le funden los plomos a Antonio, que es un bestia. Te rompe tu dibujo y todo se va a la porra. No sabemos porqué es así, pero siempre acaba portándose fatal. Y entonces la «Seño» nos castiga a toda la clase sin recreo, por culpa del maldito Antonio de la porra, y ya la hemos «pifiado». Todo estropeado por culpa de uno solo. Somos quince buenos y solo uno malo, pero ese malo nos hace la vida imposible a todos los demás, qué lata…
– Así es, Pedro. A los mayores les pasa exactamente igual. Solo hay un terrorista entre un millón de personas, pero todo ese millón de personas debe fastidiarse por culpa de un terrorista, solamente un asqueroso terrorista. Uno, nada más.
– Eso no es justo.
– Pues claro que no, Pedro. Por eso decidió el Consejo que debíamos ayudaros a quitaros de encima a esos cafres asesinos. Como casi todo el mundo tenía ganas de ser bueno de verdad, pues decidimos dejar nuestro refugio y ayudaros a lograr el verdadero bien para todos. Espero que tengamos éxito. Ya veremos…
– Pero, ¿cómo lo vais a hacer? Eso es imposible, Clemsidra.
– El Consejo Mágico tiene un ayudante muy importante: es el Consejo de Sabios que Inventan Inventos Inventivos, el CSIII. Estos sabios llevan milenios probando fórmulas mágicas para mejorar las cosas. No lo vas a creer, pero hace poco descubrieron por fin el elixir de la eterna felicidad. Se esparcen unas gotas sobre la Tierra y… ¡zás! Se acabó la maldad de esos imbéciles terroristas malvados. Lo único que les interesará desde ese momento será cómo conseguir más flores en sus macetas de geranios, cómo conseguir repollos más grandes en sus huertas y agua más pura en los ríos. Todas sus energías serán para ese tipo de cosas. No volverán a meterse con nadie. Serán curiosos e inteligentes, pero solamente volcarán sus facultades hacia problemas humanitarios: cómo acabar con la sequía, cómo conseguir que los rizos del pelo no se caigan y queden lacios y deslucidos cuando se pasa el efecto de la permanente en el peinado, cómo lograr una mahonesa realmente rica, cómo andar por el campo sin ensuciarse las botas en los charcos, ese tipo de problemas les ocuparán todo su tiempo. ¿Qué te parece, Pedro?
– ¡Pues maravilloso! Antonio me dejará en paz y podremos pintar tranquilamente sin que nadie nos fastidie. ¡Maravilloso! ¡Maravilloso! ¡Maravillooooso!»

Sin darse cuenta, Pedro había comenzado a saltar de alegría mientras gritaba esta palabra de esperanza. La pobre Clemsidra tuvo que ponerse a salvo y agarrarse con fuerza a una rama baja. Los saltos de Pedro provocaron un mini-terremoto que, para el hada, no fue tan mini. Afortunadamente, tampoco fue nada grave. Pedro se tranquilizó y se aseguró que Clemsidra seguía bien. Se despidieron muy contentos los dos. Al día siguiente, tal vez volvieran a verse en el camino que Pedro tomaba a diario para acudir a su colegio. Tal vez, si había suerte. Todo era posible.

***

En los cien años que siguieron, las cosas cambiaron mucho para los humanos. Misteriosamente, muy poco a poco, fueron resolviéndose todos los conflictos y guerras que habían desgarrado a la humanidad entre sí. Increíblemente, los gobiernos se pusieron al fin de acuerdo y desapareció el hambre en el mundo. Bueno, a veces alguien se ponía a régimen y pasaba hambre, pero ya saben que no me refiero a eso. Me refiero al hambre de verdad. También hubo acuerdos, eso no era nada nuevo, pero esta vez, se fueron cumpliendo poco a poco, progresivamente. Por ejemplo, el acuerdo sobre desarme y el otro, sobre el clima. Y también se fueron cumpliendo los convenios sobre enfermedades, vacunas, derechos del niño, derechos humanos.

Durante esos cien años, las hadas vivieron de nuevo entre nosotros, pero solo los niños podían verlas. Aunque los adultos no supiéramos captar su presencia, sí que surtió efecto entre nosotros el trabajo de las hadas. Todos los días se despertaban a las seis de la mañana, desayunaban una gota de rocío y dos gramos y medio de polen de flores y salían a volar. Volaban durante todo el día, esparciendo por toda la tierra sus invisibles gotas de amistad y buen humor, felicidad y risas. En tan solo esos cien años, todo cambió para bien. ¿Verdad que ahora, en el año 2112, estamos mejor que hace cien años? Poca gente lo sabe, pero es gracias a las hadas. Pedro fue uno de los primeros en enterarse. De mayor, llegó a ser Secretario de Estado de Golosinas, Chuches y Refrescos Azucarados. Un buen puesto, con un buen sueldo. Vivió ochenta felices años. Tuvo cinco hijos, todos sonrientes.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. ¿Te ha gustado?

(fin)

PERFIL DE PERSONAJE I de «Dos corazones»

Filed under: Novela: ficha de personajes — Carminacd at 4:09 pm on martes, enero 26, 2010

Datos básicos?

*? Nombre: Domenico

?

*? Edad: ? 40 años

*? Nacionalidad: ? italiana

*? Nivel socio-económico niño: clase media alta

*? Nivel socio-económico adulto: empobrecido por la inminencia de la guerra

*? Ciudad natal: ? Brancaleone, Reggio Calabria, Italia

*? Residencia actual: Pueblo Pacífico, provincia de Santa fe, Argentina

*? Ocupación: campesino, recolector de vidrio y fierro.

*? Talentos/habilidades: emprendedor incansable, empecinado.

*? Sueldo: suficiente para mantener una familia numerosa y comenzar a comprar los campos de alrededor al suyo.

*? Orden de nacimiento: es el padre, el marido, el primero en nacer.

*? Hermanos (describa la relación): desconocidos, nunca habla de haber tenido familia antes de haber armado la suya.

*? Esposa (describa la relación): María, la gobierna por el poder del sacro matrimonio.

Amante: Antonia, la somete por autoridad.

*? Niños (describa la relación): solo los engendra

*? Habilidades de la relación: ? su poder sobre las personas que lo circundan es incalculable, apoyado por la época, el desarraigo y la lejanía que sufren sus mujeres de su tierra y de su hogar paterno. Es el único punto de referencia que ellas tienen en el nuevo mundo.

?

Características físicas

?

?

*? Altura: 1 metro 85 cm

*? Peso: ? 95 kilos

*? Raza: blanca

*? Color de ojos: miel

*? Color de pelo: negro

*? ¿Gafas o lentes de contacto? no

*? Color piel: ? blanca

*? Forma de Cara: ancha de ángulos marcados.

*? Rasgos distintivos: robusto y macizo, de espaldas anchas y fuertes, hombros prominentes, postura segura y decidida.

?

*? ¿Cómo viste? Conserva el uso italiano para vestir, camisa blanca de puños anchos, pantalón negro cerrado más arriba de la cintura, tiro muy alto, terminado en bombilla sobre los zapatos. Los domingos agrega chaleco gris de algodón y chaqueta para ir a misa.

*? Amaneramientos: bruscos

*? Hábitos: (fumar, beber etc.) beber, aunque pocas veces

*? Salud: ? de hierro

*? Aficiones: ? quesos y salames caseros

*? Refranes favoritos: “lo que no te mata, te fortalece”

?

*? Modelos del discurso: ? si no estaba en silencio, cuando hablaba era autoritario y monosilábico.

*? Invalideces: ninguna, era un potro, un tigre.

*? Estilo (Elegante, gastado etc.): ? inmigrante, gastado, extranjero, italiano.

*? El defecto más grande: la indiferencia por el sufrimiento de los demás

*? La mejor cualidad: no la tiene él sino la familia que ha creado.

?

Atributos intelectuales, mentales, personalidad y actitudes

*? El Fondo educativo: nivel primario

*? Nivel de inteligencia: media

*? Experiencias: ? es campesino, albañil, comerciante nato, terrateniente.

*? Metas a corto plazo: mantener a su familia

*? Metas a largo plazo: ? dejar una herencia a sus hijos

*? ¿Cómo se ve el Personaje? autosuficiente

*? ¿Cómo cree el Personaje que es percibido por otros? Con autoridad y respeto

*? ¿Cómo es de seguro de sí mismo el personaje? Completamente seguro de sí mismo, nunca admitirá haberse equivocado aunque lo estuviera.

*? ¿El personaje parece gobernado por emoción o lógica o alguna combinación? Una combinación de gobierno entre lógica y libido.

Características emocionales

*? Fortalezas/Debilidades: ? persistencia, empecinamiento, gran emprendedor

*? ¿Introvertido o Extrovertido? Silencioso y avasallador

*? ¿Cómo maneja el personaje la ira? No sabe gobernar la ira

*? ¿La tristeza? No conoce la tristeza ni la suya ni acepta la de los demás

*? ¿El conflicto? Reniega el conflicto, pero si acepta que existe pelea para resolverlo

? ¿El cambio? Provoca él mismo el cambio

*? ¿La pérdida? Remueve cielo y tierra, no acepta perder, va en búsqueda de lo perdido y lo recupera

*? ¿Qué le gustaría cambiar en la vida? Ser rico de nuevo

*? ¿Qué motiva a este personaje? Ganarle a la vida y a la miseria

*? ¿Qué asusta a este personaje? La miseria

*? ¿Qué feliz hace a este personaje? Sus mujeres

*? ¿Es sensible con otros? no

*? ¿Es generoso o tacaño? intermedio

*? ¿Es generalmente cortés o rudo? rudo

?

Características espirituales

*? ¿Cree en Dios? sí

*? ¿Cuáles son las creencias espirituales del personaje? Católico apostólico romano

*? ¿Religión o espiritualidad son una parte de la vida de este personaje? Sí, va a misa cada domingo, tiene un altar en su casa

*? ¿En ese caso, qué papel juega? Importante, aunque de la boca para afuera

?

Cómo está introducido en la historia el Personaje

*? ¿Papel en la novela (personaje principal? ¿Héroe? ¿Heroína? ¿Interés romántico? etc.): ? personaje principal, el héroe cotidiano y antipático

*? Escena donde el personaje aparece primero: desde el primer párrafo

*? Las relaciones con otros personajes:

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? ? 1. Nombre de personaje: María- esposa- se casa con él para cambiar de vida, se queda a su lado por la obligación del sacro matrimonio, a veces, cuando se cansa, se escapa de casa, lo deja y él la va a buscar y la vuelve a llevar a su hogar.

? ? ?

?

? ? 2. Nombre de personaje: ? Antonia- amante – la ama, la extraña cuando emigra, la hace venir al nuevo país y vivir con ellos en su casa, tiene dos hijos con ella , ella muere joven.

? ?

?

? ? 3. Nombre de personaje: ? Giovanna- hija mayor- la trae de Italia cuando tenía un año, la tiene de niñera de sus hermanitos,? la hace ayudar en el cultivo de los campos y le impide ir a la escuela criándola analfabeta para toda la vida.

?

? ? 4. Nombre de personaje: Amadeo- ? hijo 2 de María- Le permite ir a la escuela, tener una infancia de niño, aunque lo ve crecer desde lejos.

LAIA NO QUIERE VIVIR EN LA SELVA.

Filed under: Relato - Tercer ejercicio — NADDIA at 1:34 am on domingo, enero 24, 2010

Para Olalla, por supuesto, y para

la hermanita que nunca llegó.

Laia se despertó encima de un árbol. Por alguna razón el hechizo no había funcionado y ahora estaba en plena selva encima de un tronco gigante, los monos saltaban de rama en rama y ella intentaba recordar las palabras mágicas para volver a casa.

-Casapuch. No, Kataplunks. No. Escasafasichuf.? ¡Nunca lo recordaré! ¡Me quedaré para siempre en la selva!

La idea de quedarse allí por siempre jamás rodeada de monos, orangutanes y peligros le dio tanto miedo que decidió que tendría que haber otra solución. ¿Cómo había llegado hasta allí? Garraf, el hombre malo, le había dado un manual de magia gratis. Su madre siempre la había avisado de que no aceptase regalos de extraños, pero Garraf parecía una persona de confianza.

-¿Qué haces ahí? – oyó desde lo alto. Miró hacia arriba. En las ramas más altas había una especie de niña con alas -¿Qué haces ahí?- repitió.

-No sé, estaba aprendiendo a volar sobre mi casa, pero algo salió mal y he aparecido aquí ¿dónde estamos?

-Estamos en mi casa y no me gustan los invitados.

– ¿Tu casa es la selva?

– Mi casa es este árbol. ¿No podías escoger otro?

– No lo he escogido – dijo Lia fastidiada – ? He aparecido aquí ¿puedes ayudarme a volver?

– ¿Volver? ¿Y dónde vas a estar mejor? A mí me abandonaron en este árbol al nacer. Mis padres no me querían. Claro, nací con alas… Ellos no hacían magia…

– ¿Y tú cómo lo sabes si te abandonaron de bebé?

– Las hadas tenemos un chip de memoria que se activa en situación de emergencia. Cuando mis padres me abandonaron, el chip me hizo crecer de repente y dejé de ser bebé, pero me quedé diminuta porque no había tomado biberones suficientes.

– Vaya, lo siento, pero no entiendo por qué te abandonaron…

– Tuvieron miedo. Sabían que mi bisabuela materna había sido hada, pero mi abuela y mi madre juraron abandonar la magia para vivir como seres humanos normales. Consiguieron ocultar sus poderes durante muchos años. Mi madre incluso consiguió casarse con mi padre sin despertar sospechas, pero cuando nací yo con alas no pudo ocultarlo por más tiempo. Mi padre es traductor de ruso y empezó a decir palabras terribles que mi madre no comprendía (tuvo que utilizar el traductor mágico para entenderlo). Todo el mundo se enteraría y mi padre ya no podría trabajar en secreto para la KGB que es la agencia de los espías rusos y además lo matarían por poner en peligro los secretos de los países del Este. Decidieron abandonarme porque mi madre sabía que el chip de memoria me ayudaría a sobrevivir.

– ¿Y nadie te ha cuidado nunca? – preguntó Laia.

– Mi madre me visita por las noches y me trae cosas que me pueden hacer falta y comida. Aparece cuando estoy durmiendo y a veces vamos en sueños a visitar a la familia. Mamá chimpancé también me trata con cariño.

Laia no quería ver a su familia en sueños, quería abrazar a sus padres y jugar con su hermano.

– ¿No podrías volver a casa aunque quisieras?

– Si volviera a casa, mi vida correría peligro. Garraf es malo. Él acabó con mi bisabuela y por eso mi madre y mi abuela tienen que hacer magia a escondidas.

– Pero podrías vivir en otra ciudad donde nadie te conociera.

– Nadie me conoce, he vivido siempre aquí, ésta es mi casa.

– No me has dicho tu nombre…

– Me llamo Shiana. Y tú Laia, me lo dijo mi chip.

– ¿Me ayudarás a volver? – dijo Laia convencida de que si podía saber su nombre también podía llevarla a casa.

Shiana voló hasta Laia y la miró extrañada.

– ¿Tus padres son buenos?

– ¡Claro! Todos los padres son buenos.

-Yo no sé si los míos lo son…? – dijo pensativa – Estoy muy sola. Si te quedas conmigo te enseñaré toda la selva.

– Te lo agradezco de verdad, pero este sitio me da un poco de miedo.

– No te preocupes, nadie te hará daño. Ven hasta casa, estoy preparando la comida.

Shiana tenía una choza y dentro en una chimenea se cocinaba un guiso que olía bien aunque Laia no adivinaba de qué se componía.

– Estoy preparando cola de serpiente con cucaracha frita, espero que te guste – Laia intentó ocultar la cara de asco mirando por la ventana – después te presentaré a mamá chimpancé y te enseñaré a saltar por las lianas.

– Shiana, tú tienes poderes ¿por qué no me ayudas a volver?

– Porque quiero que vivas conmigo en el palacio que voy a construir y si te niegas te encerraré en una mazmorra.

-¿Mazmorra? – se rió Laia – qué palabra tan antigua, parece de un cuento de brujas malas.

– ¿Te quedarás conmigo? – La voz de Shiana era más una súplica que una amenaza.

– ¿Y si te vienes a mi casa?

– No puedo ¡tengo alas!

– No te preocupes, mi madre es veterinaria, seguro que sabrá arreglarlo.

Shiana se quedó pensativa, nunca había salido de la selva…

– Vale, iré contigo, me gustaría vivir con seres humanos…

– ¿Entonces me ayudarás, vendrás conmigo…?

– Sí, lo haré, aunque quizás nadie me quiera…

– Yo te querré Shiana, no te preocupes.

– Tenemos que esperar a que se haga de noche y luego diremos las palabras mágicas.

Y así sucedió que llegada la noche pronunciaron el hechizo para regresar.

– HOLTA, KALANDA, MOLIKA, MARANDA, SELENDA, KASLATA, HORMANI, GURUNDE, GRON.

Entraron ambas en un profundo letargo. Laia despertó en su cama, su madre entró en la habitación.

– ¡MAMÄ! – abrazó a su madre con tanto entusiasmo que la dejó confusa.

– ¿Qué te pasa? Sólo he ido al médico.

– No nada, que me alegro de verte.

– Tengo que darte una sorpresa. Vas a tener una hermana y se llamará Shiana ¿qué te parece?

Laia miro a su madre pensativa y le dijo:

– Mamá ¿crees que podrás quitarle las alas?

Por alguna extraña razón, a su madre no le pareció rara la pregunta de su hija y hasta se quedó sorprendida de haber dicho el nombre de su nueva niña sin haberlo pensado. Aquella noche había tenido un sueño y una mujer le susurró al oído: Shiana, Shiana…

Vivo, siento y existo

Filed under: Novela: El diseño de los personajes — carla at 11:53 pm on viernes, enero 22, 2010

Diego Vancetti? Gómez.

Edad: 38 años.

Nivel socioeconómico: alto. De familia poderosa en Argentina. Después por su trabajo se mantiene en ese nivel.

Rasgos físicos: ojos azules. Pelo canoso no demasiado corto. Lo lleva con estilo. ? Alto. De cuello fuerte, posee una espalda ancha en un cuerpo atlético y cuidado. ? Llama la atención. En conjunto muy atractivo.

Rasgos de carácter: independiente. Pragmático y, a veces, soberbio debido a su trabajo como Abogado? y profesor. ? Aventurero. ? En ocasiones demasiado centrado en sí mismo. No es enamoradizo y va de una mujer a otra sin problemas de conciencia. Es seductor por naturaleza.

Función dentro de la narración: es uno de los dos protagonistas.

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Lucía LLanes Campos.

? Edad: tiene 27 años.

Situación socioeconómica: su nivel económico es alto pues trabaja desde muy joven? y ha ido ascendiendo en su empresa.

Rasgos físicos: es castaña, con melena larga que lleva en coleta o suelta. Sus ojos son marrones y en conjunto con su cara resultan muy expresivos y atrayentes. Es delgada aunque tiene curvas. ? Su altura es normal pero como suele llevar tacones da impresión de ser más alta. Físicamente es una persona atractiva, si bien no es consciente de ello.?

Rasgos de carácter: muy trabajadora y buena compañera. Estudia mucho para poder acceder a lo que desea. Cuando tiene un objetivo no lo abandona hasta que lo consigue. Luchará por lograr lo que quiere. Soñadora. Nada enamoradiza.

Función dentro de la narración: es la otra protagonista de mi historia.

Jaime López Quintero

Edad: 42 años.

Nivel socioeconómico: alto.

Rasgos físicos: atractivo. Atlético.

Rasgos de carácter: es un crápula. Le encanta salir de fiesta y va de una cama a otra.

Función dentro de la narración: amigo de correrías de Diego.

?

Lola Márquez Murcia.

Edad: 26.

Nivel socioeconómico: medio.

Rasgos físicos: morena de pelo muy rizado. Muy guapa. Alta y sabe aprovechar sus aventajados rasgos físicos.

Rasgos de carácter: simpática. Muy agradable. Loca? por la moda. Competitiva pero buena amiga. Da impresión de superficial pero es una fachada.

Función dentro de la narración: amiga y compañera en la tienda de Lucía.

ADOM

Filed under: Novela: El diseño de los personajes — Alicia at 10:28 pm on miércoles, enero 20, 2010

CUARTO EJERCICIO DE NOVELA. EL DISEÑO DE LOS PERSONAJES

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Personajes principales.

1.

a) ? Nombre: ADOM

b) Edad y nivel socioeconómico. Trece años. Pertenece? a la tribu de los másais, antiguos pastores y ganaderos. En el tiempo de la historia sobrevive junto a su madre y hermanos en una realidad de hambre y miseria.

c) Rasgos físicos. De alta estatura, ojos oscuros y piel curtida. Fuerte y extremadamente ágil, características de su grupo étnico. Cabello negro y rizado.

d) Rasgos de carácter. Originalmente de carácter reservado y taciturno, modificará estas características a lo largo del relato, frente a las difíciles situaciones que deberá enfrentar.

e) Función que realiza en la narración. Es el protagonista. Partirá desde la aldea en busca? de su hermana, secuestrada por extranjeros blancos, con destinos y posibilidades desconocidos y temidos.

2.

a) BARACK

b) Dieciséis años. De la misma tribu, por su edad pertenece al grupo de los guerreros y al igual que Adom se ha visto obligado a huir de la pobreza en busca de un futuro digno.

c)? Como? todos los masáis, es alto y fuerte; su cabello muestra restos de lo que fuera un peinado decorativo. Luce collares de cuentas, brazaletes y dilataciones en los lóbulos de las orejas, adornados con maderas.

d) Extravertido y sociable, cumple un rol de importancia en el relato, compartiendo aventuras y emociones con el protagonista.

e) Tras un encuentro fortuito, entablará una férrea amistad con él, acompañándolo en su búsqueda.

3.

a)? KEIWA

b)? Veinte años. Perteneciente a la tribu de los kikuyos, ha escapado luego de ser explotada sexualmente por soldados ingleses y reside clandestinamente en Nairobi.

c) De estatura mediana, ojos rasgados y mirada temerosa, a pesar de su endeble situación económica no deja de lucir coloridas vestimentas y accesorios propios de su tradición que la hacen particularmente atractiva.

d)? Convive con un pasado dramático, lo que la lleva a manifestar escasamente sus emociones y a ser cautelosa e incrédula.

e) A pesar de su escasa edad, servirá de guía y de consejera a Adom y a Barack.

4.

a)? GEORGE STOCKTON

b) ? Inglés. Cincuenta años. Maneja el comercio sexual? en las principales ciudades kenyanas; de allí proviene su holgado pasar económico.

c) Corpulento y de piel extremadamente blanca, cabellos y media barba rojizos.

d)? Inescrupuloso, despótico y de carácter irascible, siente un profundo rechazo hacia la raza negra.?

e) Es el enemigo declarado del protagonista y sus compañeros, transformándose en un adversario de temer.

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Personajes «Dos corazones»

Filed under: Novela: El diseño de los personajes — Carminacd at 12:17 pm on miércoles, enero 20, 2010

Domenico

Maria

Antonia

Giovanna

Hijo 2 de M

Hijo3 de M

Hijo 4 de M

Hijo1 de A

Hijo 2 de A

Novio de Giovanna

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* Nombre del personaje: Domenico Candido
* Edad y nivel socioeconómico: 40 años, clase media alta en Italia, campesino en Argentina
* Rasgos físicos: morocho, piel blanca, ? alto 1 metro 85 cm, robusto y macizo, de espaldas anchas y fuertes, hombros prominentes, postura segura y decidida.
* Rasgos de carácter: autoritario, firme, decidido, cerrado, agresivo.
* Función que realiza dentro de la narración: es el pilar de la familia, quien decide y gobierna al resto de los integrantes, todos le temen y le obedecen callados y con miedo. Es el que decide emigrar.

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* Nombre del personaje: María Spagnolo
* Edad y nivel socioeconómico: 30 años, desciende de una familia aristocrática venida a menos, se casa con quien la ha pedido como esposa en su pueblo natal y toma su nivel social; es analfabeta.
* Rasgos físicos: alta 1 metro 70 cm, de caderas anchas y senos medianos, robusta a causa de los embarazos sucesivos, bien alimentada. Cabello castaño, ojos marrones, piel trigueña.
* Rasgos de carácter: sumisa, obediente, hasta que se cansa y se rebela.
* Función que realiza dentro de la narración: esposa fiel y sumisa que tiene unida la familia aunque sus arranques de ira y celos la hagan destruir la armonía disfuncional creada por su esposo.

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* Nombre del personaje: Antonia Calabrese
* Edad y nivel socioeconómico: 25 años, de familia empobrecida, debe trabajar como sirvienta cama adentro para mantenerse.
* Rasgos físicos: alta 1 metro 75 cm, delgada, rubia de cabello corto y ojos celestes.
* Rasgos de carácter: sumisa y obediente hasta la humillación. Carente de autoestima.
* Función que realiza dentro de la narración: amante de Domenico, antagonista pasiva y sometida por el hombre del que se enamoró siendo casado.

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* Nombre del personaje: Giovanna Candido
* Edad y nivel socioeconómico: desde su primer año hasta sus 30 años se desarrolla la historia, analfabeta, debe trabajar desde la infancia para ayudar al padre a mantener a la familia.
* Rasgos físicos: cabellos castaños, nariz pequeña terminada en punta de gancho, cara redonda, mentón pronunciado, robusta.
* Rasgos de carácter: silenciosa, acumula tristezas, humillaciones y desprecio que se evidencian en eventuales ataques de ira.
* Función que realiza dentro de la narración: niñera de todos sus hermanos y medio hermanos, limpia la casa de familia, ayuda en el campo,? hasta que conoce un hombre que la pretende y se casan. Es el hilo conductor de la narración.

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* Nombre del personaje: hijo 2 de María
* Edad y nivel socioeconómico: igual que los padres
* Rasgos físicos: semejante a Giovanna
* Rasgos de carácter: un niño travieso, creciendo, un empresario de cereales.
* Función que realiza dentro de la narración: rol secundario

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* Nombre del personaje: hija 3 de María
* Edad y nivel socioeconómico: igual que los padres
* Rasgos físicos: parecida a Giovanna pero más alta, 1 metro 70 cm
* Rasgos de carácter: audaz, simpática, avasalladora; de grande prostituta de ricos
* Función que realiza dentro de la narración: rol secundario

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* Nombre del personaje: hijo 4 de María
* Edad y nivel socioeconómico: igual que los padres
* Rasgos físicos: semejante a Giovanna pero altísimo y gigantón como el padre.
* Rasgos de carácter: introspectivo, inseguro, de grande llega a comisario del pueblo.
* Función que realiza dentro de la narración: rol secundario

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* Nombre del personaje: hijo 1 de Antonia
* Edad y nivel socioeconómico: como el padre
* Rasgos físicos: alto, delgado, castaño
* Rasgos de carácter: simpático, avasallador, fascinante
* Función que realiza dentro de la narración: rol secundario

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?

* Nombre del personaje: hija 2 de Antonia.
* Edad y nivel socioeconómico: como el padre
* Rasgos físicos: delgada, alta, rubia de ojos marrones
* Rasgos de carácter: sumisa, introspectiva, se casa sin amor
* Función que realiza dentro de la narración: rol secundario

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* Nombre del personaje: Cosme Autelitano, novio de Giovanna
* Edad y nivel socioeconómico: 35 años, campesino pobre, inmigrante italiano.
* Rasgos físicos: alto, flaco, ojos verdes
* Rasgos de carácter: alocado, despreocupado de la vida e irresponsable, con el tiempo vago y alcoholizado.
* Función que realiza dentro de la narración: rol secundario

Bailarina

Filed under: Relato - Primer ejercicio,Varios — SILVIA SOLIS CAMACHO at 7:39 am on miércoles, enero 20, 2010

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“un pequeño regalo de amor.”

Lewis Carroll

?

Sentadas alrededor de la abuela Abejina, mis primas y yo tomábamos clase y sin abandonar de todo el juego, esuchamos:

-Niñas, -dijo la abuela-,? provenimos de la realiza. De acuerdo a nuestro árbol genealógico, somos de la familia de los himenópteros, insectos de alas y membranas traslúcidas? como las avispas y hormigas. Nuestra misión quedó inscrita por nuestras antepasadas egipcias y gracias a esos testimonios, se conocieron los primeros colmenares.

Levantó la? ? voz y me recriminó:

? ? ? ? ? ? ? ? ? -¡Abejita, por favor! Pon atención, siempre estás distraída. Eres demasiado inquieta. No encuentro la forma de tenerte en paz, ¡concéntrate niña!

? ? ? ? ? ? ? ? ? – Abuela, yo no debería estar aquí, yo no quiero ser reina, quiero ser bailarina; tengo entendido que el objetivo de esta preparación es la de elegir a la candidata para suceder a la reina.? Yo quiero ser bailarina, no quiero ser reina. La música llena mis venas, el ritmo mueve mis patas; no puedo evitarlo. Sé que nací para ser bailarina y nada más.

? ? ? ? ? ? ? ? ? -¡Niña! ¿Cómo piensas en eso?, ¿De dónde sacaste esa tonta idea si estás a punto de obtener el reinado? Nuestra familia siempre ha sido de obreras y? es la oportunidad de dejar de serlo; ¿muchas quisiéramos estar en tu lugar?

? ? ? ? ? ? ? ? ? -¡Pero abuelita! El poder corrompe todo, es una maldición, se pierde la libertad, es igual que cambiar el color y la brillantez por la oscuridad y el? desamparo.

? ? ? ? ? ? ? ? ? ¡Basta! No quiero oír más, sigamos la clase. Como vimos anteriormente, nuestra misión es la elaboración de miel, néctar que los mismos Dioses nos legaron. Una gota de miel es oro, es? llave que abre el más exigente paladar pero también es cura. La esencia está en esa dualidad: veneno y? salud.

Ahora veamos este esquema.? Nuestros ojos son perfectos, son móviles y? nos permiten ver en todas direcciones, incluso detrás. El daltonismo que para muchos es un defecto en nosotras es cualidad. Percibimos la luz en forma de espectro para muchos invisible. Las antenas suplen la nariz? haciéndola más sensible a los olores por eso, podemos localizar fuentes ocultas de néctar y comunicarnos por secreciones olorosas; las dos mandíbulas sirven para cortar, pinzar, cepillar? y amazar el propóleo o? para construir las paredes de los alvéolos. Nuestra trompa posee una lengua retráctil? que permite aspirar hasta lo más profundo de las flores y recolectar el polen.

Con las patas delanteras lo agarramos mientras las posteriores son cucharas para recogerlo. Aquí en la panza? -se soba el vientre- se acumulamos la miel y el agua que luego se expulsa.? Con estos recursos debemos? defender el colmenar y a la reina? a costa de nuestra? vida.

Interrumpí? para hacer una pregunta:

? -abuelita, el otro día en la clase de civismo aprendí que las abejas practicamos la más pura democracia? Cierto que debemos a nuestra soberana el máximo respeto y lealtad absolutas pero entonces, ¿Por qué no somos libres de escoger nuestro destino? ¿Por qué no podemos ser libres? ¿La democracia no incluye la libertad como un Derecho?? A mí la democracia me esta pareciendo un sistema enmascarado de esclavitud.

La abuela me miró con notable disgusto y sin ningún comentario prosiguió la lección:-como decía-, Abelina I? tuvo que librar una batalla a muerte con su más cercana rival al trono.? Como vencedora, emprendió el vuelo nupcial donde se unió cinco veces a una decena de zánganos.

-¿Sin estar enamorada? ¿Sólo por el mandato natural? de aparearse? Me han contado que el verdadero amor es eterno –dije en tono de seguridad- ella estaba enamorada de otro ¿no?

La abuela siguió ignorándome:

?

? Entre los candidatos desgraciadamente no estaba Abejón, su más ferviente enamorado. Ella se sintió decepcionada? y a él lo embargó? un estado de profunda tristeza de la que, hasta la fecha, no se repone.

Volví a interrumpir:

? -¿Es decir que tampoco la reina puede decidir a quien amar? ¿Cuáles son los privilegios de ser reina??

La abuela se acercó disgustada y con el puño? me? dio un coscorrón; acto seguido, volvió al tema.

-La vida monárquica no es fácil, la reina está al servicio de la comunidad y ésta, al servicio de la reina. Su deber es recluirse durante cuatro o cinco años dedicada aponer un huevo por minuto? para garantizar su descendencia.

Hace días se confirmó que Abelina I está gravemente enferma, los médicos de palacio hacen todo lo posible por salvarla.

Guardé un profundo silencio. La preocupación me saltó con ferocidad al pensar que mi más inmediata estrella me conducía a sustituirla.

Esa noche no pude conciliar el sueño. Una cadena de pesadillas confusas me mostraba un porvenir del cual no era partidaria.

Las clases con la abuela siguieron su curso:

Nosotras, -enseñó la abuela-, somos insectos sociales, nos necesitamos las unas a las otras y no podemos vivir fuera del colmenar. Desde siempre se nos ha reconocido la constancia, disciplina y variedad en el trabajo. A diferencia de nuestras parientes las hormigas que realizan una única tarea toda su vida,? nosotras cambiamos de función según sea conveniente. Podemos ocuparnos de limpiar los alvéolos de la colmena, almacenar el polen, fungir como nodrizas y? hasta ser arquitectas y constructoras de nuestra casa.

? ? ? ? ? ? ? ? ? ¡Abuela! volví a mi puñado de interrupciones:

– A mí lo que más me gusta es ayudar a mantener la temperatura y humedad del castillo colmenar, para ello,? agito con rapidez mis alas? y eso me divierte mucho, es como bailar. La danza eleva el alma mientras la conduce al centro del equilibrio. Cada movimiento del cuerpo va siguiendo la música por un sendero que llega al cielo, a la eternidad.?

A mí, – dijo Abelida, mi prima- me encanta estar de guardia a la entrada del castillo y luchar contra las avispas y las mariposas. Me siento como valerosa guerrera. La confianza es depósito de tentaciones sometidas; el control es freno de excesos. Vigilar el sueño y la paz de la reina provoca en mi el orgullo y la satisfacción del deber cumplido. Fíjate abuelita que el invierno pasado se apareció Abejón con quien sabe qué intenciones. Aunque es más gordo y más peludo que yo, lo ataqué ? con? decisión? y? lo hice respetar la ley que prohíbe? a los zánganos presentarse? ante su majestad sin su anuencia. Abejón? soltó en llanto. Está profundamente enamorado.?

-No me importaba morir o ser? expulsado –gritaba abatido.

Abuelita, ¿Por qué los zánganos son esclavos de la colonia, por qué no se les trata con más consideración? Sabemos que fuera del reino no son capaces de sobrevivir, carecen de aguijón y no pueden defenderse? del enemigo. Es injusto que? únicamente se les utilice para concebir, ellos también sienten ¿no?

¡Niñas! -gritó la abuela- eso no es posible, la naturaleza ha determinado que su función sea fertilizar y luego, ser destrozado por la reina o ser abandonado a su suerte así ha sido siempre y no hay manera de cambiar esto.? Habrá muchas cosas que a su corta edad pueden parecerles injustas pero, el? orden es equilibrio y si se rompe, viene el caos. Sin decir más prosiguió la lección:

Hoy hablaremos de un tema muy interesante: las feromonas. La reina segrega una sustancia química específica para cada colmena e indispensable en la cohesión social. Al tocarla,? nos transmite la información genética necesaria para dar continuidad a nuestra misión. ¿Se dan cuenta de la importancia de la actuación de la soberana?

A nosotras, como obreras, las feromonas nos sirven sólo para localizar manantiales de néctar que son lugares de enjambrazón de la reina por los zánganos durante el vuelo nupcial, para emitir señales de alarma o para controlar reservas de comida.

Al concluir la sesión, salí a toda prisa a mi clase de danza; mis primas fueron conmigo. Ya en el salón de baile, practiqué complicados pasos en una coreografía perfecta. Traté de mostrar lo que alguna vez aprendí del filósofo austríaco Karl Von Frisch quien estudió por treinta años nuestras costumbres y descubrió nuestro lenguaje escondido en la danza. Afirmó también que el baile contiene un código secreto; así? me enteré,? que cuando volamos en círculo se pueden inspeccionar lugares de hasta veinticinco metros; en tanto, para supervisar distancias mayores, el baile debe ser bullicioso, en forma de ocho o con figuras más complicadas las cuales, por su grado de dificultad, requieren de? largas horas de práctica.? El baile siempre se? debe remontar tomando como referencia al sol. Con distancia y la velocidad de las vueltas se mide la pericia de cada abeja sobre sí misma. Esto fue prueba irrefutable para el estudioso quien concluyó que las abejas poseemos una facultad de entendimiento muy desarrollada.

El baile es mi vida por él descuido algunos de mis deberes. Me olvido hasta de comer y sacrificó mis horas de sueño en? el perfeccionamiento de cada paso, de cada movimiento.

A la mañana siguiente, luego de la clase, la abuela? nos dio una mala noticia:

-Jovencitas, hoy la clase tratara acerca del papel tan importante que debemos realizar: La polinización. De las especies florales y del desarrollo de los cultivos frutales se obtiene el polen. Es indiscutible: “¡sin polen, no hay fruta, sin abejas, no hay polinización!”. Como saben, la técnica que hemos de emplear para realizar esta función es la llamada entomófina. Apréndase de memoria la forma en que se lleva a cabo porque serán las encargadas de esa tarea, recuerden, se espera de ustedes? calidad y eficacia.

Posteriormente leímos, “La vida de las abejas” de Aristóteles ? y supimos que el? científico Einstein dijo: “Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre solo le quedarían cuatro años de vida: sin las abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni? hombres…”

Con esto damos por terminada la clase. Les informo –concluyó-, que el Consejo Directivo de este Plantel, convocó a una junta extraordinaria;? al parecer, la reina madre ha tenido una recaída y su salud se ha agravado; en cualquier momento se espera el desenlace fatal. Su majestad pierde peso y se la mira demacrada. Ya el Consejo médico presentó su diagnostico final: Nosemosis, una enfermedad que afecta la capacidad de postura. También, la reina ha sido atacada por algunos ácaros y la inmovilidad? se ha tornado casi? absoluta, el sufrimiento es indescriptible. La medida terapéutica que se tomó para evitar la infestación? es destruir el colmenar? ? e inmolarse en sacrificio. Ella misma? pide a gritos que sea cuanto antes.

Todas guardamos profundo silencio. Luego de unos instantes, la abuela se dirigió a mí con voz enérgica:

? ? ? ? ? ? ? ? ? -Abejita, debes estar preparada porque oficialmente, eres la sucesora. Cuando llegue el? momento, deberás iniciar? como reina virgen. La ceremonia nupcial iniciará al tomar el cetro, la coronación y? elegir? el séquito de? zánganos que formarán tu corte inicial.

Sin decir palabra abandoné el lugar. Me sentí? con? deseos de visitar a la reina a quien había tomado un sincero cariño.

Por el camino me encontré a una abeja ajena. Era distinta de todo a todo. Su ropa brillante y de muchos colores pero, sus alas eran muy distintas a las mías; eran como alargadas y no volaban, al menos, la sujetan como si descendiera del cielo.

Me llamó por mi nombre. Y confieso que, uno de mis peores defectos, según dice la abuela es la curiosidad así que fui a su encuentro.

Me dijo que era mi hada madrina y venía a ayudarme.

¡A quien le importa ser reina!? – dije sin pensar-. Lo único que anhelo? es ser bailarina.

El hada me miró con ternura y se acercó para susurrarme unas palabras. Asentí con obediencia y seguí mi camino.

Me dirigí? a la casa de Abejón. Lo encontré desecho, ya se había enterado del estado de la reina. Traté de consolarlo pero todo fue inútil; luego de un? largo rato de desesperación, me pidió que lo picara con mi aguijón, que mi veneno fuera la única forma de? estar? con su amada. No quería seguir viviendo.

-La vida, desde que no la veo, perdió su significado –dijo entre sollozos-, me conformé porque como futura soberana? tenía deberes que cumplir. Le propuse huir pero ¿a dónde iríamos?, sería perseguida y condenada a muerte. Fuera del colmenar tendría los días contados.

Admiré y respeté con toda sinceridad los deseos de Abejón.

No me importó lo demás? porque creo en las promesas. En las que nos hacen.

? Llegué ante su majestad. Me acerqué mientras se deslizaba una sombra. La noticia de tu enfermedad? me enloquece; deseo? compartir su suerte. Si mueres no necesito la vida. ¡Por favor ayúdame! ? -me dijo desesperado-. Sé que tú? crees en el amor; sabes que es? mejor? morir por el ser amado que? vivir una vida sin sentido. Mis días y los de ella están contados, ayúdanos a estar juntos? aunque no sea en este tiempo ni en este espacio. Sin pensarlo lo piqué.

Luego me fui a la clase de baile. Al iniciar la práctica, no escuche las recomendaciones de la profesora? quien me advirtió que esa pirueta? ? presentaba un alto grado de dificultad que aún? dominaba. Un silencio vertical vislumbró el ambiente. Minutos más tarde? y tras la sorpresa de los presentes, mi cuerpo voló sin control mientras alcanzaba el abismo. Las promesas se cumplen y el hada; cumplió.

CÍPLICO

Filed under: Relato - Segundo ejercicio — SILVIA SOLIS CAMACHO at 7:36 am on miércoles, enero 20, 2010

CÍPLICO

“Y Dios decidió? dividir el mundo. Mitad de envidiosos y Mitad de los otros. Para probar a estos últimos, llamó a uno de ellos y le? dijo que le regalaría un castillo, joyas y demás cosas valiosas? ? con la condición de que estuviera de acuerdo? en que a su hermano, ? le? obsequiara el doble… prefirió no recibir nada”

Algo había de espectacular en ese lugar. Los sillones se perdían de vista formados uno tras otro. Diez o quince personas con semblantes muy pálidos, casi verdes, esperaban.

Cíplico tomó su turno y se sentó al lado opuesto a mí. Sus ojos se veían entornados por grandes ojeras. Su boca casi seca enmarcada en labios delgados.? Se sentía un viento helado en todo el ambiente.

Luego de larga espera, lo vi salir del consultorio. Había ido a una revisión médica de rutina. Estaba? tan pálido como los demás; igual de verde.? Se acercó y dijo:

– Vámonos? ? -siguió caminando.

-¡Bah!? Siempre con tus cosas –murmuré-.? ¿Qué te dijo el médico?

? -¡qué va a decir!, tengo leucemia ¿no? -contestó cortante-.

Seguimos sin hablar. Meditabundo recordé cuando éramos niños. Como primogénito gozaba de todos los privilegios y? las atenciones.

Cuando llegó él me despojó de todo. Nuestros días juntos fueron tornándose difíciles. A mí ya no me tomaban en cuenta para nada. Él era el pequeño, indefenso, el que más necesitaba, ¿y yo?

Empecé a verlo como? enemigo. Mientras trascurría el tiempo, más crecía mi resentimiento y un fuerte rechazo hacia él. ¿Envidia?, ¡Por supuesto que no! ¡Sólo Justicia! No se te puede dar todo y de un momento a otro, despojarte.

Hiciera lo que hiciera, él siempre era? mejor. Se empeñaba en superarme en todo y siempre lo lograba.

Mamá lo quería más. Sus travesuras de niño eran visiblemente festejadas en tanto las mías por pequeñas e insignificantes que fueran, eran castigadas duramente.

Fuimos creciendo. Él las mejores cosas, los mimos, las caricias. A mí me daba rabia que me responsabilizaran como hermano mayor? de su seguridad y hasta de su bienestar. Recuerdo que siempre fue así. Quise imitarlo, ser igual que él, pero no funcionó:

– Por favor hijo,? eres mayor,? no te toca portarte igual.

Rebeldía total fue el siguiente paso: malas calificaciones; en realidad nunca había sido muy brillante pero, al menos, obtenía? ? regulares notas.? Maltratos, regaños y castigos fue lo único que logré. Él por su parte, recibía cursos especiales para ponerse al corriente de algunos atrasos. Él deportista, bien educado y cariñoso. Mamá lo exhibía en sus reuniones con familiares y amigos por sus hazañas; cuando alguien preguntaba por mí, ella decía: -¡Es una verdadera calamidad? un día de estos, va a matarme de un disgusto!

Cuando mamá se enteró de su enfermedad cambió completamente. Meditabunda caminaba casi todo el día como sombra de aquí para allá, regando sus rezos por toda la casa, mirándome de manera hosca, casi hostil.

El sábado pasado la? escuché decir a papá en voz tan baja como un murmullo y con un hondo suspiro de resignación ¿por qué él? ¿por qué no el otro?

? Lo lógico era que fuese yo dados mis antecedentes. Se refirió a aquella ocasión en que? el maestro de matemáticas le informó que andaba fumando de esa porquería de hierba ¡puros problemas! y él, tan buen hijo. Un sollozo apagó su voz.

Seguimos caminando. Normalmente no teníamos nada que decirnos. Lo miraba de? reojo. La ? delgadez de Cíplico era extrema, su piel pálida verdosa y esas ojeras tan profundas como si buscara ocultarse tras un antifaz.

Llegamos a casa. Mi madre, como siempre, corrió hacia él? y le preguntó:

¿Cómo te sientes?, ¿Qué te dijo el doctor?

–Lo de siempre, -contestó-.

Días después, casi a media noche, entró su sombra en mi dormitorio y se sentó a la orilla de la cama. Me desperté y al verlo junto a mí,? sentí miedo; así, bajo las tinieblas, parecía un ser de otro mundo.

– Mira, -dijo- necesito hablarte.

Es cierto que entre nosotros no ha existido mucha comunicación pero, quiero pedirte un favor. ? Un regalo de Navidad. Yo escuchaba en silencio ¡era el colmo! Él que acaparaba todo era capaz de pedirme algo. Lo vi tan desamparado que no pude más que pensar que a pesar de todo, era mi hermano.

El médico aseguró que ? mi enfermedad no tiene remedio –dijo con voz entrecortada-,? ira decayendo poco a poco y no tengo el valor de seguir hasta el final. La decadencia es una humillación? que no quiero pasar. ¡Ayúdame!

-¿Cómo sabes que lo haré? -Murmuré? tímidamente-.?

-Siempre quisiste mi lugar.

Traté de ser indiferente, de acallar mi corazón. Busqué amontonar en el fondo oscuro de la conciencia, la alegría que por un instante recorrió mi espalda.

Es un sufrimiento inútil –siguió- y no lleva a ningún? lugar Será el final. Precisamente en esa fecha donde todos están felices y llenos de esperanza, ¡no es el colmo! Ese día, mientras la mitad del mundo festeja, la otra sufre.

Cuando vio mis titubeos, arremetió:

-Volverás a ser el único.

No agregó más y salió apresuradamente.

Pasó no sé cuánto tiempo. Llegó la navidad y no hubo celebraciones. El árbol permaneció en la penumbra; la cena y el brindis esperaron inútilmente.

Mis padres permanecían cabizbajos y silenciosos y no se percataban de mi presencia.

Estuve caminando de un lado a otro de? mi habitación sin encender ? la luz. Mi rostro se iluminó cuando prendí un fósforo con el que? encendí un cigarro mal envuelto en una sábana.

Fumé mientras mi mente se extraviaba en un laberinto de locura.

Llegué hasta su cama; lo vi más flaco que nunca, más verde que nunca.

? Me vio y aunque no dijo nada, su mirada devolvió un destello de complicidad. Permanecí ? de pie junto a su lecho por unos minutos.

Olía a humedad, alcohol, a éter o alcanfor; a rencor? añejo o a fracaso, ¡quien podría soportarlo! Salí apresuradamente.

Mamá entró bruscamente? a mí cuarto gritando: ¡Tu hermano!, ¿Qué has hecho con tu hermano?

Con irónica soberbia y respondí: “¿Acaso soy el guardián de mí hermano?”

De lo que hayas hecho ya responderán ante el que nace ahora.

Con todas mis fuerzas cerré los ojos mientras me invadía un silencio vertical.

Todo ha sido inútil. Aunque no él esté ? siempre seré el malo.

En ese momento comprendí que? mi vida es sólo un segundo lugar. Fue entonces que lloré.

MEMORIA DIFUSA

Filed under: Novela: El diseño de los personajes — Alfonso at 8:45 pm on martes, enero 19, 2010

José

70 años, nivel socioeconómico medio-alto

Es un hombre mayor, con canas repartidas por un pelo castaño, no demasiadas arrugas, nariz prominente y cejas espesas. Gafas para leer, manos arrugadas con las venas abultadas, dedos largos y finos. Estatura media.

Es un hombre tranquilo con menos paciencia que antes, más discutidor, con más necesidad de tener la razón, subdepresivo, nostálgico, sentimental, sensible.

Personaje principal

?

Ceballos

Compañero del colegio. Como el se ha hecho mayor, se reencuentran. El pone a José al tanto de todo lo que ha pasado en los años que no ha estado.

70 años, nivel socioeconómico medio

Todavía tenía pelo aunque sus entradas eran importantes y lo que le quedaba estaba desordenado y en gran parte cano. De nariz recia, ojos expresivos y cejas muy pobladas

Muy arrugado.

Alto y desgarbado, vehemente y campechano

Personaje principal

?

Lucia

Hija de José

40 años, nivel socioeconómico medio

Morena de pelo largo

Alegre y vivaracha

Personaje secundario

?

Julio

Esposo de Lucia

Personaje secundario

?

Julito

Hijo de Lucia y Julio, nieto de José

8 años. Rubio ojos claros

Personaje secundario

?

Maria

? neuróloga de José

Personaje secundario

?

Don Luis

95 años

Antiguo profesor de José y de Ceballos

Está en la cama muriéndose

Personaje secundario

?

Vicente y Felipe

Amigos de José

Personajes secundarios

?

Laura

Antigua novia de José

Personaje secundario

Preconcebida – Personajes

Filed under: Novela: El diseño de los personajes — Quioreng at 10:42 am on martes, enero 19, 2010

* Nombre del personaje : Marta Jessica Conde Leal

* Edad y nivel socioeconómico: Medio-bajo su familia. Ella tiene un buen trabajo

* Rasgos físicos: Morena, ojos color canela, talla mediana más bien delgada pero con un poco de tripita, piel morena.

* Rasgos de carácter: Un gran sentido del humor, Carácter fuerte, muy marcado, un poco egoista, tiene muchos complejos que no conoce, tiene una visión muy sesgada de las cosas, es incapaz de ver el punto de vista de los demás. Unido a todo esto necesita la aprobación constante de la gente que la rodea.

* Función que realiza dentro de la narración: Es el personaje protagonista y uno de los narradores

______________________________________________________________

* Nombre del personaje : Antonio López García

* Edad y nivel socioeconómico: Medio-bajo su familia.

? * Rasgos físicos: Moreno, ojos oscuros y grandes, alto , piel morena.

* Rasgos de carácter: Sincero, espontáneo, muy libre, hace lo que quiere en todo momento. Muy paciente y tolerante.

* Función que realiza dentro de la narración: Es el personaje secundario principal y también narra en primera persona algunos tramos de la novela.

Filed under: Relato - Primer ejercicio — SILVIA SOLIS CAMACHO at 7:37 am on viernes, enero 15, 2010

El resto es silencio

-Shakespeare

?

Todo empezó como un juego. Ella tenía la costumbre de salir a la calle, barrer la grada y dar de beber a las macetas y árboles que encontraba a su paso. Con? la punta de los dedos vertía agua sobre el piso para que el polvo no alborotara la mañana.

Siempre bien peinadita con el plateado cabello discretamente custodiado entre dos peinetas.? Poco maquillada pero los labios pintados de rojo carmesí. Vestida correctamente, casi siempre con traje sastre a dos piezas y blusa? con cintas? amarradas al cuello en forma de moño como si? todavía fuera a? ir a la escuela a impartir sus clases de piano. Las zapatillas de medio tacón cuadrado repiqueteaban en la piedra como dos castañuelas. Era una mujer silenciosa. Cuando me veía llegar con mi maleta cargada hasta el tope, me daba los buenos días con una sonrisa afable.? Yo desde muy temprano seleccionaba? de entre los paquetes,? su correspondencia: Cuidadosamente escudriñaba entre timbres,? códigos fiscales, señas? particulares y direcciones hasta encontrar especialmente esos. Tomaba? los de pago de servicios y el sobre azul que era el que contenía el cheque de su pensión. Los sacaba de la maleta y los depositaba en el buzón? mientras ella simulaba a duras penas, el insomnio de la noche anterior en espera del pliego azul mismo que representaba un suspiro para la liquidación de sus deudas; sobre todo, el pago de la renta al señor González quien le había advertido lo importante de no estrazarse en el alquiler si deseaba seguir beneficiándose? con ese pago tan “simbólico” que la ayudaba para irla pasando.

¡Él ejerció libremente su derecho a largarse! –dijo con ojos llenos de lágrimas. Pero yo me? quede; no supe a donde ir. ¿Dónde está el lugar para una mujer vacía??

Luego de caminar unos pasos, observé de reojo? como revisaba la? correspondencia habitual y? de cómo se sorprendía por la presencia de un sobre distinto. Revisó dos o tres? veces para cerciorarse que era para ella. Su rostro se iluminó igual que un niño cuando recibe una golosina. Con la vehemencia asomada en sus grandes pupilas, olvidó su cotidiana labor y? enseguida se escucharon sus tacones correr hacia el interior de la casa.

De los trece años que tengo de cartero asignado a esta zona, es la primera vez? ? que veo? tanta? felicidad de alguien que recibe una carta. De hecho, ha disminuido el trabajo, los carteros,? me temo, están a punto de desaparecer. ¡Qué distinto hace unos años!? Por estas fechas, no nos dábamos abasto para entregar las tarjetas de felicitación para Navidad y Año Nuevo.? Los que estaban lejos de la familia, establecían un vínculo cariñoso al escribir unas líneas; quien las recibía, luego de luchar con una desesperada alegría,? se iban colocando en el árbol navideño el cual,? muchas veces no necesita de más adornos al cubrirse de buenos deseos escritos en tarjetas de colores. De pronto, todo eso terminó; tal vez fue porque se encareció el papel o el valor de los timbres quedó fuera del alcance de muchos.

Las cartas desde hace tiempo han caído en desuso; lo mismo que los filatelistas o el romántico encargo de hacer llegar una misiva amorosa? o secreta a través de palomas mensajeras.

Al? otro día regresé y la encontré en su? labor habitual, mientras? tarareaba una canción que yo conocía muy bien, “Solamente una vez” de Agustín Lara. Esta vez entregué el sobre en propia mano. Ella se ruborizó. Yo le guiñé un ojo en maliciosa complicidad.? Ella se alejó dejando sonar un alegre y apresurado taconeo.

Al día siguiente fue lo mismo y así durante noventa y tres días descontando los fines de semana. Si por un descuido pasaba por esa calle? algún domingo, la veía en la ventana, con la mirada perdida. La espera suele ser multifacética: A veces se aguarda con impaciente deleite y otras, con sórdidas ganas de atormentar al reloj para que acelere su paso.

Ella esperaba siempre con esa tenaz disciplina de necia ilusión. Yo, en mis noches de desvelo, hubiese querido adivinar ¿Qué esperaba?, ¿Un aumento en la pensión?, ¿Alguna noticia?, ¡Dé quién si se la veía tan sola! ¿Un amor? ¿Qué diablos esperaba con tal desesperación? El tiempo derrota a la? distancia, los orgullos, los rencores, tal vez hasta los olvidos para entregarse por fin al punto de armonía? con un espacio determinado.

También a los carteros nos tienen olvidados; ya no entregamos cartas de amor o mensajes personales, sólo publicidad y estados de cuenta. Ya no se? nos felicita el doce de noviembre en el mejor de los casos,? ? alguna vez,? recibimos una fría propina.

Caminaba por esas calles mil veces recorridas. Mis pies? se sabían de memoria cada tramo. Avanzaba paso a paso entre las baldosas; a veces,? en las ruedas de? bicicleta o en la rapidez de la moto. Por años, diariamente he recorrido? esas calles que en esta colonia llevan nombre de flores; es como si? cada manzana se deshojara en una cascada de pétalos bajo mis constantes recorridos. Esa noche no pude escribir? una sola línea.

El saludo esperanzador que ella me ofrecía cada mañana se tornó en? amargo gesto de desilusión al percatarse de la ausencia del habitual sobre. Un silencio vertical enturbió su rostro.

A la mañana siguiente no estaba. Dejé la correspondencia en el buzón. Lo grave fue que pasaron varios días y no la vi. Nadie había retirado las cartas atrasadas.

? Junté el mayor disimulo que pude y pregunté a una vecina. Ella se santiguó y dijo en tono de tragedia: “¿Elena? ¡La pobre! Murió de sueño o soñó con morirse. No despertó. Por varios días nadie se dio cuenta,? ¿mira si es grande el destino y esta ciudad es chica?” –me pregunté-.

LAS NAVIDADES DE PALMIRA

Filed under: Relato - Segundo ejercicio — NADDIA at 11:22 pm on miércoles, enero 13, 2010

La casa de Palmira se llenaba de regalos cuando se aproximaba la Navidad. Su padre era un buen médico y los pacientes agradecidos no dudaban en llenar su casa de cestas, champán, besugos, mariscos, vinos y todo tipo de obsequios que Palmira veía como algo natural perteneciente a la Navidad. Así pasó Palmira su infancia creyendo que en todas las casas habría la misma lluvia de regalos que en la suya. Para cuando fue mayor, su padre ya se había jubilado y los regalos habían ido desapareciendo poco a poco. El ser humano olvida enseguida y los favores del pasado se fueron diluyendo hasta llegar a un retiro confortable, pero sin lujos.

Palmira no se había casado a pesar de la preocupación de su padre porque se quedara sola en el mundo el día que él le faltara, pero ella no podía soportar la idea de abandonarlo después de haber sido su única compañía tras la muerte de su madre. La propuesta de irse fuera de casa no la había seducido así que había estudiado piano y canto y había ayudado a su padre como enfermera, pero nunca había querido una titulación, decía que si no podía ser médico no le interesaba ser ayudante de otro que no fuera su padre. Le hubiera gustado ser médico como su padre, pero en aquella época las mujeres no estudiaban en las facultades y más allá de la costura o la música todo lo demás era considerado como poco femenino. Su madre la había avisado de pequeña que el mundo no sería un lugar fácil. Después vino Dios y se llevó a su madre. Palmira se enfadó con Dios y juró no volver a misa, pero como su padre la obligaba a asistir a la Iglesia, juró que no volvería a rezar, así que sólo movía los labios para disimular, pero nunca más rezó a aquel Dios tan malo que le había quitado a su madre.

Era Navidad otra vez y Palmira fue a misa con su padre como de costumbre aunque aquel día fue algo diferente. Palmira sentía un olor especial en el aire y no eran el incienso ni la mirra ni los perfumes de los feligreses lo que hacía el aire diferente, era algo distinto que no era capaz de determinar. La misa del Gallo ya no se celebraba a media noche porque se suponía que el cura también tenía derecho a reunirse con su familia o con alguien de la parroquia que lo invitara, así que a las ocho de la tarde, justo antes de la cena se juntaban los parroquianos y celebraban la Navidad. Los cantos alegres propios de la fecha alegraban a Palmira porque las misas para ella solían ser un gran aburrimiento. En medio de la homilía vio que Dios le hablaba por boca del Niño Jesús: <Palmira: tu padre te adora y lo sabes, pero tu presencia en su vida, lejos de ser un alivio ha pasado a ser una carga. Teme dejarte sola por eso no ha querido salir con Engracia, la vecina de la casa de enfrente>.

Palmira miró a su padre que seguía tranquilamente la homilía de Don Salvador y tuvo ganas de preguntarle si lo que acababa de escuchar era cierto. Después de una breve meditación, concluyó que no estaría bien que el Niño Jesús mintiera y decidió creerlo. < ¿Y qué puedo hacer yo?> le dijo? ? ? ? ? ? ? < ¿Debo irme de casa con el primero que encuentre?> <No – dijo el Niño – sólo con aquel en cuyo corazón te veas reflejada>.

Palmira miró desesperanzada al Niño. <Creo que eso ya no existe, Jesús, hace muchos años que el ser humano se ha vuelto egoísta y el amor de verdad ya no se lleva, pero te lo agradezco de todas formas y prometo rezar de verdad cada vez que venga a la Iglesia.>.

Desde aquel día Palmira acudía? diariamente a misa con o sin su padre. Don Salvador, el joven cura que llevaba la parroquia, se sintió gratamente sorprendido por el interés repentino de aquella feligresa por todo lo referente a los eventos de la comunidad. Palmira pensaba que los curas siempre tenían un nombre adecuado a su condición, como si sus padres en la cuna ya hubieran determinado cuál sería su futuro.

Y así, entre misas, reuniones, catequesis y campamentos de confirmación, Palmira fue convirtiéndose en la mano derecha del sacerdote Don Salvador y un día cualquiera Don Salvador descubrió que ya no le gustaba estar solo y que, quizás, podría servir a Dios de otra manera.

Pasó todo un año desde que el Niño Jesús habló a Palmira y de nuevo el 24 de diciembre y ante aquel mismo Niño, Palmira y Salvador, que había renunciado a sus votos, se juraban amor eterno. El padre de Palmira acudía atónito y feliz al evento en compañía de Engracia, la vecina, la que tanto había anhelado ejercer como madre de Palmira.

El hombre que camina en zig zag

Filed under: Poesía - Segundo ejercicio — carla at 5:46 pm on miércoles, enero 13, 2010

Él te esquiva.

Él te evita.

Él busca en muchas

lo que no encuentra en una.

Diriges su vida

y eso le indigna.

Porque te odia.

Porque te teme.

¿Y si se queda solo?

¿Y si le ven solo?

El tiempo pasa.

Tú le acechas.

Sus amigos se han unido.

Él pasea con su sombra.

Los suyos una familia propia han formado.

Él despierta mientras nombra:

los amores pasados,

los corazones truncados.

Soledad,

tanto te evitó,

que? a su edad

eres una enfermedad.

Pero un día camina,

corre de nuevo

buscando consuelo

en unos expresivos ojos,

en unos labios rojos.

Te esfumas

soledad.

Su compañía fabrica la risa

que te hace brisa,

que te hace volar,

que te hace evitar

su camino y

su destino.

La soledad y el amor

Filed under: Poesía - Segundo ejercicio — Alfonso at 10:49 am on martes, enero 12, 2010

Soledad, silabea

suave y susurrante

el viento de la vida

al viajar hacia delante

?

Soledad suena a silencio

sabe a hiel

huele a rancio

su tacto no es de piel.

?

Sola, al nacer

Solo al vivir

Sola, al crecer

Solo, al morir

?

Soledad amarga y triste

Soledad cruel y severa

Aguanta y resiste

Llora y espera

?

Toda la vida buscando

cariño y abrigo

Toda la vida llorando

por un corazón amigo

?

Tanto busqué

que me olvidé

de dar lo que añoraba

amor que otro necesitaba

?

Nada dí

Nada recibí

Ya nada pido

Ya nada tengo

?

Dinero y bienes daría

por un mimo, una caricia, un beso

Quien solo fortuna ansía

no da amor, ternura ni embeleso

?

Nada di

Nada recibí

Soledad que solo de ti

compañía percibí

?

Soledad que me acompañas

en estos últimos años

Tristeza en las entrañas

dolor en los redaños

?

Si reencarnarme pudiera

amor entregaría

para que después volviera

y la soledad escaparía

?

Tarde comprendí

que dar es amor

y dando recibí

afecto y calor

Mujer de un solo amor

Filed under: Poesía - Segundo ejercicio — Indalo at 1:56 am on martes, enero 12, 2010

Geranios, jazmines, fachada de cal, puerta de madera.

Siempre asomada a la ventana, desde su jaula eterna.

Pasaban los días, pasaban las primaveras;

pasaba las noches, recordando sus penas. Tras la ventana ella.

Casa cárcel, soledad extrema, lugar de la niña morena.

¡Niña, ven con nosotros, ven a la fiesta!

Yo no puedo salir, estoy enferma;

tengo humor de noche negra. Tras la ventana ella.

Amor con amor, a lo lejos se juntan,

dos jóvenes en la callejuela.

¡Vente conmigo al mar, hoy hay luna llena!

Yo no puedo salir, estoy enferma. Tras la ventana ella.

El mozo se acerca a su ventana, se detiene ante ella.

¡Niña morena!, tus labios son amapolas, tus ojos estrellas;

ven conmigo a la plazuela, mi amor te espera.

Yo no puedo salir, estoy enferma. Tras la ventana ella.

Mañana te traeré la luna y todas las estrellas

y la virgen de la esperanza, y mi amor con ellas;

pero dime que vendrás conmigo a la fiesta.

Yo no puedo salir, estoy enferma. Tras la ventana ella.

Mi amor marchó con el viento, se fue en la noche aquella.

Testigos fueron luna, virgen y estrellas.

No me las traigas, no quiero verlas;

sólo quiero la flor que se fue la noche aquella. Tras la ventana ella.

Vidas Amarillas

Filed under: Poesía - Segundo ejercicio — Quioreng at 4:54 pm on lunes, enero 11, 2010

Lenta e incansable manecilla

Himno de las horas vividas

De triunfos, y amores amarillos,

que rellenan cultos e ilusos

un vientre de hueco perpetuo

que bombea un corazón frío

vivo pero casi muerto, agotado

por veloces e implacables calendarios.

Decisiones calladas, pasiones apagadas

Altas ramas de uvas plagadas.

Anhelos de vidas amarillas, compradas

Descoloridas alegrías no acompañadas

solitarias cinturas no abrazadas

hermanas de manos desoladas,

labios rotos y pupilas mojadas

que ansían desconsoladas.

Días de fuertes anclas amarradas

a resacas de otras marejadas

Paz de tormentas acorraladas

pero latentes, pacientes, ardientes,

y al instante, evidentes, patentes.

presentes.

Amantes con cadenas

Filed under: Poesía - Segundo ejercicio — Carminacd at 1:06 pm on domingo, enero 10, 2010

Dos soledades en una semana

y tu voz a las diez de la mañana.

?

Tu lengua en cuatro besos en minutos

y un mes entero sin tus ojos mudos.

?

Siete palabras tuyas por escrito:

Te quiero y te deseo y necesito.

?

Inmensa la lujuria de una hora.

Ni tú ni tu saliva ni tu aroma.

?

Útero y corazón se me contraen

sólo pensando en ti. Sólo soñarte.

La Soledad

Filed under: Poesía - Segundo ejercicio — Corina Harry at 9:51 am on domingo, enero 10, 2010

La Soledad

Disfrutar

de mí misma sin prejuicios,

Sin testigos, sin piedad y sin decoro…

La oportunidad

de redescubrirme de a poco y sin censuras

Una búsqueda interminable

que promete llevarme a lo profundo

Un mar de momentos revividos

que llega a incluir vidas pasadas

Una copa de vino

y la promesa de comenzar

Aquella dieta

que empecé en la adolescencia

aunque siga agregando kilos y finja que no me afecta

Momentos para soñar

con el futuro personal y los de otros

Oportunidad de justificar

el pasado, el presente y el futuro

Ocasión insoslayable

De leer cosas viejas y

Escribir, y escribir y escribir sin decir nada

?

Trozos de vida,

trozos de sueños,

Trozos de trozos

destrozados o enteros

Partes de un todo, partes de nada

Imagino que es cierto

La soledad existe…

Relato de Navidad

Filed under: Relato - Segundo ejercicio — Sofia Moreno at 1:02 am on sábado, enero 9, 2010

Salía de la tienda cargada de bolsas de papel, esas bolsas tan bonitas que regalan las tiendas elegantes con cualquier compra, por pequeña que sea. La crisis económica tenía algunas (pocas) cosas buenas. Una de ellas era que los precios parecían ser bastante más razonables y moderados que otros años. Recordaba perfectamente que hacía décadas que no podía comprar en aquella tienda, desde que escogió al marido equivocado. Eso es lo que ocurre cuando te casas por amor, pensó.

En realidad no estaba arrepentida, su vida era agradable. No era el hombre equivocado, aunque a veces le parecía que el amor jugaba malas pasadas. De todas sus hermanas, ella era la que más cuidaba de no pasarse con el presupuesto. Era evidente que su esposo no sabía administrar del todo bien el dinero. No tenía vicios ni malos hábitos, no se gastaba su sueldo en casinos ni en mujeres, ni siquiera en discos o en alguna afición respetable. Simplemente, el dinero se escurría entre sus dedos. Compraba cosas inútiles y ridículas. Nuevas fuentes para ir al horno, cuando ya tenían seis. Nuevas sartenes, cuando ella llegó a contar ocho.

Se encaprichaba con las cosas. Las navidades pasadas, se compró otro chaquetón de cuero, cuando ya tenía uno un poco rozado, es cierto, pero muy ponible. El argumento siempre era el mismo: «¡ Pero si está muy bien de precio !» Ella no se lo discutía, esa no era la cuestión. Aunque solo costara un mísero euro, era una compra estúpida, puesto que no hacía falta ese objeto. Sumando tantos gastos, por muy pequeños que fueran, el dinero desaparecía de la cuenta corriente antes del día veinte de cada mes.

Mientras él más malgastaba sus recursos, más ahorraba ella. Hasta que un día, se hartó.

Estaban preparándose para salir. Les habían invitado de nuevo a comer en casa de algún familiar. Otro rollo de comida en ciernes… Él se arreglaba la corbata, coqueto, mientras ella se pintaba en el baño. Y entonces, ella se dio cuenta de repente. Toda la ropa que él se puso era nueva o casi nueva. Toda la ropa que ella se puso era vieja, o casi vieja. Lo peor fue el abrigo y la bufanda. El parecía un marqués, ella una criada. No estaban en absoluto en sintonía. Era llamativa la diferencia en su indumentaria.

Ella no dijo nada. Acudió al tostón de comida. Sonrió por educación. Apenas abrió la boca para hablar, solo para degustar las minúsculas exquisiteces carísimas que el camarero le puso ante las narices. Sentía los minutos pasar lentamente, segundo a segundo. Por fin acabó ese rito aburridísimo de las comidas navideñas con la familia política. Ninguno de los familiares de su marido le dirigió la palabra, excepto para decir «hola, qué tal», con obsequiosa falsedad. Ya se sabe que algunos llaman educación a la hipocresía más cortés.

Estaba decidida.

Al día siguiente, salió de compras y usó la tarjeta, como si no supiera que estaba quemando las naves cuando lo que la esperaba era el naufragio más total. No fue a las tiendas económicas a las que solía acudir. No rebuscó entre los muebles esa oferta a muy bajo costo. Se compró lo que le gustó, por fin, por primera vez en más de veinte años, sin mirar las etiquetas del precio. Regresó a las tiendas que frecuentaba antes de unir su destino al de su amor de juventud. La juventud quedaba lejos, el amor también.

Disfrutó de lo lindo, probándose vestidos atrevidos que favorecían su silueta curvilínea. Hacía años que enfundaba sus vaqueros casi todas las mañanas, como un uniforme de monja moderna. Vaquero y camiseta. Camiseta y vaquero. Vaquero y jersei. Jersei y vaquero. Vaquero con zapato plano, vaquero con deportivas, vaquero con botas de tacón, vaquero con sandalias, vaquero, vaquero, vaquero.

Se dejó puestas muchas de sus adquisiciones para salir a la calle. El círculo de la falda bailaba alrededor de sus piernas. Incluso le pareció que algunos la miraban, como si hubiera dejado de ser transparente por obra y milagro de aquellos trozos de tela. Se sentía bien, se sentía joven, se sentía bonita. Todo lo que llevaba, o casi, era nuevo.

Había mucha gente caminando por aquella calle peatonal. En sitios estratégicos se apostaban los sempiternos mendigos. Algunos no parecían tan míseros y ella se alegró por ellos. Es más, iban vestidos aproximadamente como ella lucía a diario, vaqueros, zapatillas deportivas, un viejo abrigo raído por los años, una bufanda un tanto deshilachada. Se estremeció. «Si no alcanzo a darme cuenta a tiempo, habría acabado pareciéndome a ellos, me habrían confundido con una mendiga más…»

Algunos eran jóvenes y ganaban algo de dinero mientras practicaban sus ejercicios de música clásica en la calle. Tocaban maravillosamente bien. Esos no daban tanta pena, así que eran un entretenimiento más que ofrecía la ciudad. Otros hacían cosas graciosas o sorprendentes. Había verdaderos artistas, qué duda cabía. Se acercó a una mesita de camping. Sobre un tapete sencillo estaba dispuesta toda una cristalería fina. Las copas contenían agua pero cada una tenía una cantidad diferente de líquido. El anciano llevaba guantes con los dedos recortados, de modo que podía rozar el borde de las copas con las yemas mientras la palma de sus manos quedaba resguardada del frío. La música se elevaba en el aire, extraña, desconocida, como finas volutas de humo. Se insinuaba en su alma. Sonaba lenta y un tanto triste, sensible.

Se apartó sin escándalo, suavemente. Siguió su camino. Los adornos de Navidad podían parecer alegres y brillantes, algo bueno y bonito, pero a veces eran demasiado chillones. Llegó a la altura de un numeroso grupo de personas que observaban otra actuación callejera. ¡Oh, no! Esto sí que daba pena, la cabra subida en un taburete que a su vez estaba en precario equilibrio sobre una silla común y corriente. Un anciano tocaba la flauta, muy mal por cierto. Iba a apartarse rápidamente, cuando lo vio. Estaba sentado en el suelo. Parecía que su trabajo consistía en cuidar de la gorra donde caían unas pocas monedas. No podía ser. Debía estar soñando.

Se detuvo a observarlo. Vio cómo se movía. No había duda. Era él. Pero, ¿cómo era posible? ¿Qué hacía allí disfrazado de mendigo, pasando frío en la calle, sentándose en la dura losa? No acertaba a entenderlo. Se colocó casi detrás de una pareja, para que él no pudiera verla. Esperó. La gente se movió, iban unos, venían otros y ella se fue ocultando con habilidad entre los viandantes. Pero allí seguía, observándole, escondiéndose para no ser vista, escudriñando.

Al cabo de casi una hora, recogieron los mendigos su taburete, su silla, su cabra y su gorra. Ataron una vieja cuerda alrededor del cuello del pobre animal. Daba lástima verlo. Se marcharon lentamente, moviéndose con torpeza pues la silla y el taburete les estorbaban. Cruzaron la esquina y dejaron atrás el paseo peatonal lleno de luces y tiendas esplendorosas. Entraron en una callejuela pobretona y oscura. Pararon en el primer bar. Empujaron la puerta. Les sirvieron sendas copas de anís, que apuraron de un trago.

No podía ser él, él nunca bebía anís, solo cava y del mejor. Desde la acera del otro lado de la calle, ella lo veía todo a través del cristal del bar. Empezaron a charlar y reír animadamente entre ellos. Parecían estar muy contentos. Volcaron el contenido de la gorra sobre la barra y comenzaron a contar. Se dieron palmadas en la espalda. La recaudación había debido ser buena, muy buena. Pidieron una segunda ronda. Ella seguía atenta, inmóvil. Nadie la molestó. Nadie la confundió con una cualquiera, con sus nuevas ropas elegantes y distinguidas. No iba vestida como una meretriz.

Esperó pacientemente otra media hora, pese al frío. Al fin pasó algo. El anciano le saludó efusivamente y se marchó, cargado con el taburete y la silla en una sola mano, mientras la cuerda de la cabra se enroscaba en la otra. El se quedó en la barra del bar y consultó su reloj. Solía llegar del trabajo una hora y media más tarde. Pidió algo y le trajeron un vaso de agua, otro de algo que parecía café y un periódico. Se instaló lo más cómodamente posible sobre un alto taburete y se dispuso a esperar.

Ella no aguardó más. Entró con suavidad en el bar, casi como un fantasma. El no podía verla, pues estaba enfrascado en el diario y las grandes hojas le tapaban la vista. Ella ocupó otro taburete alto, contiguo al de él. Dejó pasar el tiempo, pero finalmente se le acercó el camarero y preguntó qué quería. No tenía más remedio que contestar. El reconocería su voz de inmediato. Pidió un té con limón.

Él no reaccionó en seguida. Con cautela, bajó un poco el periódico para mirar prudentemente. Ella se dejó mirar. Había ido a la peluquería. Había cambiado su peinado. Su pelo no era del mismo color ni del mismo largo. La textura de su cabello también había cambiado bajo las expertas manos de la peluquera. Llevaba un vestido que él no conocía, zapatos que nunca había visto en el armario, un precioso abrigo fucsia que debía ser carísimo. No podía ser su mujer, era imposible. Su mujer nunca se gastaba tanto en su aspecto. La verdad, pensó, el parecido es asombroso. Si mi mujer se arreglara así, sería clavadita a esta tía. Y qué guapa está.

Pasaron unos minutos mientras ella bebía su té. Tuvo que esperar porque quemaba. El la miraba. Ella lo sabía y se dejaba mirar mientras soplaba el líquido de hermoso color rojo. Aplastó la rodaja de limón dentro de la taza. Por fin pudo beber. Le sentó bien. Tenía frío, después de tanto tiempo espiándole en la calle. Suspiró. Pidió la cuenta, pagó y se marchó sin mirarle. No se dio la vuelta. Caminó hasta el aparcamiento, se internó en las tripas de la ciudad, bajo el suelo, pagó en la caja, subió al coche, arrancó y se marchó. Rodaban dos gruesas lágrimas por sus mejillas, pero no se oía nada.

Llegó a casa y llamó al compañero de trabajo de su marido, un viejo amigo, que ya había regresado de la oficina. Charló de cosas insustanciales con voz de Navidad, alegre y ligera. Por fin le preguntó: «¿Y hace mucho que no ves a xxx? » Evidentemente, el ex-compañero de trabajo no sabía que él había decidido guardar el secreto. «Oye, le cuesta contarlo», dijo ella, «no quiere darme detalles y claro, por no herirle, prefiero no insistir. Por eso te llamo. Me gustaría saber cómo fue.» Se lo contó todo. Cómo le llamaron de la oficina de personal. La cara que puso al volver a su mesa. Cómo recogió sus pertenencias. Cómo estrechó con fuerza la mano de su compañero. Lo callado que estaba. Finalmente, la mujer y el ex-compañero de trabajo se despidieron animadamente y dieron por concluida la conversación telefónica, prometiendo verse pronto, aún cuando sabían perfectamente los dos que nunca más volverían a cruzarse sus caminos.

Después, ella se quitó las ropas maravillosas y las guardó cuidadosamente al fondo del armario. Ya volvía a vestir su uniforme de mediocridad, vaquero y esta vez, zapatillas de andar por casa, un poco zarrapastrosas y deslucidas. Se fue a la cocina. Se anudó el mandil en el talle. Preparó un rico guiso de garbanzos con bacalao, una receta complicada y tradicional que le tomó toda una hora.

Para cuando estaba acabando de cocinar, entró él en el recibidor. Se quitó el abrigo elegante, escondió rápidamente la bolsa con las ropas normalitas tirando a pobretonas y finalmente entró en la cocina y le puso un delicado beso en la mejilla a su mujer, como si ella fuera a quebrarse con un beso más enérgico.

«¡Qué bien huele, cariño! ¡No me digas que te has decidido a volver a preparar garbanzos con bacalao y espinacas, con lo riquísimos que te salían! ¡Qué bien! Oye, ¿qué te han hecho en el pelo? ¡Estás guapísima!» Ella disimuló la lagrimita que le estaba cayendo, se colocó en la cara una sonrisa totalmente verídica, digna de la mejor actriz y se dio la vuelta por fin. «¿Te gusta cómo me han dejado esta vez? Tenía ganas de cambiar un poco, de algo más de fantasía. Vamos a cenar, que se enfría.»

(fin)

Novela: El punto de vista del narrador

Filed under: Novela: El punto de vista del narrador — Sofia Moreno at 9:38 pm on viernes, enero 8, 2010

El punto de vista del narrador en mi libro será el de una de las hijas del personaje que aparece al principio de la novela.

Esta hija aún no ha nacido cuando empieza la novela, así que en esos primeros capítulos, el punto de vista es el del padre de familia.

Después, es ella quien cuenta su vida desde la infancia hasta el nacimiento de su único hijo.

Trataré el punto de vista del padre con bastante ironía, y de manera crítica, pues no comparto sus ideas sobre el mundo.

Luego entra en acción la verdadera protagonista de la novela, una niña inteligente, que llegada a la edad adulta, toma una decisión drástica y fundamental en su vida.

En los capítulos centrales del libro, en que se narra la vida de la protagonista, su punto de vista es el que domina la narración y yo, la autora, comparto enteramente ese punto de vista, ya que me siento muy afín a ella en sus deseos de independencia y su anhelo por forjarse su propio destino. En su caso, ella no quiere depender de su hermano mayor cuando el padre fallece.

Por tanto, trataré el punto de vista de mi protagonista femenina como el de alguien cercano a mis ideas, que comparte mis planteamientos sobre la vida.

Sí, seguramente mezclaré el punto de vista del narrador (ella, la protagonista) con el mío, puesto que son bastante afines.

Ahora bien, en los primeros capítulos, en que se describe la vida de la familia antes de nacer la niña, me distanciaré del punto de vista del personaje principal de aquellas páginas, el padre, por los motivos antes expuestos : no comparto en absoluto sus ideas.

Novela: El espacio de la narración

Filed under: Novela: El espacio de la narracción — Sofia Moreno at 9:33 pm on viernes, enero 8, 2010

• La acción de la novela tiene lugar en Córdoba (Andalucía, España), luego en San Juan, capital de la Isla de Puerto Rico (Caribe, América), luego en el ingenio de azúcar (finca de caña de azúcar) cerca de Arecibo, la segunda ciudad en importancia de la misma Isla. La acción regresa después a Córdoba (Andalucía, España) y sigue finalmente en Madrid (España), donde acaba la novela.

• Trataremos los lugares donde se desarrolla la acción de forma subjetiva.

• El espacio de la primera escena lo describiremos desde el punto de vista de un personaje, el padre de familia, que decide que todos deben marcharse a buscar mejor fortuna en las Américas, puesto que cuesta tanto alimentar a su familia en España. Punto de vista totalmente subjetivo.

• Se tratará de un lugar determinado, la ciudad de Córdoba, en Andalucía, al Sur de España. Se tratará de un lugar determinado y real, no ficticio.

• Caracterizaremos el espacio físico del principio de nuestra novela extrayéndolo de la misma narración a través de detalles. Así, por ejemplo, en la primera escena, el padre de familia acude a una cita con un amigo suyo, un noble español (Marqués) en el café del Casino de la ciudad (Córdoba). Mientras camina por las calles del centro yendo a su cita, ve y describe los edificios que existían en aquella época, y que reflejan el mundo en que este personaje se mueve: burguesía y nobleza, las clases superiores de la sociedad.

Pero los tiempos son duros y aunque vivían en palacetes, muchas de estas personas tenían menos dinero del que aparentaban. Había más de un hidalgo con nombre ilustre que no comía tres veces al día (como también le ocurría a Don Quijote) sino solo una o dos veces a lo sumo.

Por supuesto, la mayoría de la sociedad sufría muchísimo más. Pero a nuestro personaje solo le preocupa el bienestar de su mujer y sus hijos. Las casas y el entorno urbano del centro de Córdoba reflejan la decadencia y las dificultades económicas del país: los palacetes a duras penas se mantienen en pié, porque volver a pintarlos es demasiado caro para sus dueños, por muy condes o marqueses que sean.

Novela: El tiempo de la historia

Filed under: Novela: El tiempo de la historia — Sofia Moreno at 8:40 pm on viernes, enero 8, 2010

• 1. La historia sucederá en 96 años.

• 2. La novela se desarrolla en un periodo de decadencia para España (1840 a 1936), cuando sus colonias se van haciendo independientes y España como país pierde definitivamente su poder en el mundo. Aparece una nueva potencia emergente, los Estados Unidos de América y se apaga la luz de una ex-potencia en total decadencia, España. Mientras esto ocurre, España está cada vez más preocupada por sus asuntos internos, ante los rotundos fracasos en el exterior (guerra de Cuba). Estas preocupaciones internas van haciéndose más y más violentas hasta estallar la guerra civil fratricida de 1936, momento en que concluye la novela.

• 3. Se ve perfectamente el paso del tiempo a través de los avatares y andanzas de los miembros de una misma familia. Vemos cómo van envejeciendo los personajes, y finalmente mueren. Sus hijos toman el relevo y de este modo se percibe con claridad el paso del tiempo y los cambios en todos los órdenes de la vida. Los sueños, deseos y anhelos de los padres no son los mismos que albergarán después los hijos. Todo cambia.

• 4. No habrá grandes saltos temporales, puesto que se irán desgranando los principales acontecimientos en la vida de esta familia: viajes, bodas, nacimientos, muertes, pero también veremos cómo deben ir acomodándose a las circunstancias que les rodean (inestabilidad política y social), renunciando así a sus propios sueños y proyectos, para salvar sus vidas y las de sus hijos.

Novela: Público y tono

Filed under: Novela: Público y tono — Sofia Moreno at 8:34 pm on viernes, enero 8, 2010

• Público al que me voy a dirigir: mediana edad, entre 28 y 65 años, principalmente mujeres maduras, entorno sociocultural medio alto

• Tono del libro: serio e histórico

Argumento de la novela

Filed under: Novela: el argumento — Sofia Moreno at 5:52 pm on viernes, enero 8, 2010

Una familia española de mediados del siglo XIX en Córdoba, España, se muda a Puerto Rico, entonces colonia propiedad de la corona española.

El padre de familia es amigo de un marqués que posee extensas tierras allí. Su amigo le pide que vaya a esa pequeña isla para encargarse de dirigir un «ingenio» de azúcar, es decir, una plantación de caña de azúcar. Su trabajo consiste en dirigir los trabajos de unos 500 empleados. Aunque la esclavitud fue abolida formalmente antes de esa fecha, las condiciones de vida de los empleados son, en la práctica, de pura y dura esclavitud.

La familia se adapta con dificultad a las condiciones del trópico, clima, religiosidad distinta (prácticas ancestrales de «brujería» tribal heredada de África), sensualidad a flor de piel, razas distintas, racismo de la época, prácticas violentas en el trabajo (látigo), etc.

Durante casi 40 años, viven de este modo.

A finales del siglo XIX, la vecina isla de Cuba libra una guerra de liberación contra la potencia colonialista (España) y conquista su libertad. En cambio, en Puerto Rico, las cosas son distintas. España entra en guerra contra los Estados Unidos de América y pierde la contienda. En consecuencia, España pierde su colonia en la isla de Puerto Rico y este territorio, que no llega nunca a ser autónomo, pasa a formar parte de los Estados Unidos de América como botín de guerra.

En medio de estas turbulencias históricas, la familia decide volver a España, pues la violencia en las calles es cotidiana y temen por su seguridad.

Regreso a España, a la ciudad de Córdoba (Andalucía) a finales del siglo XIX. De nuevo, difícil adaptación de la familia: no regresan como indianos enriquecidos, sino como colonos más o menos expulsados por las circunstancias hostiles. Regresan pues sin fortuna, aunque logran recuperar parte de sus posesiones en la zona de Córdoba: piso céntrico en la ciudad y algunos terrenos sin mucho valor fuera de la ciudad.

Principios del siglo XX: El cabeza de familia (es decir, el padre) fallece sin dejar solucionada la situación material de la familia. El hijo mayor se hace cargo entonces del mantenimiento de todos. Una de sus hermanas, de unos 30 años de edad, no quiere aceptar la «tiranía» de su hermano sobre ella. Ansía ser independiente, en aquellos tiempos en que en España, una señorita de buena familia solo podía aspirar a casarse y tener hijos.

Esta mujer, Celia, se traslada a Madrid a casa de una amiga. Comienza a trabajar como voluntaria en la Cruz Roja. Va haciendo cursos de enfermería hasta lograr tener su propia carrera profesional como enfermera y matrona. Esto es una deshonra para su familia, que se ha quedado en Córdoba. Por tanto, la consideran muerta, y la apartan del círculo familiar.

Ella sigue tranquilamente su camino independiente y conoce a un futuro sacerdote, tan serio y trabajador como ella. El aspirante a sacerdote se enamora. Debe viajar a Roma para pedirle al Papa en persona el permiso para poder renunciar a su vocación de sacerdote y casarse con Celia. Obtiene el permiso, por sus excelentes antecedentes de persona seria. Se casan. A los 6 meses nace su hijo (concebido antes del matrimonio, entonces algo muy escandaloso) y aquí acaba la novela, con tintes de felicidad y dicha conyugal y familiar, mientras empieza la guerra civil española y todo se desmorona alrededor de la feliz pareja y de su hijo recién nacido.

Tema de la novela : La dificultad de perseguir tus propios sueños en un entorno adverso. Saga de una familia durante un siglo, de 1840 a 1936, entre España y América

Filed under: Novela: el tema — Sofia Moreno at 5:51 pm on viernes, enero 8, 2010

Mi soledad

Filed under: Poesía - Segundo ejercicio — Alicia at 8:22 pm on jueves, enero 7, 2010

?

Mi soledad

?

Busqué la soledad desde un comienzo

? y la hallé, solapada entre los hombres,

acechando disfrazada de risas,

saturada de humos y de alcoholes.

La encontré entre las burlas y el sarcasmo,

en las miserias de los callejones,

en los ojos perdidos de las putas,

en las manos tendidas de los pobres.

En las perlas de las sonrisas vacuas,

en las brillantes luces de sus noches,

en la fría quietud de los museos,

en el trágico albur de sus pintores;

en la sonrisa de la Mona Lisa

que Leonardo con celo retratara,

en los secretos nunca develados

tras aquella enigmática mirada.

Quise gritar que estaba cual serpiente

sigilosa, atisbando desde el suelo

fue vana mi intención, mudo mi grito

y me hundí en los abismos del silencio.?

Porque la soledad que estoy buscando,

doliéndome el dolor de tu partida

es la quietud del alma y el sosiego

que lleven esta angustia a hacerla mía.

La busqué para hallarla en descubierto,

esperando mi llanto y mi presencia,

para esconderme en ella por el tiempo

que dure la agonía de tu ausencia.

Y hoy que sigo aguardando tu regreso

como espera la aurora el sol que nazca,

no parece tan trágico estar solo

ni la vida tan cruel ni tan amarga;

sólo es cuestión de elaborar la pena

de aquello que una vez colmó las ansias

y de anidar adentro, muy adentro,

la inesperada soledad del alma.

TIANNA

Filed under: Relato - Tercer ejercicio — Alicia at 4:20 am on martes, enero 5, 2010

?

TIANNA

?

Era La Casa de la Colina.

Nadie podía desconocer sus atributos y sus misterios. Y era un secreto a voces que el que lograra acercarse a ella corría el riesgo de no regresar nunca a su lugar de origen.

Por fuera aparentaba un castillo medieval, con sus innumerables ventanas y sus torres que casi alcanzaban el cielo; del interior, por lo expuesto, no se tenían datos.

No había en la aldea habitante alguno que hubiera dejado de pasar y de admirarla de lejos aunque fuera una vez, ? con las secretas ansias de develar sus enigmas. Ello generaba insólitos relatos que jamás podrían ser calificados como reales o ficticios, por desconocerse el origen y la veracidad de cada uno.

Y cuentan que cada noche el bosque se iluminaba con el resplandor proveniente de sus jardines y de sus habitaciones.

Al caer el sol, desde el más pequeño de los ventanales comenzaba a brillar una luz tenue que se propagaba hacia los restantes, convirtiéndose con las horas en un fulgor que enceguecía.

Y una música celestial y cautivante invadía y se filtraba hasta cada casa, hasta cada rincón, hasta cada alma.

Entonces los abetos y los cipreses, las orquídeas y las anémonas, los lirios y los tréboles blancos, parecían cobrar formas humanas y tomar parte en una danza imaginaria.

Los aldeanos entornaban las ventanas y tapaban sus oídos ante el riesgo de dejarse arrastrar por los arpegios cada vez más intensos,

sin dejar por ello de atisbar tras las cortinas cuando la inquietud los superaba.

Así fue que durante largo tiempo la casa representó una de las pocas atracciones que animaba las noches serenas, para los que se arriesgaban a observarla y a ? escuchar.

Cierto día, un rumor surgió en forma clandestina y se extendió ? como reguero de pólvora de un confín al otro de la región.

Se decía que en la casona habitaba un hombre muy malvado, que tras secuestrar a una doncella la mantenía prisionera en uno de los cuartos más ocultos. Que ella, acongojada, había casi agotado ya sus lágrimas y que intentaba que los últimos sollozos pudieran oírse hasta el infinito y llegar a su enamorado. De ser así, esperaba ser rescatada antes de morir de pena.

Continuaban afirmando que el depravado encendía las luces nocturnas para evitar que aquella escapara y con la intensidad de las melodías pretendía silenciar sus lamentos.

Y agregaban que la joven poseía cualidades especiales con las que, sin que su captor lo advirtiera,? daba a las luces un brillo inusitado y a los sonidos un poder de atracción que sobrepasaba el tiempo y los espacios, en el afán por revertir las malignas intenciones y atraer al dueño de sus horas.

En conocimiento de estos sucesos, el pueblo comenzó a referirse a la muchacha como Tianna o Reina de las Hadas.

De ese modo ? los campesinos dejaron de observar descuidadamente el lugar y se dispusieron a esperar la llegada del joven pretendiente que acudiría en auxilio de su amada.

Una tarde, estando un chiquillo del poblado sentado al borde del camino, fue sorprendido por un caballero que montado en un esbelto corcel detuvo su marcha y preguntó:

– ¿Cuánto me ha de faltar para que, cabalgando de prisa, aviste la Casa de la Colina? Te daré diez libras si me orientas.

Con rostro de asombro y extendiendo la mano el pequeño respondió:

– No cabalgues demasiado rápido pues te alejarás de ella. Costea el curso del arroyo y a escasos metros de su desembocadura la encontrarás. Deberás pasar primero por la casa de la curandera, detrás de la arboleda espesa.

Siguió el visitante su camino a paso lento, por temor a equivocar la senda. A medida que avanzaba, la noche iba cayendo y las sombras dificultaban su visión. De pronto una voz aguda chilló entre la espesura, sobresaltándolo.

– ¡Alto! ¿A dónde te diriges, desconocido?

Ni en sus sueños más atroces había visto el hombre fealdad tan marcada. Nariz de águila y ojos de serpiente, sumados a una boca fina y con un rictus crónico de maldad, le hacían pensar que había llegado a las puertas del infierno.

– Me dirijo a la casa donde una doncella espera mi rescate y necesito de tu ayuda para continuar – respondió.

– ¿Y esperas entrar allí?- volvió a gritar la anciana- – No aconsejo que te acerques pues hallarás la muerte. ? Sólo lo conseguirás si das a beber mi pócima a los guardias de la entrada. Pero para ello deberás recompensarme ampliamente, jovencito.

– ¿Y cuál es tu pócima?- contestó el viajero.

– Te prepararé la más potente, con la que dormirán para siempre. La cola de lagartija y el hígado de buey con flores de lavanda sabrán hacer lo suyo. ¿Cuánto me darás a cambio?

– Te entregaré una bolsa con cien libras si me lo entregas con celeridad.

Concretado el trato recibió el frasco y continuó la marcha, con la mente atenta y el corazón henchido. El futuro y su vida dependían de volver a los brazos de su amada, aunque para ello debiera enfrentar las peores adversidades.

Habían pasado meses desde el infortunado momento en que, estando él ausente, el cruel villano se había apoderado de ella y la mantenía recluida. Confiaba en revertir la situación y recuperar prontamente a su ? amor perdido.

A poco de andar un halo de luz le indicó que estaba cerca. Entrecerró los ojos y sigilosamente dirigió su caballo hacia la entrada. El sendero angosto y la vegetación densa le dificultaban el paso pero su insistencia podía más.

Avistó los guardias en el frente; eran tres, no le sería difícil dominarlos. Rodeó la casa por detrás del muro y al verlo acercar los hombres desenvainaron sus espadas y le advirtieron:

– ¡Detente, extranjero! ¡Un paso más y eres hombre muerto! ¿Qué es lo que buscas?

– Vengo de lejos y lo único que ansío es algo para beber. Hace días que viajo y no he probado líquido desde el amanecer de la víspera. ¡Tenéis algo para ofrecerme?

– Tan solo agua del pozo y luego te marchas- contestaron, acercándole de mala gana un odre gastado y polvoriento.

– Tengo algo para ofreceros que hará que no me olviden- apuntó el joven – Un preparado que, mezclado con el agua, será a partir de hoy vuestra bebida predilecta.

Y mientras hablaba echó dentro del saco la pócima adquirida y se los entregó. Tomaron hasta saciarse y bastaron pocos minutos para que un sueño sempiterno se apoderara de los tres.

Cruzó entonces el portón de entrada y avizoró los alrededores. Tras el ventanal del frente se avistaba un imponente salón de fiestas y a un costado del mismo el dueño de casa dormía su aparente borrachera sobre un sillón; el resto de los lugares de la planta baja no mostraba otra presencia humana.

Se vería obligado a ascender a la planta alta intentando llegar a los cuartos traseros, los más recónditos. Escaló dificultosamente la tupida enredadera que cubría las paredes y una vez allí no le llevó demasiado tiempo recorrer las habitaciones; se dejó llevar por un sollozo débil que partía de la más lejana; forzó la puerta y entró.

Ni la más dichosa de las visiones hubiera provocado en ellos la emoción de aquel reencuentro, ni el sonido más sublime llenado sus oídos de música tan celestial.

Entonces las manos de Tianna se extendieron por sobre el abrazo, abriéndose hacia el cielo. Y como por arte de magia el bosque todo se

llenó de una luz nueva y las notas ? cautivantes los invadieron, filtrándose hasta cada casa, hasta cada rincón, hasta cada una de sus almas encontradas.

Los aldeanos se acercaron de prisa a celebrar la buena nueva y el hechizo continuó. Para beneplácito de todos, la Reina de las Hadas convirtió cada habitación en una casa digna por familia y elevó cada torre hasta tocar las nubes, para así programar tiempos buenos y lluviosos.

El bellaco fue condenado por siempre a las tareas más despreciables y la bruja junto al niño del camino, transformados en custodios a cambio de una paga sin igual.

Tianna y su amado, ahora soberanos de la comarca, huyeron raudamente cruzando los jardines, en busca de un descanso a sus tribulaciones y de un futuro venturoso a su regreso.

Formándoles cortejo, los abetos y los cipreses, las orquídeas y las anémonas, los lirios y los tréboles blancos enmarcaron su viaje, mientras se inundaban los cielos y la tierra de la música más bella que Tianna iba entonando, aferrada a su amante sobre el brioso corcel.

El abrazo anhelado los fundió en uno solo y fueron sus latidos de un solo corazón.

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Shana en el Bosque de Ludvin

Filed under: Relato - Tercer ejercicio — carla at 10:03 pm on lunes, enero 4, 2010

Me llamo Shana y tengo 8 años. Vivo en el lado por donde sale el sol en el Bosque de Ludvin. Es un lugar muy bonito con árboles tan altos y tan verdes como puedas imaginar. Dice mi profesora, la Señorita Hooper, que es porque llueve mucho y así las plantas crecen y crecen. Yo al enterarme, me pasé el recreo bajo la lluvia, por si acaso, pero no pasó nada. Sigo siendo bajita para 2ª curso.

Mis amigos Velma Gallop y Morten Huggle me esperan para la excursión a la Gran Rueda. Es la zona más alejada de la parte conocida de Ludvin. Allí está la más bella de Turken, que es la única flor que crece en invierno. Si queremos pasar el examen con la Señorita debemos hacernos con una.

Mis padres me contaron que debemos tener cuidado pues el cielo bajo el que crece Turken descarga muy fuerte y las rocas que la protegen cambian de lugar para despistar nuestra vuelta, pero que confían en que podré hacerlo.

La Gran Rueda sólo es visitada una vez al año con motivo del florecimiento de Turken, la flor más apreciada por nuestra comunidad, ya que de ella sacamos el turki, el líquido usamos para curar a los animales.

Olvidé contar que soy un hada, bueno, una aprendiza de hada según mi abuela, que es ? hada también. Ayudamos a nuestros amigos los ciervos, pájaros, patos, ardillas rojas y demás habitantes del Bosque de Ludvin.

-? ? ? ? ? ? Hola, Shana- me saludan Velma y Morten.

-? ? ? ? ? ? Hola, chicos. ¿Estáis preparados?- Intento asegurarme de que no hayan olvidado traer las campanas, donde dormiremos, ni la leche que hará que estemos fuertes y para el camino.

-? ? ? ? ? ? Sí, lo tenemos todo- Me contesta Velma. – Mira, allí está Evelyn y los demás. Vamos deprisa o nos quedaremos detrás.

Corremos tanto como nuestras piernas nos permiten. La profesora nos cuenta y ya está. No falta nadie. Nos cogemos de nuestro junco verde y seguimos el orden. Cuando lleguemos a Holpi, el límite con la Gran Rueda, dirá adiós y todo dependerá de nosotros. Nos subimos en la Bici Maestra, que es donde nos desplazamos, y damos pedales incansablemente. Se dice que la fuerza y rapidez de nuestras piernas conseguirá que lleguemos antes a ayudar a los animales en peligro.

Cuando estamos subidos desde la Bici Maestra vemos los pájaros del círculo, que es la parte media de los árboles. El cuadrado es la base y la copa es el triángulo. No podemos olvidarlo porque en lo más alto de los árboles las hadas no podemos volar. Es muy peligroso.

Hemos llegado a la Gran Rueda donde cada año celebramos la Fiesta de las Flores. Necesitaremos dos días para lograr encontrar alguna Turken, según cuentan los mayores y más sabios.

La Señorita Hooper nos despide. Revisa nuestros juncos y comprueba que están verdes. Evelyn y sus dos amigas muestran con alegría los suyos. Siempre luchan por ser las primeras. A veces se ponen muy pesadas y nos molestan, sobre todo a mí, ya os dije que soy bajita para segundo curso. Hooper nos mira y sonríe. Creo que está orgullosa de nosotros. Yo estoy un poco triste porque dejará de ser nuestra profesora. Arranca la Bici Maestra y se aleja.

Somos doce niños fantasía, es decir, hadas y duendes. Vamos en grupo por el sendero amarillo que desembocará en el lago azul. Allí nos dividiremos. No me gusta la idea. Mi abuela repite cada día: “Siempre que hay retos grandes debemos estar unidos”. Desde pequeña me he dado cuenta de que es así.

El sol se oculta y debemos acostarnos ya. Necesitamos descansar para que el día de mañana podamos hacer todo lo que nos propongamos.

-Shana, despierta. Ya va a salir el sol- me anuncia Velma, que ya ha dejado pequeña la campana donde ha dormido y la lleva colgada a la espalda.

Algunos de los niños fantasía quieren dormir más y a pesar de que les pedimos que se levanten, que las rocas se moverán y no podremos volver, no hacen caso. En ocasiones, las hadas y los duendes se pueden volver perezosos.

-Debemos ir todos juntos. El estar unidos nos ayudará.- Les pido.

– Shana, tú qué sabrás. – Me dice Evelyn todavía en su Campana y se da media vuelta con la intención de volver a dormirse.

– Vamos, Shana. Que hagan lo que quieran- nos dice Morten con ganas de irse y mirando para todos los lados por si ve señales de movimiento.

Andamos y observamos cómo ya no hay tantas plantas como cerca de casa. Las rocas en esta zona empiezan a ser de colores: rojas, azules, amarillas y blancas. Velma empieza a estar cansada y paramos para beber un poco de leche. Hemos ido rápido y vamos los primeros. Mi compañero Gumper y sus amigos iban por delante.

Nos sentamos en el suelo y agitamos nuestros juncos para que el calor aparezca. Tras descansar un poco, nos ponemos de nuevo en marcha.

-? ? ? ? ? ? ¿No lo notáis?- nos habla en voz baja Morten.

-? ? ? ? ? ? ¿El qué?- contestamos a la vez Velma y yo.

De pronto el suelo comienza a moverse. Las vibraciones mueven nuestros juncos de un lado a otro. Parecen pasos, pasos pesados que se dirigen hacia nosotros. Cada vez los pasos son más cercanos. Nos juntamos los tres tras una roca azul que creemos que nos puede refugiar. Una sombra nos cubre y decidimos mediante gestos mirar qué criatura es la que nos acecha.

No nos lo podemos creer: es un dragón verde y azul. Pero un dragón que parece pequeño y triste. Nosotros, los niños fantasía, no debemos acercarnos a los dragones porque los hay que son malos y si no te conocen te intentan cazar y quemar con el fuego que echan por la boca.

Pero este dragón tiene la cara triste. Emite un sonido parecido al que hace mi hermana Jana cuando llora:- Snif, snif…? Me da tanta pena que me asomo tras las rocas.

-? ? ? ? ? ? Shana, no- tira de mi vestido Morten.

-? ? ? ? ? ? Está llorando, ¿no lo véis?. Tenemos que ayudarle.

-? ? ? ? ? ? Shana, es peligroso- me contesta asustado.

-? ? ? ? ? ? Es un animal- Eso parece convencerle.

-? ? ? ? ? ? Dragón. ¡Eh!- a mi voz, se da la vuelta despistado.

-? ? ? ? ? ? Aquí , abajo- Grito, mientras agito los brazos.- ¿Qué te pasa? Pareces afligido.

-? ? ? ? ? ? Uggg. Snif, snif.

-? ? ? ? ? ? Pero, ¿qué te pasa?- insiste Velma mientras nos ponemos frente a él.

-? ? ? ? ? ? Mi mamá se ha hecho daño. Snif, snif.

-? ? ? ? ? ? ¿Dónde está? A lo mejor te podemos ayudar.

-? ? ? ? ? ? Sois hadas. Mi mamá me dijo que sois ….

-? ? ? ? ? ? Somos hadas y tenemos que ayudar a quien esté en peligro- y mis amigos me acompañan hacia donde nos indica Taul, que es como se llama el dragoncito.

Aunque vamos hacia atrás y es posible que la Turken no podamos conseguirla decidimos ayudarle. Nos? lleva a la Gran Rueda que resulta haber caído y herido a la madre de Taul y cerrado el paso, para nuestra sorpresa, a nuestros compañeros. Evelyn está muy asustada por la madre dragón. Tratamos de tranquilizarla y le presentamos a Taul que cuando deja de llorar es muy simpático.

Nos ponemos todos a pensar, los niños mágicos de un lado y de otro, y Taul, el dragoncito, pues su madre está dormida del golpe.

Gumper, un duende muy astuto que es de mi clase, tiene una idea:

-? ? ? ? ? ? He descubierto que hay un hueco muy pequeño desde el que podríamos aplicar el ungüento que mi abuelo me entregó por si nos accidentábamos, pudiendo curarla y despertarla para que libere a nuestros amigos.

-? ? ? ? ? ? Sin embargo, el hueco es minúsculo …. hasta para vosotros –señala Taul .

Shana entonces se da cuenta de que aquello que tanto la preocupaba podrá usarse para solucionar sus problemas. Es bajita, y sin problemas, se desliza por el agujero.

Cuando llega, todos sus compañeros e incluso Evelyn se lo agradecen entre risas y gritos de alegría. Todavía queda lo más difícil: curar a Taula, la madre del dragoncito. ? Se concentra y rememora las enseñanzas de sus profesores. También los consejos de sus padres y abuelos. El junco verde acaricia la pata de Taula y poco a poco, se cubre del ungüento de Gumper.

Tras unas horas como no pasa nada, están hambrientos y cansados. Taul llora un poquito porque es muy chiquitito, pero Morten y Velma le animan.

Mi madre me ha dicho muchas veces que las cosas buenas, en ocasiones, se hacen esperar. Sólo hay que confiar.

De repente, la madre de Taul agita una de sus alas. Me retiro porque casi me da. Cuando abre los ojos se sorprende al verme, pero sonríe. Me cuenta que ha estado esperando a tener fuerzas para hablar conmigo y darme las gracias por lo que estamos haciendo.

Todos nos abrazamos una vez que Taula se levanta y se une a su hijito.

Este invierno, los dragones se han hecho nuestros amigos y la flor Turken es traída amablemente por ellos en agradecimiento de nuestra ayuda. La señorita Hooper nos ha aprobado a todos por nuestra valentía y ? Este invierno he dejado de sentirme mal por ser más pequeña que el resto.

La dríade Diana

Filed under: Relato - Tercer ejercicio — Carminacd at 3:40 pm on lunes, enero 4, 2010

(Con libre interpretación de la historia mitológica de Hércules en el Jardín de las Hespétides)

?

Las mariposas se le subían desde el estómago, a través del esófago hasta la garganta como queriéndosele escapar por la boca. Entonces sonreía con los dientes apretados para formar una reja imposible de traspasar. Diana tenía once años, largos cabellos castaños como el tronco del árbol que la vio nacer, ojos del color y la dulzura de la miel y estaba comenzando su adiestramiento para ser cuidadora de los encantos de su ambiente natural, su casa, su mundo. Sus prendas eran tejidas con hojas y con hilos y con fibras de hierbas finas, siempre vestía de verde, minifalda con volados, musculosas, vestidos cortos que terminaban en picos provocados por las hojas de los bordes.

Ella era lo que se puede definir una Ninfa caprichosa, si sus mariposas eran suyas ¿por qué razón iba a dejarlas evadirse y deambular por el mundo fuera de su cuerpo? ¿dónde, sino dentro de ella, estarían mejor protegidas y alimentadas de sueños, ilusiones y sentimientos? Ella no comprendía por qué las otras ninfas les permitían nacer y abrían la boca gustosas, por su propia voluntad, para dejar partir sin destinación a sus mariposas.

– ¡Vamos Diana! – la animaban – déjalas salir, te nacerán otras y el mundo entero necesita mariposas para embellecerlo.

A ella se le escapaban solo si, después de comer, la sobrecogía el ímpetu de hacer un eructito. Un eructito de alas y colores.

Diana era una dríade, una ninfa de las que nacen en un roble en medio del bosque, en los lugares más escondidos, donde muy pocos conocen o pueden llegar. La misión de las dríades en su larga, larga vida, es la de custodiar las manzanas de oro del árbol que se encuentra en el centro mismo de un maravilloso jardín ubicado cerca de la cordillera del Atlas en Marruecos; el Jardín de las Hespérides que era el huerto de la diosa Hera en el oeste del mundo conocido para aquella época remota grecoromana.

Las ninfas, y Diana entre ellas, custodiaban el árbol que daba manzanas de oro, no por el valor económico del oro en sí mismo, sino porque esas? manzanas tenían el poder de hacer inmortal a quien comiera o solo mordiera una; es decir, de transformarlo en dios con todos los enormes beneficios que ello acarrea, como por ejemplo entrar en el Olimpo y quedarse a vivir ahí en el mismísimo paraíso de los dioses griegos sin que nunca jamás la muerte pueda tocarlo, ni siquiera envejecer. Entonces varios semidioses medio mortales, le tenían unas ganas locas a las manzanas y las hermosas guardianas, las pobrecitas ninfas, hasta se habían sentido obligadas a poner refuerzos en la guardia permanente del manzano prodigioso: habían traído un dragón. Un dragón inmenso que superaba la altura de los robles más antiguos del bosque, con seis cabezas, de esa forma el dragón nunca se dormía completamente del todo, siempre quedaba despierta una de sus cabezas con los ojos bien abiertos, por lo menos para cuidar de noche y escupirle una bocanada de fuego calentito, calentito, crepitante y rojo al primer medio dios medio mortal que se animara a entrar en el jardín o quisiera intentar traspasar la barrera de colinas boscosas que escondían la floresta mágica del resto del África y del mundo.

De esta forma las adorables jovencitas pudieron relajarse un poco y disfrutar de las bondades del jardín, de la frescura debajo de la sombra de los antiguos y frondosos robles, del canto embriagador de los pájaros que anidaban en ellos, de la transparente agua del arroyo que bordeaba el bosque. Se divertían muchísimo desde que el deber de custodiar y vigilar era compartido entre ellas y el dragón, les había aliviado inmensamente el trabajo agotador de adorar las manzanas de día y de noche sin poder quitarles los ojos de encima.

Las risas de hada llenaban el aire de felicidad entre juegos, vuelos, saltos y persecuciones divertidas. Las ninfas corrían una detrás de la otra, escondiéndose dentro de los troncos de los robles que las vieron nacer y crecer y comenzar su importantísima labor protegiendo las manzanas doradas.

Mientras tanto, algún tiempo antes, Hércules, el hermoso semidiós, el hijo que tuvo Zeus con una mujer mortal había cometido un delito que le llevó a tener que cumplir varias penas desarrollando labores especiales. Hércules ? era poseedor de una fuerza descomunal, la mayor fuerza que existiera en el mundo y que nunca haya existido ni existirá jamás, influenciado por la diosa Hera que lo odiaba por su procedencia, perdió momentáneamente la razón destruyendo un pueblito de campesinos. Al volver en sí y darse cuenta del sufrimiento y la devastación que había causado, se aisló del mundo, pero uno de sus hermanos lo encontró y lo llevó frente al Oráculo donde el mismo Hércules pidió ser castigado y se le impusieron doce labores reparadoras del daño provocado. Una de esas era la de robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides para castigar a Hera por haber hecho enloquecer a Hércules provocando las desgracias destructivas con su fuerza sobre un pobre pueblito que no tenía ninguna culpa del rencor y los celos de la diosa contra el hijo ilegítimo de su marido Zeus.

El primer problema para Hécules fue encontrar el huerto ya que desconocía por completo dónde se hallaba el jardín con el árbol de las manzanas de oro, por otra parte no existía nadie que se le ocurriera a él que pudiera conocer su ubicación. Al final de todos sus rodeos, se dirigió al dios del mar, un descomunal dios mitad pez mitad humano, de barbas y cabellos largos y rojizos, con cola de pez color turquesa y escamas brillantes como esmeraldas. No había sido esa su primera idea, llegó a él luego de pasar por varios pobres desafortunados que cayeron en sus manos exprimidoras de información.

El dios del mar sí que sabía la ubicación del bosque donde se encontraba el manzano, pero de allí a decírselo a Hércules había mucho camino por recorrer todavía. Fue un encuentro difícil entre dos titanes sobre y debajo del agua inmensamente azul del Mar Mediterráneo, hasta que Hércules comprendió que por la fuerza con este dios no obtendría lo que buscaba. Comenzó a pensar, mientras luchaba, en qué cosa podría necesitar un dios del mar para hacer un intercambio entre lo que él pudiera darle y la información que le servía. Hasta que se le ocurrió una idea, claro: ¡vacaciones!

– Mira que de esta forma no llegaremos a ninguna parte.- trató Hércules de influenciar al dios que no se cansaba aunque Hércules lo superara en fuerza y empeño en la pelea – ¿Puedo hacerte una propuesta que te permitiría pasar algún tiempo extra en el Olimpo con tus colegas divinos?

Y así le propuso suplantarlo en sus tareas por todo el tiempo que él necesitara para descansar en cambio de que aunque sea lo guiase con sus palabras, si quería con un acertijo, con lo que fuera, todo le serviría frente a la ignorancia total que le oscurecía el camino; que le iluminara el recorrido a seguir hasta las cercanías del huerto de Hera, sin llegar a acompañarlo en persona ni a decirle exactamente dónde estaba para que el dios no quedara mal en el Olimpo por delator de secretos divinos.

Así guiado y no guiado por el dios del mar, persuadido en lugar de por la fuerza por la inteligencia, llegó Hércules a las puertas del jardín de las Hespérides donde le esperaba otro gran desafío caliente como un volcán en erupción, escupidor de lava a través de seis cabezas en lugar de una. Aunque allí sí su espada y su fuerza fueron suficientes, pues, siendo igualmente un dragón, no se comparaba siquiera con una divinidad. Golpes, cortes precisos, puños, cabezasos, recibió también una que otra quemadura que soportó heroicamente. Logró ahogar las llamaradas en el agua del riachuelo y atar a la bestia con bejucos resistentes, enredaderas que colgaban de los árboles antiguos de esa zona tropical.

Abatido el dragón Hércules hizo su entrada en el jardín donde lo vieron por primera vez las dríades mayores que eran casi todas de cabellos rizados y rojizos recogidos con peinetas de madera que ellas mismas hacían usando como materia prima las más bellas ramas de los robles.

Las hermanas mayores de Diana se enamoraron a primera vista del maravilloso semidiós que usurpaba su reino, se enamoraron de sus cabellos rubios y largos, de sus músculos, de su incomparable belleza; pero a Diana no podía moverle ni un cabello ese bruto fortachón que había desafiado y vencido al dragón. ¿Acaso solo ella comprendía las malas intenciones del grandulón ese? ¿No serían ahora ellas las próximas víctimas de su fuerza destructiva? ¿Qué podía hacer si sus hermanas ya estaban estupidizadas y no opondrían resistencia a sus requerimientos?

Diana se dispuso a armar un plan de ataque ya que las demás solo lograban revolotear alrededor del estatuario intruso con la boca abierta babeando enamoradas. Por lo pronto tenía que descubrir, aunque ella intuía que fuera por las manzanas de oro, para qué el megamusculoso se había tomado tantas molestias para llegar hasta allí.

Lo peor fue cuando comenzó a ver a las dríades mayores que le ofrecían voluntariamente las manzanas al semidiós.

Estaba sola.

-? ? ? ? ? ? ? ? ? Per ¡ qué están haciendo! – se desesperaba Diana al ver todo su reino que se hacía pedazos a su alrededor. Todo por lo que siempre habían luchado. Por lo que habían nacido, iba desapareciendo por idiotez, por amor.

Entonces Diana rayó la cáscara de una manzana de oro entre las piedras, la diluyó con agua del arroyo formando una pintura dorada donde sumergió manzanas normalísimas y con ellas, mientras se escondía entre la fronda del manzano prodigioso, sustituyó todas las manzanas que quedaban en el árbol con las creadas por ella y también aquellas que Hércules había logrado acumular sobre la hierba fresca, mientras sus hermanas mayores distraían al megamúsculos con sus besos y sus ofertas de manjares y bebidas preciosas sin saber que formaban parte de su plan.

Luego de haberse gozado todo el tiempo que quiso, Hércules dejó el Jardín de las Hespérides llevándose su botín contrahecho de manzanitas decorativas.

Diana no sabía hasta cuándo ni cómo resistiría esa farsa en el olimpo, pero mientras nadie se quisera morder una manzana duraría su seguridad, luego sería otra la historia cuando se descubriera toda la verdad, pero ahí recién se haría problema para resolver las consecuencias.

Poco a poco fue volviendo todo a la normalidad luego de la inusual visita. Desataron al dragón que tardó en secarse por dentro y volver a echar fuego por la boca, pero no tardó tanto como lo que se tomaron sus hermanas para dejar de adular al fortachón.

TIANNA

Filed under: Relato - Tercer ejercicio — Alicia at 5:25 am on lunes, enero 4, 2010

?

TIANNA?

Era La Casa de la Colina.

Nadie podía desconocer sus atributos y sus misterios. Y era un secreto a voces que el que lograra acercarse a ella corría el riesgo de no regresar nunca a su lugar de origen.

Por fuera aparentaba un castillo medieval, con sus innumerables ventanas y sus torres que casi alcanzaban el cielo; del interior, por lo expuesto, no se tenían datos.

No había en la aldea habitante alguno que hubiera dejado de pasar y de admirarla de lejos aunque fuera una vez, ? con las secretas ansias de develar sus enigmas. Ello generaba insólitos relatos que jamás podrían ser calificados como reales o ficticios, por desconocerse el origen y la veracidad de cada uno.

Y cuentan que cada noche el bosque se iluminaba con el resplandor proveniente de sus jardines y de sus habitaciones.

Al caer el sol, desde el más pequeño de los ventanales comenzaba a brillar una luz tenue que se propagaba hacia los restantes, convirtiéndose con las horas en un fulgor que enceguecía.

Y una música celestial y cautivante invadía y se filtraba hasta cada casa, hasta cada rincón, hasta cada alma.

Entonces los abetos y los cipreses, las orquídeas y las anémonas, los lirios y los tréboles blancos, parecían cobrar formas humanas y tomar parte en una danza imaginaria.

Los aldeanos entornaban las ventanas y tapaban sus oídos ante el riesgo de dejarse arrastrar por los arpegios cada vez más intensos, sin dejar por ello de atisbar tras las cortinas cuando la inquietud los superaba.

Así fue que durante largo tiempo la casa representó una de las pocas atracciones que animaba las noches serenas, para los que se arriesgaban a observarla y a ? escuchar.

Cierto día, un rumor surgió en forma clandestina y se extendió ? como reguero de pólvora de un confín al otro de la región.

Se decía que en la casona habitaba un hombre muy malvado, que tras secuestrar a una doncella la mantenía prisionera en uno de los cuartos más ocultos. Que ella, acongojada, había casi agotado ya sus lágrimas y que intentaba que los últimos sollozos pudieran oírse hasta el infinito y llegar a su enamorado. De ser así, esperaba ser rescatada antes de morir de pena.

Continuaban afirmando que el depravado encendía las luces nocturnas para evitar que aquella escapara y con la intensidad de las melodías pretendía silenciar sus lamentos.

Y agregaban que la joven poseía cualidades especiales con las que, sin que su captor lo advirtiera,? daba a las luces un brillo inusitado y a los sonidos un poder de atracción que sobrepasaba el tiempo y los espacios, en el afán por revertir las malignas intenciones y atraer al dueño de sus horas.

En conocimiento de estos sucesos, el pueblo comenzó a referirse a la muchacha como Tianna o Reina de las Hadas.

De ese modo ? los campesinos dejaron de observar descuidadamente el lugar y se dispusieron a esperar la llegada del joven pretendiente que acudiría en auxilio de su amada.

Una tarde, estando un chiquillo del poblado sentado al borde del camino, fue sorprendido por un caballero que montado en un esbelto corcel detuvo su marcha y preguntó:

– ¿Cuánto me ha de faltar para que, cabalgando de prisa, aviste la Casa de la Colina? Te daré diez libras si me orientas.

Con rostro de asombro y extendiendo la mano el pequeño respondió:

– No cabalgues demasiado rápido pues te alejarás de ella. Costea el curso del arroyo y a escasos metros de su desembocadura la encontrarás. Deberás pasar primero por la casa de la curandera, detrás de la arboleda espesa.

Siguió el visitante su camino a paso lento, por temor a equivocar la senda. A medida que avanzaba, la noche iba cayendo y las sombras dificultaban su visión. De pronto una voz aguda chilló entre la espesura, sobresaltándolo.

– ¡Alto! ¿A dónde te diriges, desconocido?

Ni en sus sueños más atroces había visto el hombre fealdad tan marcada. Nariz de águila y ojos de serpiente, sumados a una boca fina y con un rictus crónico de maldad, le hacían pensar que había llegado a las puertas del infierno.

– Me dirijo a la casa donde una doncella espera mi rescate y necesito de tu ayuda para continuar – respondió.

– ¿Y esperas entrar allí?- volvió a gritar la anciana- – No aconsejo que te acerques pues hallarás la muerte. ? Sólo lo conseguirás si das a beber mi pócima a los guardias de la entrada. Pero para ello deberás recompensarme ampliamente, jovencito.

– ¿Y cuál es tu pócima?- contestó el viajero.

– Te prepararé la más potente, con la que dormirán para siempre. La cola de lagartija y el hígado de buey con flores de lavanda sabrán hacer lo suyo. ¿Cuánto me darás a cambio?

– Te entregaré una bolsa con cien libras si me lo entregas con celeridad.

Concretado el trato recibió el frasco y continuó la marcha, con la mente atenta y el corazón henchido. El futuro y su vida dependían de volver a los brazos de su amada, aunque para ello debiera enfrentar las peores adversidades.

Habían pasado meses desde el infortunado momento en que, estando él ausente, el cruel villano se había apoderado de ella y la mantenía recluida. Confiaba en revertir la situación y recuperar prontamente a su ? amor perdido.

A poco de andar un halo de luz le indicó que estaba cerca. Entrecerró los ojos y sigilosamente dirigió su caballo hacia la entrada. El sendero angosto y la vegetación densa le dificultaban el paso pero su insistencia podía más.

Avistó los guardias en el frente; eran tres, no le sería difícil dominarlos. Rodeó la casa por detrás del muro y al verlo acercar los hombres desenvainaron sus espadas y le advirtieron:

– ¡Detente, extranjero! ¡Un paso más y eres hombre muerto! ¿Qué es lo que buscas?

– Vengo de lejos y lo único que ansío es algo para beber. Hace días que viajo y no he probado líquido desde el amanecer de la víspera. ¡Tenéis algo para ofrecerme?

– Tan solo agua del pozo y luego te marchas- contestaron, acercándole de mala gana un odre gastado y polvoriento.

– Tengo algo para ofreceros que hará que no me olviden- apuntó el joven – Un preparado que, mezclado con el agua, será a partir de hoy vuestra bebida predilecta.

Y mientras hablaba echó dentro del saco la pócima adquirida y se los entregó. Tomaron hasta saciarse y bastaron pocos minutos para que un sueño sempiterno se apoderara de los tres.

Cruzó entonces el portón de entrada y avizoró los alrededores. Tras el ventanal del frente se avistaba un imponente salón de fiestas y a un costado del mismo el dueño de casa dormía su aparente borrachera sobre un sillón; el resto de los lugares de la planta baja no mostraba otra presencia humana.

Se vería obligado a ascender a la planta alta intentando llegar a los cuartos traseros, los más recónditos. Escaló dificultosamente la tupida enredadera que cubría las paredes y una vez allí no le llevó demasiado tiempo recorrer las habitaciones; se dejó llevar por un sollozo débil que partía de la más lejana; forzó la puerta y entró.

Ni la más dichosa de las visiones hubiera provocado en ellos la emoción de aquel reencuentro, ni el sonido más sublime llenado sus oídos de música tan celestial.

Entonces las manos de Tianna se extendieron por sobre el abrazo, abriéndose hacia el cielo. Y como por arte de magia el bosque todo se

llenó de una luz nueva y las notas ? cautivantes los invadieron, filtrándose hasta cada casa, hasta cada rincón, hasta cada una de sus almas encontradas.

Los aldeanos se acercaron de prisa a celebrar la buena nueva y el hechizo continuó. Para beneplácito de todos, la Reina de las Hadas convirtió cada habitación en una casa digna por familia y elevó cada torre hasta tocar las nubes, para así programar tiempos buenos y lluviosos.

El bellaco fue condenado por siempre a las tareas más despreciables y la bruja junto al niño del camino, transformados en custodios a cambio de una paga sin igual.

Tianna y su amado, ahora soberanos de la comarca, huyeron raudamente cruzando los jardines, en busca de un descanso a sus tribulaciones y de un futuro venturoso a su regreso.

Formándoles cortejo, los abetos y los cipreses, las orquídeas y las anémonas, los lirios y los tréboles blancos enmarcaron su viaje, mientras se inundaban los cielos y la tierra de la música más bella que Tianna iba entonando, aferrada a su amante sobre el brioso corcel.

El abrazo anhelado los fundió en uno solo y fueron sus latidos de un solo corazón.

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LA CASA ENCANTADA

Filed under: Relato - Tercer ejercicio — Alfonso at 6:41 pm on domingo, enero 3, 2010

Cuando era pequeño tenía especial afición a los cuentos de hadas, nomos, elfos, duendes, magos y demás seres de los mundos fantásticos. Yo creo que todo empezó con los cuentos de los hermanos Grimm que me regaló mi madre. Era una selección de sus cuentos con ilustraciones. Me impresionaron, accedí a un increíble mundo en que todo era posible. Después leí otros y otros y busqué y rebusqué en anaqueles y estanterías. No quedo repisa ni estante sin investigar en todas las bibliotecas en que pude; conocí a Julio Verne y Emilio Salgari, viaje y tuve aventuras. Siempre me llamaron la atención los lomos de los libros, quizás porque era lo primero que veía. Ya entonces cuando cogía un libro primero veía sus tapas, acariciaba su lomo, palpaba sus hojas y luego lo leía pausadamente, después más deprisa y finalmente de un tirón hasta el final. Todos aquellos libros eran una tentación para mí pero yo ya había escogido con quien quería estar y era con los seres de fantasía.

Pero un buen día los cuentos desaparecieron. La bibliotecaria se mostró sorprendida al hacérselo saber y repasando su ordenador me dijo que hacia mucho tiempo que no llegaba ningún libro de ese tipo. Contactó con editoriales, librerías y otras bibliotecas y exhausta me comunicó que el mal era general. Nadie sabía muy bien que pasaba pero no llegaban cuentos a ningún sitio. Los autores estaban secos. La fantasía se había acabado. Sobre todo llegaban novelas de no ficción y las de ficción eran para adultos, nada que ver con el mundo de las hadas.

No estoy seguro de quien me habló de aquella casa, no se si fue la bibliotecaria o alguien de todas las personas con las que establecimos contacto para ver que pasaba pero me dijo que allí había habido en tiempos un centro cultural para niños con una bonita biblioteca, famosa por sus cuentos.

Una frondosa arboleda formaba un corredor que daba acceso a la casa. Un manto de hojarasca crujía bajo mis pies. Llegué hasta la verja que rodeaba la vivienda, una puerta metálica daba paso al jardín. El césped estaba especialmente cuidado y las flores llamaban la atención por su diversidad y colorido. Un sendero de losas indicaba el camino hacia la puerta principal entre árboles y pequeños lagos llenos de nenúfares. Cerca ya de la puerta se abría un claro con un césped que parecía segado a tijera. La casa era de arquitectura ecléctica de finales del siglo XIX de estilo inglés, con tres pisos de altura, tejado de pizarra, rematada por dos torreones con buhardillas picudas con un enorme pararrayos en su cúspide. Pequeños ventanales de madera pero muy numerosos se abrían en su fachada. Subí tres escaleras hasta la puerta principal, y busqué el timbre; no lo encontré así que pegué dos golpes con el aldabón que sonaron en toda la casa. Me pareció oír numerosos pasitos de lo que deduje que debía haber niños, finalmente unos pasos firmes y recios se aproximaron a la puerta abriéndola con decisión. Una mujer anciana de pelo revuelto y nariz aguileña me miraba con cara de pocos amigos. Vestida de negro me pregunto con voz ronca

-? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ¿Qué quieres? ¿No ves que estas molestando?

Le explique que me habían hablado de que en aquella casa había una biblioteca. No me dejó terminar y ásperamente me contestó

-? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? Aquí no hay nada de eso, vivo sola y no me gusta que me molesten.

Y cerrando la puerta dio por terminada la conversación.

Di una vuelta alrededor de la casa y por detrás vi una piscina redonda, al lado de una galería acristalada. Me llamaba la atención que una señora sola pudiera tener todo tan cuidado. Primero oí un susurro y luego una llamada a media voz. Alguien entre los arbustos y las flores me decía que me acercara. Al abrigo de las plantas, semiescondido un hombrecillo mayor diminuto con ropajes de colores, gorro de cucurucho y babuchas me dijo

-? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ¡Tienes que salvarnos! ¡Ven por la noche!

Miraba a todos lados preocupado mientras me urgía a que les ayudase. Cuando le iba a preguntar que era lo que pasaba desapareció entre el follaje. Miré a la galería y comprendí porque se había marchado. Aquella mujer tan desagradable miraba desde el interior haciéndome señas de que me marchase.

Me fui pensando que aquel hombrecillo era sin lugar a dudas un duende, un elfo o un gnomo. Me incliné más por pensar que era un duende de orejas largas y puntiagudas, abundante barba negra, pies grandes y muchas arrugas; pues todo el mundo sabe que los gnomos viven en el interior de la tierra y los elfos son jóvenes muy bellos que viven en bosques, cuevas o fuentes. Quizás fuese un duendecillo pues su estatura me parecía más pequeña que la de un niño. Es sabido que no tienen muy buen carácter, enfadándose con facilidad aunque de muy buenos sentimientos siempre dispuestos a ayudar al hombre y que son traviesos y que habitan en algunas casas de las que se apropian, suelen ser casas con abundante vegetación pues su hábitat natural son los bosques. También se les llama trasgos, trastolillos, trentis según la zona o el país.

Aquella noche en mi casa revise todos los cuentos que tenía sobre duendes y por fin di con algo interesante. Según la leyenda se puede crear duendes mediante la obtención de unas plantas que solo salen en la noche de San Juan. Estas plantas se deben guardar en una botella de vidrio negro dejándola cerrada durante toda la noche y por la mañana al abrirla saldrá el duende creado para ser tu sirviente. Pudiera ser que aquella mujer los tuviera a su servicio contra su voluntad. Eso explicaría porque todo estaba tan cuidado. Me prometí que acudiría en su auxilio. No podía desoír la llamada de un duende y mucho menos en estos tiempos en que la fantasía había desaparecido. Quizás sabrían algo de lo que pasaba. Me preocupaba la bruja así que estuve buscando como deshacerme de ella hasta que dí con la botella de Belarmino. Llené una botella de clavos, un alfiletero rojo en forma de corazón lleno de alfileres, cabello humano, uñas recortadas y orina. Era un poco guarro pero serviría para deshacer el hechizo y liberar a los duendes; además la bruja quedaría muy debilitada.

Era una noche oscura, las nubes corrían empujadas por un viento helado y de vez en cuando jirones de niebla invadían la arboleda de entrada a la casa que se hacía más evidente cuando ocasionalmente la luz de la luna lograba pasar hasta ella, entonces desde la distancia la casa aparecía tenebrosa. Me pareció que la hojarasca crujía más que nunca y que mis pisadas debían ser oídas por todos los duendes y brujas en muchos kilómetros a la redonda. Procuré hacer el menor ruido posible y rodeé la casa buscando por donde entrar. En la galería había una puerta que se podía abrir y accedí al interior. Sentí la botella de Belarmino en la mochila? a mi espalda y me dio seguridad. Un gran salón rectangular se abría ante mi, de él salía un pasillo y una escalera de piedra señorial ascendía hacia las otras plantas. Supuse que las habitaciones estarían arriba y comencé a subir lentamente. Una vez en el primer piso había varias habitaciones cerradas. De una de ellas salían lamentos y gruñidos. Pensé que la botella ya debía estar haciéndole efecto a la bruja. En otra, la más alejada salía luz de muchos colores por debajo de la puerta. Evidentemente esta puerta parecía la buena. ¿Qué podía haber detrás? Puse el oído y solo alcance a oír una especie de zumbido. Inspiré profundamente y decidí abrir la puerta. Una intensa luz cegadora alumbraba toda la habitación; de blanco inmaculado con cortinas de seda blancas, armarios y muebles blancos y estanterías llenas de cuentos; de los hermanos Grimm, de Perrault, de Hans Christian Andersen, de charles Diquens; fábulas de Esopo, de La Fontaine; cuentos de animales, de encantamientos, de príncipes y de dragones; cuentos de todos los colores y todos los tamaños y en medio de la habitación varias hadas; el hada inspiración de color amarillo ocre, el hada ingenio de color naranja, el hada entusiasmo roja, la creatividad parecida al ingenio, el ensueño violeta parecido a la utopia y la ilusión, la imaginación azul como el cielo y delante de todas ellas un hada de todos los colores del arco iris, la musa. Todas se revolvieron al verme y rápidamente me condujeron a la planta de encima donde estaban los duendes esclavizados al servicio de la bruja y ahora libres por efecto de la botella de Belarmino. Pero todavía faltaba lo más importante. En la habitación de la torre estaban encerradas las ideas que como gotas de escarcha se evaporaron al abrir la habitación. Las hadas me dijeron que por el pararrayos iban al aire y por él a todos los autores que sedientos de ideas no podían escribir. Mientras soltaba a las ideas los duendes sacaron a la bruja de su habitación que maltrecha por efecto de Belarmino no alcanzaba a defenderse y la echaron de la casa. Las hadas se pusieron a trabajar cada una con su don y a trasmitir ideas y los duendes empaquetaban cuentos con destino a todas las bibliotecas. Todos me aconsejaron enterrar la botella de Belarmino boca abajo para que protegiera la casa y la bruja no volviera nunca más.

Desde entonces leo todos los cuentos que quiero de la biblioteca, nunca más volvieron a faltar y cada vez los autores tienen más imaginación y más fantasía. Todo es señal de que las cosas funcionan bien en la casa encantada.

Blanca Navidad

Filed under: Relato - Segundo ejercicio — Indalo at 1:57 am on domingo, enero 3, 2010

Ciertos recuerdos entrañables permanecen grabados en el alma y nos visitan de vez en cuando. Unas veces los llamamos y otras nos llaman como si pretendieran refrescarnos las ideas acerca de nuestro origen o evitar que olvidemos el rastro que dejamos al pasar. Los recuerdos más lejanos nos llegan envueltos en la neblina que levanta el paso del tiempo; un neblina que a veces distorsiona las imágenes, como hacen los espejos de feria.

Al llegar el mes de diciembre, como todos los años, recibo mi regalo del pasado: los recuerdos de aquellas navidades que prosiguieron a mi décimo cumpleaños, las primeras que guarda mi memoria. Una sola foto queda de entonces, una sola prueba material de la tiranía del tiempo; y un único testigo, el hombre-niño que entonces tenía diez años: yo.

Era el día de Nochebuena y nos reunidos en casa para cenar y pasar la velada mis padres, mis abuelos, mis tíos y yo. Estábamos sentados a la mesa del viejo salón, con el calor y el olor del brasero, y bajo una lámpara de brazos de cristal que desprendía una luz tenue y amarillenta, una luz que no alcanzaba mucho más allá de la mesa y que proyectaba sobre las paredes unas sombras débiles e intrigantes. Hacía una noche muy fría y mamá me había colocado abundantes prendas de abrigo. El abuelo, siempre pendiente de mí, observó que tiritaba y me arrimó el brasero de carbón, que estaba bajo la mesa, y lo atizó varias veces. No tardé en sentir los pies calientes, y el confort se extendió al resto de mi cuerpo, que se fue liberando del frío y de los temblores.

Yo era un niño inclinado hacia el silencio y no solía participar en las conversaciones de los mayores, salvo cuando ellos lo requerían. Aquella noche hablaban más de lo habitual, alzaban las voces, comían, bebían y se reían. Yo me encontraba a gusto porque el ambiente era festivo y porque era un día importante, de esos que mamá y papá preparaban a conciencia y de esos que requerían estar bien vestido y aseado. No faltaba buen humor ni buena música ni buena comida ni buena bebida, tampoco faltó esa pizca de tolerancia, o de tacto, por parte de mis padres, para no reprocharme que me dejara parte de la comida, detalle que me hizo más feliz que las peladillas de la sobremesa. Por entonces yo comía muy poco, no tenía hambre ni soportaba la mayoría de comidas, por lo cual tenía que sufrir las presiones de mamá y las reprimendas de papá.

Como de costumbre, insistieron en que yo interviniera en sus coloquios; y para contentarlos lo hice en alguna ocasión, aportando comentarios y prestando atención; pero de inmediato regresé a mi silencio; un lugar en donde a menudo me encontraba a gusto, como ocurrió durante la cena de aquella Nochebuena. Papá y mamá nunca comprendieron mi predisposición hacia las pocas palabras y hacia la reflexión; estaban convencidos de que mi silencio era una señal de infelicidad, como si “el hablar” constituyera el barómetro de la felicidad.

A poco, la conversación absolvió a los mayores y se implicaron apasionadamente. El tono, cada vez más alto, formó un runrún continuo y confuso que sirvió de pretexto para que mi tendencia a la abstracción me aislara de los temas que trataban y me centrara en observar a los presentes y fijarme en los detalles circundantes.

Éramos siete personas en un rancio y desahogado salón en donde también se encontraba la cocina y la antigua chimenea, aquel día apagada por falta de leña y de carbón. Los muebles eran de madera oscura; las paredes, blancas y engalanadas con herramientas de labranza, objetos de esparto, recipientes de barro y viejos retratos de antepasados de la familia, algunos con marcos ovalados de madera; los techos, altos; y el suelo, ajedrezado con rústicas losas blancas y negras. Los mayores se colocaron a ambos lados de la larga mesa y enfrentados entre sí, mientras que yo ocupé un extremo, de manera que el otro extremo de la mesa quedaba desocupado y me permitía observar de frente el patio a través de una ventana. Todos estaban alegres y exultantes, con los rostros enrojecidos, y continuaban hablando y hablando. Se me ocurrió que la felicidad se alcanzaba con el crecimiento, con la edad, porque en aquel momento la alegría de los mayores me parecía envidiable. Y acaso tuve esa ocurrencia porque mi estado de ánimo de entonces estaba decaído, pues no solo me sentía infeliz con los continuos reproches que sufría a diario con la comida, sino también con que mi mejor amigo, Antonio, se había marchado a vivir a otro lugar, y mi mejor amiga, Anita, a quien consideraba como mi futura esposa, se había enamorado de otro. Sin embargo, aquella noche era mágica y lo sentí en aquel momento, quizá por el ambiente del salón, puede que por la felicidad de los demás, acaso porque estaba nevando, o tal vez porque esa noche nacía Jesús, y yo creía firmemente en ello.

Durante el resto de la cena, y mientras que los mayores continuaron hablando de sus cosas y divirtiéndose con ellas, yo me distraje contemplando la nevada a través de la ventana que daba al patio, que estaba iluminado y se veía muy bonito y pintoresco. La nieve, que había comenzado a caer débilmente por la tarde, era algo nuevo y misterioso que no solo me ilusionaba a mí, sino también a toda mi familia. Yaqui, mi gato, se situó a mi lado como de costumbre, y le di trozos de carne a escondidas.

La ventana que daba al patio, por la que contemplaba la nevada, no tardó en empañarse del vaho y del calor interior, y me impidió continuar con mi distracción.

La cena terminó tarde, y a continuación prosiguió la fiesta. Quitaron los platos, los cubiertos y el mantel y trajeron mantecados, polvorones, turrones, peladillas y licores. ? Los hombres fumaban y bebían aguardiente y coñac; las mujeres, licor 43 y palomas de anís. Me ofrecieron la zambomba y acompañé los villancicos que cantaba toda la familia. Pronto me animé, me entregué a la fiesta e intervine también en los cantes. No hubo descanso y proferimos todas las piezas de Navidad que conocíamos, y algunas que, sin conocerlas, tarareábamos. Yo alterné la zambomba con la pandereta, el abuelo acompasaba con el bastón y la abuela con las castañuelas. Llegó un momento en que la mayoría bailábamos al son de los cánticos. Papá y tío Rafael, mientras bailaban, hacían gracias e imitaciones burlescas con salero e ingenio y provocaban risas y carcajadas.

Avanzada la noche, llegó un momento en que mamá detuvo el jolgorio y propuso un descanso. Entonces las mujeres se fueron al baño a excepción de la abuela que no podía caminar. Lo que antes era frío se había convertido en calor, y el aire estaba cargado por el humo del brasero y del tabaco. Para ventilar el salón, el abuelo abrió la ventana que daba al patio, pero como mamá, que en ese momento regresaba, y la abuela se quejaron, de inmediato la cerró, mientras su cara mostraba un gesto de asombro que me intrigó. “Las mujeres siempre tan frioleras…” murmuraba el abuelo mientras que con un trapo desempañaba los cristales de la ventana del patio y decía “Ahora veréis”. Y entonces vimos el panorama del patio y nos asombramos de la gran cantidad de nieve que había caído. La pila y la escalera que subía al terrado estaban tapadas por la nieve, y seguía nevando abundantemente.

Nos levantamos de la mesa y nos acercamos a la ventana, atraídos por el espectáculo. “Qué caprichosa es la naturaleza” dijo el abuelo; “Y qué bonita”, añadió la abuela, a quien acerqué a la ventana en su silla de ruedas. La abuela y el abuelo se dieron la mano, y permanecieron mirándose fija y cariñosamente, en silencio. Los demás, pendientes de ellos, se unieron al silencio, como si aquello fuera algo importante, algo transcendental. La atmósfera se tensó y los rostros se endurecieron y se cargaron de dolor. Allí ocurría algo que yo no comprendía. Entretanto, la abuela soltó unas lágrimas, que nos compungieron a todos incluso a mí contagiado de aquella liturgia desconocida. No pregunté nada y seguí a los mayores, que instantes después retomaron la alegría.

El abuelo y la abuela, que apenas habían visto la nieve a lo largo de su vida, nunca habían contemplado una nevada tan copiosa y no ocultaban el placer que les producía, mientras que mis padres y mis tíos, aunque también deleitados, no tardaron en preocuparse por los problemas que podría acarrear el temporal. Yo no conocía la nieve hasta entonces y disfruté de ella y me sumé al gozo de mis abuelos.

Al terminar la fiesta, mis tíos no pudieron marcharse y tuvieron que pasar la noche en casa, y no solo la noche, sino que permanecieron allí durante una semana hasta que una comitiva forestal abrió los caminos.

Lo pasamos bien, incluso mis padres y mis tíos que, una vez aceptada la situación, pudieron disfrutar de una blanca Navidad.

Han transcurrido muchos años y se sigue celebrando la Nochebuena. Para unos, nace Jesús, es decir, nace la esperanza; para mí renacen los recuerdos de aquella infancia mágica, aquella ventana, aquella familia, aquel amor, aquellas últimas lágrimas de la abuela, lágrimas de muerte inminente. Todas las navidades añoro y añoraré aquella Navidad… Algo irrepetible, personal y sublime, algo que me enorgullece y me hincha el corazón, algo que, según me dicta la razón, y a pesar de la magia, no se repetirá.

Por eso cuando canto villancicos abro los ojos para no llorar, por eso busco la felicidad en otras ventanas, en otros momentos, en otras personas, en otros amores, por eso quisiera regalarle a mis hijos una gran Navidad, una Navidad inolvidable, infinita, por eso os pediría que cantarais conmigo:

Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad…

La igualdad entre hombres y mujeres

Filed under: Relato - Primer ejercicio — Sofia Moreno at 1:52 am on sábado, enero 2, 2010

Martín abre su regalo de Navidad. Un enorme camión articulado hace su aparición, saliendo de papeles satinados cubiertos con alegres dibujos infantiles. El camión reluce bajo la lámpara elegante. Se mueve alante y atrás, es un volquete. Martín lo carga de nueces como si fuera tierra para una obra. Levanta la palanca lateral y… ¡se vuelca el contenido! ¡Es maravilloso! Mi regalo sigue entre mis brazos. Nadie me lo puede quitar. Es mío, y solo mío. No tengo prisas en abrirlo, prefiero extasiarme ante el de mi hermano menor. ¡Qué suerte tiene! ¡Qué maravilla de aparato! Es exactamente como los camiones de verdad que entran y salen por las enormes puertas de hierro del recinto de la fábrica de tubos donde trabaja mi Papá. Cuando vamos, nos tratan muy bien. Nos hacen carantoñas, dicen que somos muy monos. Creo que nos tratan así porque somos los hijos del jefe.

Allí jugamos a escondernos en los tubos de cemento. Los hay a miles. Casi todos están bien alineados, secando al sol. Unos pocos están rotos y feos, torcidos. Esos son para tirar. No valen. Un amigo de mi Papá me explica que esos han salido mal, y vendrán a buscarlos para llevárselos y tirarlos. «¿Dónde los tiran?» pregunto. El amigo – bueno, más que amigo, creo que es un ayudante de Papá, porque le escucha muy serio y corre a hacer todo lo que le dice mi Papá; desde luego, en casa no le hacemos tanto caso – enfin, el caso es que ese señor que nos trata tan bien me aclara el asunto: los tubos mal hechos los rompen y con los trozos hacen casas. Mejor dicho, usan los trozos para rellenar un gran agujero. Sobre esos trozos ponen las casas, y con tanto cemento muy duro, pues no se caen. Así la gente está contenta porque sus casas no se caen mientras ellos duermen. Qué buena idea.

Martín se lo pasa pipa jugando con su camión. Ni siquiera quiere ver qué me ha tocado a mí. Bueno, él se lo pierde. Tengo mi tesoro entre los brazos. Decido abrirlo. Rasgo los hermosos papeles de regalo. El ruido que hacen al romperlos es casi lo mejor. Es como una campana que dice: «Atención, vamos a ver algo desconocido y maravilloso, no sabemos lo que será, mirad todos…» Mis hermanas ya han abierto los suyos. Ya he roto todos los papeles, ya lo puedo ver. El paquete es enorme también. Bueno, no está mal. Es un carrito para meter un bebé. Un bebé falso, claro, de juguete. Una muñeca, vamos. Tengo una muñeca así. Bueno, vale, se trata de pasearla para que se duerma. Menudo rollo. A mí me gusta mucho más lo del camión. Sobre todo porque es un volquete de verdad. La carga se vuelca y puedes estar todo el día llevando arena a la obra. Es mucho más divertido que pasear a un bebé dormido que no hace nada. Mi madre me explica que las niñas cuidamos de los bebés. Las obras son para los niños. Pues no hay derecho. Qué injusticia.

A mí me gustan más las obras, son más divertidas. Hay que hacer mil cosas: agujeros en la tierra, rellenar los agujeros con piedras o gravilla, buscar palitos, ponerlos para hacer las casas, buscar hojas, cubrir los palitos con hojas sin que se caigan, pegarlas con arena mojada, hacer caminos para poder llegar a la casa, poner un río y un puente para no ahogarse en el río. Si no hay puente no llegas a la casa. El puente es difícil porque un palo solo no sirve. Hay que poner más. Si pones muchos, puedes pasar encima del puente con un coche y a lo mejor, si haces muy bien el puente, puedes pasar con el camión ese tan grande y el puente no se hunde. Bueno, que hay que hacer un montón de cosas distintas. Mientras que el carrito… Sí, vale, tiene ruedas relucientes que brillan mucho, y suspensión para los baches, pero no es lo mismo. Es un poco aburrido. Mis hermanas están muy contentas con sus carritos. Las tres tenemos el mismo regalo. A mí me gusta más el de mi hermanito Martín.

Mis hermanas pasean charlando y riéndose.
– «Mi bebé es el más bonito.
– Pues mira, el mío está curado, porque ayer tenía fiebre.
– ¡Qué me dices! ¡Pobrecito! ¿Está mejor, entonces?
– Sí, el doctor le puso una inyección y ya se curó.
– ¡Menos mal! Menudo susto, ¿no?»

Se pueden tirar horas así. Qué aburrimiento. Pero si eso no interesa, jolines. Bueno, voy a buscar al perro para dejarle salir. Necesita correr mucho y en el jardín no tiene suficiente espacio para galopar. Encuentro a Canelo al lado del pozo. Llora de alegría cuando ve que le animo a acercarse a la valla del jardín. Le suelto. Corre como el viento y enseguida está muy, muy lejos. Salgo corriendo tras él. Viene y se alegra porque vamos a correr juntos. Corremos bajo el sol de invierno, por los campos casi verdes. Corremos y corremos. Al final me tiro al suelo, exhausta. Canelo viene hacia mí, muy contento. Quiere que le abrace, así que lo estrecho con fuerza entre mis brazos. Me lame la cara y me río con él. Me hace cosquillas. Esto es mucho mejor que el carrito aburrido para pasear despacio. Rodamos Canelo y yo por la tierra, abrazados. ¡Cómo me gusta este amigo perro!

Al día siguiente consigo convencer a Martín. «Mira a Papá, pues claro que a veces él también empuja el carrito. Los hombres también pueden empujar carritos con bebés dentro. No es solo para las niñas. Es una injusticia que a ti no te hayan dado un carrito tan brillante, con esos amortiguadores tan eficaces. Coges un bache pero el bebé ni se entera. Es una suspensión muy mullida. Pruébalo, Martín, ya verás qué estupendo.» Pobre Martín, qué fácil resulta engañarle. Casi demasiado fácil. Durante largo rato, juego con el maravilloso camión volquete. Mientras tanto, él empuja el carro. Por fin llegan mis hermanas. «Pero Martín, ¿qué haces con el carrito de Silvia? ¡Pero si eso es solo para niñas!» Martín replica repitiendo mis argumentos uno por uno. Mis hermanas le sacan del error y se me acaba la diversión. Él recupera su volquete y yo tengo que volver a mi carrito. Lo aparco y voy a buscar a Canelo. Últimamente se rasca mucho. Le voy a quitar las pulgas y garrapatas con alcohol, porque el pobre está fatal, siempre rascándose. La cocinera me enseñó cómo se hacía.

Voy a por el trapo del perro y el frasco de alcohol. Canelo se tumba a mi lado, muy obediente. Sabe que soy como una doctora para perros. Sabe que nunca le haré daño. Busco los bichitos asquerosos. Uno fuera. Lo aplasto con una piedra pequeña en la losa del sendero. Suelta tanta sangre que no entiendo cómo podía caber en un insecto tan minúsculo. Le chupaba la sangre a mi pobre Canelo. Busco otro. Y otro. Y así toda la tarde. He matado a mil bichos por lo menos. Eran como pequeños vampiros, muchos, muchos. Soy una heroína, el perro está contento. Le he restregado con alcohol en todos los sitios donde antes había un bichito asqueroso. ¡Ahora el perro está limpio! ¡Sin bichos! ¡Y gracias a mí! Esto es mucho mejor que cualquier carrito de postín, por muy grande que sea. Puaj, carritos a mí, que mato bichos de verdad, con sangre y todo. Mis hermanas no pueden matarlos, dicen que es un asco y no quieren hacerlo. Pero el pobre Canelo necesita que alguien se los quite. Menos mal que estoy yo aquí para mi Canelo, para lo que él necesite.

¡Ah! Mi hermano está leyendo su cuento, esta es mi oportunidad, he de aprovecharla, rápido, antes de que se dé cuenta. Vuelo hacia el camión. Me lo paso en grande, descargando toneladas de arena. Sigo con las obras que empezamos mi hermano y yo esta mañana. Están quedando muy bien. Ya tenemos tres casas terminadas. Con su techo y su camino de acceso. Hemos hecho un solo garaje para las tres casas. Mi hermano dice que así está bien, pero yo pienso que sería mejor un garaje para cada casa. ¿Y si se pelean los dueños de las tres casa entre sí? ¿Cómo van a compartir garaje si están enfadados? Es mucho mejor que cada casa tenga su propio garaje, como nosotros en la vida normal, la de verdad. Yo creo que mi hermano es un poco vago y simplemente no le apetecía trabajar tanto. Bueno, pues que me deje a mí, a mí no me importa hacer más garajes. Es más, me gusta. Da igual, los hago y luego él seguro que dice que están muy bien. Como pasó con el puente. El quería solo una birria de puente. Si lo hubiéramos hecho como él decía, se habría hundido bajo el peso del camión. Pero yo insistí y ahora tenemos el mejor puente del mundo entero.
Papá lo vio el domingo pasado y lo dijo: «Es el mejor puente del mundo entero.» Y él sabe mucho de esto, porque él hace tubos. Me lo ha explicado.

Con esos tubos enormes que hacen llevan el agua de un río a otro. A veces, llevan agua desde un río gigante hasta una zona que es como un desierto. No me acuerdo bien del nombre, algo como trasplante, pero no con plantas sino con vasos. Claro, como llevan agua, pues por eso los vasos de agua. ¡Ah, sí! Trasvase. Eso es, trasvase. Me explicó que gracias a esos tubos, la gente tiene agua. Pueden beber. Regar sus patatas. Comérselas después. Sin los tubos de Papá, todos se morirían de sed y de hambre. Claro, es normal, porque mi padre es un héroe. Salva a la gente gracias a los tubos que él hace. Los hace bien. Son grandes porque cabemos cuatro hermanos dentro y nadie nos ve desde fuera. Nos reímos porque no nos ven. Los pobres empleados corren detrás de nosotros, con un casco en cada mano. Nos quieren obligar a ponernos cascos cuando estamos allí. ¡Pero si no caen meteoritos ni nada! ¡Esos cascos no hacen falta! Para jugar en los tubos no necesitas casco. Qué bobos son los mayores, no tienen ni idea de nada.

Mi hermano es muy bueno. Como tiene su camión nuevo, pues ha dicho que desde hoy, puedo usar los dos coches pequeños que ya no le gustan. A uno le falta la puerta delantera derecha y el otro no tiene ruedas. No entiendo quién se las ha podido quitar. ¿Por qué quitarle las ruedas a un coche? Lo de la puerta no importa. He visto fotos de coches sin puertas, y resulta que son de carreras. Se meten en todo el barro a una velocidad tremenda. El otro día enseñaron eso en la televisión. Así que no me importa que no tenga puerta, pero lo de las ruedas es peor. He comentado esta preocupación con Papá. Dice que tampoco es grave, porque hay países con carreteras muy malas y allí solo pueden circular coches sin ruedas. Si tienen ruedas de goma, se pinchan con las espinas de las plantas. Entonces sus dueños les quitan las ruedas de goma y dejan solo la llanta de acero, que no se puede pinchar con nada. Así es mejor, porque no pinchan nunca. Bueno, pues qué bien. Ahora sí que podré jugar con ese coche. Ahora tengo dos coches, uno sin puerta y otro sin ruedas, pero los dos son estupendos. Uno es naranja, el otro amarillo. El amarillo tiene un número encima del capó, el número 87. A lo mejor puedo hacer una carrera y todo. Yo creo que ganará el 87, parece muy veloz. Ya veremos. Hoy es tarde. Mañana veremos.

Mis hermanas dicen que mi bebé se va a morir si no lo cuido. Jolín, qué pesadas. Bueno, vale, le doy un biberón mágico que nunca se vacía. Cuando casi no queda ni gota de leche blanca, puff… se vuelve a llenar, nadie sabe cómo. Ay, pobre bebé, le tenía olvidado con tanta carrera y tanto perro y tanta obra y puente. Ya está, ya ha comido, ahora a dormir. Es lo bueno de jugar con muñecas, te dejan mucho tiempo libre para poder hacer por fin lo que más apetece: construir edificios, acarrear materiales, cuidar al perro, incluso montar en bicicleta. Y puedo hacer todo eso aunque sea una niña. ¡Esto sí que es nuevo! Después de mucho insistir para que yo jugara a los mismos juegos que mis hermanas mayores, parece que por fin Mamá se ha dado cuenta que no pasa nada si juego a cosas de chicos. Me ha dado su permiso. Me ha dicho que sí, que no llore, que no está prohibido hacer todas esas cosas, aunque sea una niña. Entonces, ¿por qué los demás dicen que solo debo jugar con mis muñecas?

Mamá también sabe eso, porque lo sabe todo. Aunque parezca imposible, ella lo sabe absolutamente todo. Esta es la respuesta: Los demás no tienen ni idea, y punto. Mamá dice que algún día, habrá una mujer astronauta, y que a lo mejor seré yo. Pero el abuelo se ríe y dice que menudo disparate. Compramos la tele justo para eso, para ver cómo llegaba un astronauta hasta la luna, y llegó. ¿Mujeres astronautas? ¿Yo, astronauta de mayor? Sería bonito, podría hacerme amigos marcianos y haríamos picnics en alguna estrella que tenga césped. Llevaría a mi Canelo, claro. A él le encantan los picnics. A mí también. Es buena idea, caramba. Gracias Mamá, no se me había ocurrido, astronauta de mayor… Además, habrá que hacer casas en la luna, porque no vas a quedarte en la nave tan pequeña, qué agobio. Astronauta de mayor, con mi perro y su escafandra para cabeza de perro y una bici que funcione en el suelo lunar, y un robot que nos traiga la comida en una bandeja, y la nave, preciosa, limpia, sin bichos ni sangre. Qué bien, astronauta de mayor…