LA CASA ENCANTADA

Filed under: Relato - Tercer ejercicio — Alfonso at 6:41 pm on domingo, enero 3, 2010

Cuando era pequeño tenía especial afición a los cuentos de hadas, nomos, elfos, duendes, magos y demás seres de los mundos fantásticos. Yo creo que todo empezó con los cuentos de los hermanos Grimm que me regaló mi madre. Era una selección de sus cuentos con ilustraciones. Me impresionaron, accedí a un increíble mundo en que todo era posible. Después leí otros y otros y busqué y rebusqué en anaqueles y estanterías. No quedo repisa ni estante sin investigar en todas las bibliotecas en que pude; conocí a Julio Verne y Emilio Salgari, viaje y tuve aventuras. Siempre me llamaron la atención los lomos de los libros, quizás porque era lo primero que veía. Ya entonces cuando cogía un libro primero veía sus tapas, acariciaba su lomo, palpaba sus hojas y luego lo leía pausadamente, después más deprisa y finalmente de un tirón hasta el final. Todos aquellos libros eran una tentación para mí pero yo ya había escogido con quien quería estar y era con los seres de fantasía.

Pero un buen día los cuentos desaparecieron. La bibliotecaria se mostró sorprendida al hacérselo saber y repasando su ordenador me dijo que hacia mucho tiempo que no llegaba ningún libro de ese tipo. Contactó con editoriales, librerías y otras bibliotecas y exhausta me comunicó que el mal era general. Nadie sabía muy bien que pasaba pero no llegaban cuentos a ningún sitio. Los autores estaban secos. La fantasía se había acabado. Sobre todo llegaban novelas de no ficción y las de ficción eran para adultos, nada que ver con el mundo de las hadas.

No estoy seguro de quien me habló de aquella casa, no se si fue la bibliotecaria o alguien de todas las personas con las que establecimos contacto para ver que pasaba pero me dijo que allí había habido en tiempos un centro cultural para niños con una bonita biblioteca, famosa por sus cuentos.

Una frondosa arboleda formaba un corredor que daba acceso a la casa. Un manto de hojarasca crujía bajo mis pies. Llegué hasta la verja que rodeaba la vivienda, una puerta metálica daba paso al jardín. El césped estaba especialmente cuidado y las flores llamaban la atención por su diversidad y colorido. Un sendero de losas indicaba el camino hacia la puerta principal entre árboles y pequeños lagos llenos de nenúfares. Cerca ya de la puerta se abría un claro con un césped que parecía segado a tijera. La casa era de arquitectura ecléctica de finales del siglo XIX de estilo inglés, con tres pisos de altura, tejado de pizarra, rematada por dos torreones con buhardillas picudas con un enorme pararrayos en su cúspide. Pequeños ventanales de madera pero muy numerosos se abrían en su fachada. Subí tres escaleras hasta la puerta principal, y busqué el timbre; no lo encontré así que pegué dos golpes con el aldabón que sonaron en toda la casa. Me pareció oír numerosos pasitos de lo que deduje que debía haber niños, finalmente unos pasos firmes y recios se aproximaron a la puerta abriéndola con decisión. Una mujer anciana de pelo revuelto y nariz aguileña me miraba con cara de pocos amigos. Vestida de negro me pregunto con voz ronca

-? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ¿Qué quieres? ¿No ves que estas molestando?

Le explique que me habían hablado de que en aquella casa había una biblioteca. No me dejó terminar y ásperamente me contestó

-? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? Aquí no hay nada de eso, vivo sola y no me gusta que me molesten.

Y cerrando la puerta dio por terminada la conversación.

Di una vuelta alrededor de la casa y por detrás vi una piscina redonda, al lado de una galería acristalada. Me llamaba la atención que una señora sola pudiera tener todo tan cuidado. Primero oí un susurro y luego una llamada a media voz. Alguien entre los arbustos y las flores me decía que me acercara. Al abrigo de las plantas, semiescondido un hombrecillo mayor diminuto con ropajes de colores, gorro de cucurucho y babuchas me dijo

-? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ? ¡Tienes que salvarnos! ¡Ven por la noche!

Miraba a todos lados preocupado mientras me urgía a que les ayudase. Cuando le iba a preguntar que era lo que pasaba desapareció entre el follaje. Miré a la galería y comprendí porque se había marchado. Aquella mujer tan desagradable miraba desde el interior haciéndome señas de que me marchase.

Me fui pensando que aquel hombrecillo era sin lugar a dudas un duende, un elfo o un gnomo. Me incliné más por pensar que era un duende de orejas largas y puntiagudas, abundante barba negra, pies grandes y muchas arrugas; pues todo el mundo sabe que los gnomos viven en el interior de la tierra y los elfos son jóvenes muy bellos que viven en bosques, cuevas o fuentes. Quizás fuese un duendecillo pues su estatura me parecía más pequeña que la de un niño. Es sabido que no tienen muy buen carácter, enfadándose con facilidad aunque de muy buenos sentimientos siempre dispuestos a ayudar al hombre y que son traviesos y que habitan en algunas casas de las que se apropian, suelen ser casas con abundante vegetación pues su hábitat natural son los bosques. También se les llama trasgos, trastolillos, trentis según la zona o el país.

Aquella noche en mi casa revise todos los cuentos que tenía sobre duendes y por fin di con algo interesante. Según la leyenda se puede crear duendes mediante la obtención de unas plantas que solo salen en la noche de San Juan. Estas plantas se deben guardar en una botella de vidrio negro dejándola cerrada durante toda la noche y por la mañana al abrirla saldrá el duende creado para ser tu sirviente. Pudiera ser que aquella mujer los tuviera a su servicio contra su voluntad. Eso explicaría porque todo estaba tan cuidado. Me prometí que acudiría en su auxilio. No podía desoír la llamada de un duende y mucho menos en estos tiempos en que la fantasía había desaparecido. Quizás sabrían algo de lo que pasaba. Me preocupaba la bruja así que estuve buscando como deshacerme de ella hasta que dí con la botella de Belarmino. Llené una botella de clavos, un alfiletero rojo en forma de corazón lleno de alfileres, cabello humano, uñas recortadas y orina. Era un poco guarro pero serviría para deshacer el hechizo y liberar a los duendes; además la bruja quedaría muy debilitada.

Era una noche oscura, las nubes corrían empujadas por un viento helado y de vez en cuando jirones de niebla invadían la arboleda de entrada a la casa que se hacía más evidente cuando ocasionalmente la luz de la luna lograba pasar hasta ella, entonces desde la distancia la casa aparecía tenebrosa. Me pareció que la hojarasca crujía más que nunca y que mis pisadas debían ser oídas por todos los duendes y brujas en muchos kilómetros a la redonda. Procuré hacer el menor ruido posible y rodeé la casa buscando por donde entrar. En la galería había una puerta que se podía abrir y accedí al interior. Sentí la botella de Belarmino en la mochila? a mi espalda y me dio seguridad. Un gran salón rectangular se abría ante mi, de él salía un pasillo y una escalera de piedra señorial ascendía hacia las otras plantas. Supuse que las habitaciones estarían arriba y comencé a subir lentamente. Una vez en el primer piso había varias habitaciones cerradas. De una de ellas salían lamentos y gruñidos. Pensé que la botella ya debía estar haciéndole efecto a la bruja. En otra, la más alejada salía luz de muchos colores por debajo de la puerta. Evidentemente esta puerta parecía la buena. ¿Qué podía haber detrás? Puse el oído y solo alcance a oír una especie de zumbido. Inspiré profundamente y decidí abrir la puerta. Una intensa luz cegadora alumbraba toda la habitación; de blanco inmaculado con cortinas de seda blancas, armarios y muebles blancos y estanterías llenas de cuentos; de los hermanos Grimm, de Perrault, de Hans Christian Andersen, de charles Diquens; fábulas de Esopo, de La Fontaine; cuentos de animales, de encantamientos, de príncipes y de dragones; cuentos de todos los colores y todos los tamaños y en medio de la habitación varias hadas; el hada inspiración de color amarillo ocre, el hada ingenio de color naranja, el hada entusiasmo roja, la creatividad parecida al ingenio, el ensueño violeta parecido a la utopia y la ilusión, la imaginación azul como el cielo y delante de todas ellas un hada de todos los colores del arco iris, la musa. Todas se revolvieron al verme y rápidamente me condujeron a la planta de encima donde estaban los duendes esclavizados al servicio de la bruja y ahora libres por efecto de la botella de Belarmino. Pero todavía faltaba lo más importante. En la habitación de la torre estaban encerradas las ideas que como gotas de escarcha se evaporaron al abrir la habitación. Las hadas me dijeron que por el pararrayos iban al aire y por él a todos los autores que sedientos de ideas no podían escribir. Mientras soltaba a las ideas los duendes sacaron a la bruja de su habitación que maltrecha por efecto de Belarmino no alcanzaba a defenderse y la echaron de la casa. Las hadas se pusieron a trabajar cada una con su don y a trasmitir ideas y los duendes empaquetaban cuentos con destino a todas las bibliotecas. Todos me aconsejaron enterrar la botella de Belarmino boca abajo para que protegiera la casa y la bruja no volviera nunca más.

Desde entonces leo todos los cuentos que quiero de la biblioteca, nunca más volvieron a faltar y cada vez los autores tienen más imaginación y más fantasía. Todo es señal de que las cosas funcionan bien en la casa encantada.

2 Comments »

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Comment por carla

7 enero 2010 @ 11:00 pm

Qué bonito y sorprendente. Estoy emocionada con los cuentos que estáis presentando en el taller. Me ha encantado el desarrollo y como has hecho el nudo de la narración. Has creado un buen embrollo para luego mostrar más fantasía. Estupenda la fusión de intriga con magia y festividades (la noche de San Juan). La frase final me parece un acierto. Gracias y Feliz 2010.

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Comment por Carminacd

8 enero 2010 @ 4:21 pm

Es muy conmovedora la forma en la que salvas los libros. Gracias por darles tanto valor.
Saludos
Carmiña

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