San Valentín

Filed under: Microrrelato: Segundo ejercicio — Corina Harry at 6:32 pm on martes, febrero 9, 2010

Se acercaba el 14 de febrero y todas las calles estaban cubiertas de anuncios a cerca del día de los enamorados. Pensó en el negocio que se arma en determinadas fechas explotando los sentimientos de la gente. Recordó que el día de la madre no había pasado por el cementerio a llevarle unas flores a la suya. ¿Qué le regalaría a su esposo este año? El año pasado él la sorprendió con un collar de perlas cultivadas. Las perlas traen mala suerte. También traen pelea… Ella no lo notó. Los siguientes cuatro meses, fueron tiempos en que la cercanía se confabuló con la fertilidad, y allí estaba ella, a punto de parir el primogénito. Percibió que sería un varón en cuanto quedó embarazada. La ecografía lo confirmó cuatro meses después. Y ahí estaba ella, con un collar de perlas que todavía no había estrenado, un embarazo maduro y un San Valentín cercano. ¿Qué le regalaría a su esposo? El año pasado tampoco le dio ningún regalo. Pero, ¿qué mejor regalo que la llegada de un hijo varón? Salió a la calle y se detuvo a mirar los anuncios que cubrían las calles. Nada le interesó particularmente. Y lo que podía interesarle, estaba muy lejos de su presupuesto. Saber que no tenía dinero la hizo sentir casi adolescente. Recordó su primer novio, a los catorce. Hace diez años lo vio desde un colectivo. Él iba con una mujer embarazada, así, como ella, ahora. ¿La habrá visto él, desde un colectivo, en estos últimos tiempos? Volvió a mirar los anuncios. Sentía una frustración que no podía adjudicarla a nada en especial. Una apatía ajena a su estrado de gravidez.? ¿Qué le regalaría a su esposo? El hijo estaría bien si se tratara del día del padre, pero no para el día de los enamorados. Quería algo más representativo, más personal. Algo romántico, orillando lo erótico. No se sentía muy erótica con una panza de más de ocho meses. ¿Romántica? Tampoco. Seguía mirando los carteles. De pronto comenzó a comprender el origen de la apatía. Las palabras acudieron a su mente con una claridad que la dejó perpleja. Por primera vez en su vida, todo empezaba a tener sentido. Un clarísimo y completo sentido. Y comenzó a reír. Reía como ríe quien accede a la iluminación. Miró por última vez los carteles. Esa misma noche, le pediría a su esposo, el divorcio.

1 comentario »

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Comment por Quioreng

22 febrero 2010 @ 12:56 am

Me gusta tu relato porque hace referencia a ese momento de reflexión, justo antes de decidir. Viene precedido de un tiempo de letargo en el que sólo dejas que sucedan los acontecimientos sin darle importancia, y sin darte cuenta de la huella que te han dejado. Me gusta como lo has reflejado, sirviendo San Valentín como detonante.

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