MI REFUGIO
Cuando a mi padre le llegó el traslado inesperado que imprevista y decididamente rechazó, el destino hizo que nuestras vidas (la mía, las de mis progenitores y ? las de mis hermanos) continuaran en este insustituible y sereno “lugar en el mundo”.
Hoy que ninguno de ellos, por diferentes causas obvias y no tanto, habitan este espacio descubierto, agradezco infinitamente haber permanecido aquí.
Es así. Mi ciudad, ? hoy nota de revistas y de diarios en los suplementos de turismo, es un colage de colores y? matices, de olores y texturas que me confortan el alma.
Vi crecer a mis hijos como entiendo todas las madres lo imaginan. No lejos de la tecnología pero inmersos en un mundo de aire libre, árboles frondosos y riachos tranquilos donde armaban historias de aventureros y corsarios, fantaseando hasta el anochecer.
Innumerables deportes congregan a todas las edades en una conjunción de desafíos y competencias que marcan épocas y protagonistas.
Descubrimientos paleontológicos recientes nos muestran otra riqueza que se suma a la de los suelos fecundos, los frutos maduros y los cielos azules.
Una conjunción soñada de naturaleza y progreso que, aún en una actualidad que amenaza destruirla sigue ofreciéndonos lo mejor de sí, pidiendo de distintas maneras un mínimo de estima a su origen y a su historia.
La permanencia en este sitio me ha permitido sumar a los valores tradicionales otros nacidos del respeto a este mágico mundo que se nos entrega sin retaceos y al que de las manos de los hombres debemos rescatar.