EL VIAJERO INDOMABLE

Filed under: Relato - Cuarto ejercicio — Alfonso at 5:41 pm on miércoles, mayo 5, 2010

Allí estaba él, Baldomero, metido en un globo con dos ancianos, el Señor Marqués y su amigo Tobías, a toda velocidad hacia lo desconocido. ¿Como había llegado hasta allí? ¿Cómo se había podido meter en este lío? No tenía ninguna necesidad de esto ya que llevaba una vida apasionante al lado del señor Marqués en su casa de las afueras de Londres.

El Señor marqués vivía retirado del mundanal ruido con su fiel mayordomo Baldomero dedicado a sus pequeñas obsesiones después de una intensa vida de viajes, descubrimientos y exploraciones. Ya mayor y con síntomas de locura, más intensos que los que había atesorado durante toda su vida, había llenado su mansión de cuartos de baño de tal manera que tenía seis aseos; casi más que habitaciones y se dedicaba a la fontanería constantemente. Unos días cambiaba grifos, otros tuberías, a veces las tazas del vater, los bidés e incluso los platos de ducha o las bañeras. Estaba empeñado en afirmar que los enemigos de todas sus expediciones podían meterse en su casa a través de sus tuberías apareciendo en cualquier cuarto de baño. Estos tenían el nombre de los continentes y Baldomero se veía obligado a montar guardia según las sospechas de su señor y también a ayudarle con las reparaciones que considerase pertinentes para impedir que el enemigo conquistase su casa a través de las cañerías. Baldomero que había viajado con él durante años a lo largo de todo el mundo sabía perfectamente como tratar a su señor y con el debido respeto le daba capotazos a diestro y siniestro según el día de tal manera que a pesar de ser un trabajo agotador no lo fuera tanto como para desfallecer.

Hoy es lunes y el día amanece aparentemente tranquilo. Baldomero en la cocina prepara el desayuno a base de productos americanos ya que hoy es el día de América. El Señor Marqués recordará hoy sus numerosos viajes a América.

Un redoble de tambores rompe la precaria paz de la casa. Baldomero coge una bandeja con humeante café y abundantes frutas y se dirige imperturbable al salón. Allí un numeroso grupo de indígenas semidesnudos bailan al son de los timbales avanzando y retrocediendo en círculo en lo que parece una danza ancestral mientras el Señor Marqués permanece en el centro amarrado a un poste gritando desgarradoramente.

Baldomero entra y dirigiéndose al señor le dice:

-? ? ? ? ? Le dejo al Señor Marqués el desayuno en la mesa para cuando usted guste.

A lo que el marqués responde:

-? ? ? ? ? ¡Baldomero! ¡Baldomero! Mira lo que ha pasado por no vigilar el cuarto de baño de América. Estos salvajes se han introducido por las tuberías. Ahora tendré que taparlas después de deshacerme de ellos. ¡Mi fusil, Baldomero!

-? ? ? ? ? Enseguida, señor.

El criado va a buscar el fusil de su señor mientras éste se deshace de las leves ligaduras que lo mantienen atado y les grita a los indígenas

-? ? ? ? ? ¡Caníbales! ¡Cobardes! ¡Herejes!

Una vez que se hace con la escopeta y la comienza a cargar los indios que le venían mirando de reojo con gran desconfianza echan a correr de tal manera que solo puede efectuar un par de tiros al aire y seguir insultándoles durante varios minutos hasta que desapareció todo el mundo.

Al cabo de un rato y después de asegurarse que no hay nadie en el cuarto de baño y taponar adecuadamente todos los sumideros se pone a desayunar apaciblemente mientras lee el periódico.

Baldomero en la cocina prepara la comida.

Poco dura la paz en la casa pues en unas horas se vuelven a oír los gritos del Señor Marqués en el jardín.

Baldomero sale llevando un pequeño aperitivo presenciando como en la inmensa piscina el marqués da saltos en una balsa mientras tres indígenas le siguen en una frágil embarcación lanzándole lanzas con el ánimo de ensartarle. El Amazonas que así se llama la piscina, aquel día, tiene un intenso oleaje que amenaza seriamente el precario equilibrio de un enjuto Señor Marqués. Varios cocodrilos asoman sus cabezas provocadoramente.

Baldomero imperturbable deja el aperitivo en la pérgola anunciándoselo a su señor.

-? ? ? ? ? El aperitivo, Señor Marqués.

Este le llama de todo y le exige que le auxilie.

Baldomero coge el fusil y hace varios disparos. Los indios se caen al agua y salen nadando entre los cocodrilos que sospechosamente no se mueven en absoluto. Coloca una pasarela desde tierra hasta la almadía y ofreciendo su mano al Señor Marqués le ayuda a pasar mientras este se atusa los bigotes y recobra la compostura.

-? ? ? ? ? Gracias, Baldomero. Tomaré el aperitivo en la pérgola, como siempre.

-? ? ? ? ? Muy bien, Señor Marqués.

A las dos de la tarde llaman a la puerta y Baldomero abre a un hombre que elegantemente ataviado se identifica como el embajador de las Américas invitado por el Señor Marqués a comer. Toman el café en el jardín y presencian un pequeño desfile de las tribus más representativas: mayas, aztecas, incas…y por supuesto finalmente unos? bailes protagonizados por unas estupendas brasileñas a las que el Señor Marqués no quita ojo. Se estaba pasando la tarde en un suspiro hasta que varios sacerdotes precolombinos pretendieron hacer un sacrificio humano y se fijaron en él. Ya cansado de tanta actividad volvió a coger su amado fusil y repartió varios tiros a diestro y siniestro hasta que allí no quedó nadie, ni siquiera el excelentísimo embajador que había sido de los primeros en poner pies en polvorosa.

Baldomero trajo el batín, las zapatillas y la pipa anunciando al señor que en breve serviría un pequeño refrigerio a modo de cena en la biblioteca.

Allí se dirigió el Señor Marqués una vez que volvió a comprobar el cuarto de baño “América” asegurándose de que todos los tapones seguían en su sitio. Lo cual le extrañó dada la cantidad de indios que habían pululado por su casa y le reafirmó en la idea de lo inteligentes que era esta gente.

Después de la cena y una pequeña pipa Baldomero le ayuda a bañarse, por supuesto en una tina, pues no se fía de las bañeras de tapón, conectadas a las tuberías, no fuera a aparecer alguien por el sumidero. De hecho cuando en alguna ocasión Baldomero intentó lavarle en la bañera el escándalo había sido mayúsculo, razón por la cual desde entonces se hacía en la tina. Siendo sustituida esta labor, en primavera y verano, por una ducha en un aseo portátil en el jardín con conexión a un depósito de agua que no constituye amenaza para él, aunque insiste en cambiarlo de lugar casi todos los días para despistar al enemigo.

Duerme bastante bien el Señor Marqués lo cual agradece notablemente Baldomero, aunque esporádicamente alguna noche de insomnio la pase corriendo por el jardín delante o detrás, no se sabe muy bien, de enormes y peligrosos animales que pretenden devorarle. Todo se acaba con Baldomero pegando unos tiros y llevando al Señor Marqués, desfallecido, a la cama de donde ya no se mueve hasta pasadas ocho o diez horas.

El martes, Baldomero prepara té y arroz en el día de Asia. Todo está previsto. Después de desayunar, un samurai con su armadura y su Katana aparecerá dispuesto a dar muerte al Señor Marqués quien se librará por los pelos gracias al fusil de Baldomero. En la piscina un junco chino desplegará sus velas dispuesto a partir. El Marqués embarcará acompañado por Marco Polo que le visitará dispuesto a comer con él. Baldomero utilizará la pasarela para poder servirles. A los postres cuando se entreguen a la paz de un café el samurai se hará el harakiri en un recóndito lugar del jardín por la humillación de la derrota sufrida mientras un dragón chino sobrevuela la casa. Por la tarde varios monjes budistas y lamas importantes le visitarán intentando relajarle y trasmitirle la paz interior pero lamentablemente todos saldrán corriendo cuando el Señor Marqués se canse y la emprenda a tiros. Baldomero taponará todos los sumideros del cuarto de baño “Asia” y? le bañará en la tina del jardín. Le dará la cena y le arropará dispuesto a vigilar su sueño.

Todo lo tiene previsto Baldomero, todos los días del año, con sumo cuidado y con sumo cariño. Todo por el Señor con el que ha compartido toda una vida de aventuras, Don Luis Marqués, el Señor Marqués como le gusta que le llamen. Desde hace tiempo ha perdido la cabeza y solo tiene una obsesión, todas las personas que ha conocido durante sus viajes pueden aparecer en su casa entrando por las cañerías. Tan indigna obsesión ha convertido al Señor Marqués en un pobre demente. Solo la actividad a la que le somete Baldomero le ha resucitado dándole un sentido a todos los días de su vida, días en que revive sus viajes, luchas y encuentros.

Pero no siempre las cosas salen como Baldomero prevé. Oye ruidos en el jardín y supone que el marqués ha despertado y ha comenzado con el plan del día. Seguramente estará luchando con el Samurai. Saldrá al jardín y haciéndose el tonto, de la manera más normal, le anunciará el desayuno. Así lo hace y cuando llega al jardín se encuentra con un globo aerostático a punto de elevarse. En su canasta de mimbre el marqués abraza fraternalmente a alguien. No le da tiempo a pensárselo. Con una rápida carrera y un enorme salto se agarra a la barquilla mientras el globo se despega del suelo. Con un último esfuerzo se incorpora hasta el interior y se sienta desfallecido. El Señor Marqués charla ajeno a todo lo demás con otro anciano al que identifica como su amigo Tobías, compañero de fatigas en muchos de sus viajes.

Baldomero, cuando se recupera se hace cargo de la situación y recupera la compostura. Tobías ha venido a buscar a su amigo para una nueva aventura. No se explica muy bien como lo ha hecho pero lo ha conseguido. Todo lo habían planeado a sus espaldas y casi le dejan de lado. ¡Que hubiera sido de ellos!

Baldomero les quiere convencer de la locura en la que se han metido y la necesidad de volver al suelo. El Señor Marqués indignado le hace callar, afeándole su conducta y amenazándole con despedirle, lo cual en esta situación es cuando menos grotesco.

-? ? ? ? ? ¡Baldomero! ¡No seas impertinente! Y compórtate

Reconvenido de esa manera y de forma pública Baldomero cambia de estrategia.

-? ? ? ? ? El señor no me ha entendido. No disponemos de nada. Necesitamos viandas y material para la expedición. Habrá que bajar para buscarlo.

El Señor Marqués se aleja a la otra esquina de la barquilla y juntando su cabeza con la de su amigo Tobías se ponen a mascullar entre dientes, de lo que Baldomero deduce que están pensando que hacer. Repentinamente se dan la vuelta y encarándose con el mayordomo le dicen

-? ? ? ? ? De acuerdo, pero como no estamos muy seguros de tu fidelidad iremos bajando a lo largo del viaje para conseguir lo que necesitemos.

Baldomero suspira

-? ? ? ? ? Pero señor, no tenemos ni siquiera dinero para poder hacer las compras.

La carcajada de aquellos dos hombres hace temblar el globo. Baldomero les mira sorprendido. Por primera vez en mucho tiempo las cosas se le van de las manos y eso que está acostumbrado a cosas raras. Pero rápidamente comprende el motivo de sus risas cuando el Señor Marqués le enseña un gran fajo de billetes.

Baldomero se rinde a la evidencia y como siempre se dispone a proteger a su jefe y amigo en esta nueva aventura.

El Señor Marqués tiene la intención de revivir todos los viajes anteriores para así poder establecer la paz con todas las personas con las que tuvo contacto, de tal manera que una vez hecho esto no tenga ya que preocuparse nunca más de sus tuberías.

Ardua labor, piensa Baldomero y soltando más gas eleva el globo a toda velocidad.

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