El Candidato

Filed under: Creatividad - Primer ejercicio — Mariano Campo at 12:14 am on miércoles, septiembre 29, 2010

-Es la hora Sr. Blackmore-, dijo en voz baja su asistente personal.

Andrew Blackmore, elegantemente vestido, con un encanto y atractivo que no dejaba indiferente a nadie y cuyo aura y magnetismo personal le precedían antes de entrar en cualquier estancia, le dio las gracias.

Siguiendo la costumbre adquirida cuando era niño, marcó la página del libro que estaba leyendo doblando su esquina. Lo cerró, lo depositó sobre la mesa y apagó la pequeña lámpara que utilizaba exclusivamente para leer.

Aunque le envidiaban por su éxito, le había costado sangre, sudor y lágrimas llegar a su actual posición privilegiada.

Nació en un barrio de chabolas con el nombre de Andrés Moreno Salazar. Sus padres se trasladaron desde el campo a la gran ciudad tratando de escapar de la miseria y, sin embargo, se estrellaron contra el muro de la marginación y la indiferencia. Se levantaban cada día con el alba y regresaban al anochecer con la espalda rota, las manos llenas de callos y unas pocas monedas. Ojos que destilaban tristeza e impotencia.

Sin embargo, Andresito y sus compañeros de juego, siempre encontraban algo con que divertirse. El gueto les ofrecía un mundo lleno de oportunidades. Perseguían a las gallinas que cloqueaban asustadas; tiraban piedras a las omnipresentes ratas. Un punto si le dabas a una de tamaño mediano; dos si era grande y negra como un gato y cuatro si era albina. Se convirtieron en auténticos expertos. No fallaban una.

Otras veces, intentaban alcanzar las nubes subidos al columpio que todavía se mantenía en pie. Pertenecía a un parque infantil abandonado, construido en su día por unos misioneros mormones en un vano intento por hacer llegar a esas almas necesitadas la “palabra de Dios”. Pero Dios tampoco se encontraba a gusto en aquel ambiente y prefirió mudarse más al norte, junto a sus inmaculados misioneros.

-Andrés-, le dijo su abuelo.

-Te haré un regalo que cambiará tu vida-. Le mostró un libro y añadió:

-En los libros se haya todo el conocimiento del mundo. Te harán libre y también esclavo-.

-Entonces, ¿para qué necesito saber, si puedo terminar siendo un esclavo?-, respondió Andrés.

-Porque la cultura y la sabiduría te permitirán romper las cadenas. El cielo será tu límite-.

Tenías razón, viejo amigo…

Con el apoyo de una ONG, consiguió graduarse “Cum Laude” en la universidad. Cursó varios “Másters” en el extranjero con la ayuda de becas obtenidas mediante su esfuerzo personal.

Cambió de nombre adaptándolo al país de acogida. Se convirtió en un abogado de éxito defendiendo las causas de los más desfavorecidos.

Y allí se encontraba, sentado ante el televisor, rodeado de asesores, amigos y algún que otro parásito, esperando el resultado de las votaciones. Las encuestas lo daban como claro favorito. Pero si pensaban que podrían manejarlo a su antojo, estaban muy equivocados. Permanecería fiel a sus orígenes, firme como una roca.

Mariano Campo.

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