Espejo
Nevó durante toda la tarde. Por fin paró un poco y salí a la calle. Pero no había forma de caminar sin dejar huellas. Me encontrarías. Entonces llegó ella, con su flamante coche rojo y oliendo a puta barata. Entró en tu casa por la puerta principal y yo aproveché las rodadas de su coche para alejarme. Puse cuidado en tapar la nariz con un pañuelo para que no cayeran las gotas de sangre sobre la nieve.
No sé bien por qué te cuento todo esto, no debería escribirte más, pero tengo esta absurda costumbre de hablar contigo todo el tiempo. Suelo pensar que es nuestro tiempo, pero creo que me has sacado de esa ecuación. Ahora malgasto mis horas vigilándote y cuando llega ella, a la que le dedicas las palabras que deberían ser para mí, corro, me escapo, el dolor no me permite permanecer ahí. Esta vez choqué contra la puerta, estaba tan concentrada en registrar cada olor que casi pierdo la nariz en el intento. Caminé por sus huellas y cuando por fin llegué a mi coche, entendí que en algún momento mi vida se diluyó en la tuya y en todo esto no te perdí a ti, me perdí a mí. Ha nevado más de una tarde en mis huesos y ahora puedo ver que llevo meses tratando de encontrarme en tu forma de verme, puedo ver que este aferrarme a ti me aniquila. Hoy voy a verme en el espejo, sin tu mirada, con la mía, voy a buscar mi propio olor, voy a cantar mi canción, voy a dejar esta obsesión de seguirte con el alma y voy a reinventar mi tiempo. Hoy voy a aceptar que tengo más que una nariz rota y con los pedazos voy a hacer una obra intensa, segura y viva. Y así cuando te vea, cuando te recuerde podré agradecerte por las alas que sin ti, nunca hubiera conseguido.