Creación de un personaje a partir de un autorretrato
Ella tenía dos personalidades, decía, pero a mí me parecía que tenía unas doscientas. La había visto bailando medio desnuda, dando una presentación de negocio a unos banqueros adustos y aburridos y tirándose en paracaídas. Era? insoportable: tan inteligente, tan segura de sí misma, tan que lo podía todo. Y además, hermosa. El contraste conmigo era brutal y ella lo sabía.
Por eso siempre pensé que en el trasfondo de esa supermujer existía un sadismo puro y espeluznante. Su interés por mí, sus constantes llamadas e invitaciones a compartir su vida extraordinaria no eran porque, como ella le decía a mi madre, nos conocíamos desde el jardín de infancia. Ella me buscaba para compararse, para decirse a sí misma lo superior que ella era.
Eso de las dos personalidades vino a colación un día mientras me explicaba que dos hombres en la oficina estaban perdidos de amor por ella. Uno satisfacía su personalidad aventurera: era deportista, escalaba los picos más altos y demostraba una gran habilidad en otras posiciones. El otro era un ejecutivo exitosísimo, futuro presidente de la empresa que ganaba una fortuna en los bonos del mercado. Con afectada tristeza me decía que no sabía por quién decidirse porque eso de la doble personalidad la tenía tan confundida…… Me paré de la mesa, tiré la servilleta en la mesa, le dí los buenos días y me fui. Cuando me preguntó adónde me iba le contesté: “A la Patagonia, no me llames más”.
Hoy tomo café con mi amiga periodista quien, al igual que yo, ha tenido novios que han sido unos perros con ella, le sobran unos? quilitos y tiene que estirar la quincena para pagar las cuotas de su carro. Ella me hace feliz.