De mí, que no soy interesante.
Aquello que puedo decir acerca de mi no tiene siquiera la más mínima semejanza con lo que los demás ven. No me siento subvalorado ni mucho menos. Es sólo que hasta me cuesta encontrar las cosas buenas que me señalan. Y a las malas las cambio por otras, mucho peores por cierto, pero que desde acá adentro parecen más adecuadas para describirme.
Cuando me acusan de ser un poco perezoso siempre me queda la sensación de que indolente o apático son adjetivos que cuadran mejor. Cuando quiera que alguien gusta halagarme diciéndome que qué lindo sonó ese tema en el piano yo se y no puedo siquiera por un segundo olvidar los errores que cometí, de las oportunidades que dejé pasar.
Cualquiera escribe mejor que yo. Cualquiera es más inteligente o más estúpido. Cualquiera podría hacer tal o cual cosa más rápido o más prolijo. Quizás porque los adjetivos son una marca absolutizada es por lo que no me puedo encontrar en ninguno. No me siento una persona destacable. Y estoy convencido de que a nadie le interesaría leer de mí.
Cualquiera escribe mejor que yo. Y sin embargo, acá estoy, tratando de formarme una vida con letras…