Autorretrato
Desde hace días llueve torrencialmente en Bogotá, esta noche no es diferente; el sonido de los árboles que se mecen con el viento y con la lluvia me sacan del silencio, camino hacia la ventana para mirarlos, pero la oscuridad de la calle y la poca luz del salón hacen que lo que tenga frente a mí sea mi reflejo, el reflejo de una mujer menuda, de pelo rizado, piel canela y sonrisa amplia, que ama los espacios tranquilos y soleados. Una yo capaz de estar consigo misma y poder disfrutar de hacer una caminata o de ir al cine, o incluso de salir a comer sin lamentarse de no estar con alguien.
Conscientemente, a veces, e inconscientemente, otras, he trabajado conmigo misma para estar bien, para proveerme yo misma, sólo yo, de sosiego y felicidad. Soy autosuficiente, sí, no obstante, como todo ser humano preciso de la proximidad del otro, de su calidez, de su risa, sólo que la tarea del sentido de mi vida me la he adjudicado a mí misma, esa es una responsabilidad sólo mía, no de un tercero.
Todavía soy de esos seres que cree en el ser humano, que confía en el otro y que piensa que es posible trabajar por propiciar cambios en mi país, y por eso enseño en un colegio; ¿qué enseño? a dudar, a preguntarse, a pensar.