Querida Paula:
Hace tres días prometí escribirte pronto y apenas acabo de conseguir unos minutos libres para ponerme manos a la obra. Disculpa mi retraso.
No es muy elegante hacerlo, pero debo empezar por hablarte de mí misma. Es preciso que sepas quién soy.
Si me vieras en un wagon de metro, mi silueta no llamaría tu atención. Paso inadvertida y me pierdo entre el montón. No soy ni gorda ni flaca, ni baja ni alta. Aunque no soy fea, tampoco destaco por mi belleza.
A grandes rasgos y para que te hagas una idea de mi aspecto, diré que mi cabello es castaño y largo, ondulado sin necesidad de pasar por la peluquería. Las primeras canas aparecen a veces cuando la luz incide en un ángulo poco favorecedor. Mis ojos verdes son miopes y eso me da un aire despistado. Tengo un muy ligero sobrepeso, pero nada preocupante. Me gustan mis curvas. Basta verme a contraluz para que se sepa sin lugar a dudas que soy mujer. Hace tiempo que pasé de los cuarenta y no pretendo ocultarlo. Suelo llevar vaqueros ajustados y calzado plano, en aras de la comodidad.
Por ahora nada más.
Seguiremos en contacto.