Personaje
…poco a poco comenzó a despertarse. La cena se había quedado fría, la radio seguía encendida y los murmullos provenientes del comedor ya habían cesado, por fin sólo pensó.
Les había dado una última oportunidad para intentar comprenderlos, o quizás para poder apreciarlos, porque ni siquiera podía decir que alguna vez los había querido.
Durante toda su vida le habían fallado tantas veces que tampoco podía tener sentimientos buenos u honestos hacia ellos.
Miró a su alrededor, la noche ya había caido hacía horas y permaneció en silencio, arropado por la soledad de su estudio sin entender muy bien cual sería el siguiente paso.
Se levantó, rodeó la mesa y se acercó a la ventana. La ciudad permanecia en silencio, interrumpido solamente por los balbuceos de algún borracho de camino a casa… a casa… hacía mucho tiempo que él ya no tenia casa, no recordaba el hogar, la calidez, la armonía, ni la felicidad… y entonces, allí observando a esos pobres desafortunados, comprendió que no era muy diferente a ellos. Se refugiaba en el alcohol porque no era capaz de enfrentar la cruda realidad, desde la muerte de su esposa, la depresión que lo azotaba cada día con más fuerza se estaba apoderando de él y no sabía si quería remediarlo.
Aquella noche había sido la prueba, la última oportunidad para plantearse si merecia la pena seguir adelante o quitarse del medio definitivamente.
Bajó la vista al suelo, y a los pies del sofá, vió el correo, no recordaba cuando fué el último día que lo recogió.
Se sirvió un coñac, se acomodó en el silón y comenzó a repasarlo. Facturas, embargos, propaganda electoral -es cierto, se acercaban las elecciones-, folletos publicitarios, y dos cartas sin remitentes. Encendió un cigarrillo y tiró todas las cartas excepto estas dos últimas. La primera era de su prima Verónica, la cual le instaba a seguir adelante en estos momentos tan duros y le invitaba a pasar unos días en su casa – interesada como siempre, pensó-. La segunda era de su amigo Alberto, una invitación de boda – estupendo, me alegro por él- tiró las dos últimas cartas y se levantó, apuró su coñac y el cigarrillo, abrió el bote de antidepresivos y lo vació en su garganta…