autorretrato
Nací durante la luna de agosto y de mi infancia ni hablo. Supongo que mis amigos os dirían que soy rara, aunque en el fondo sé que les encantaría ser así, como yo, diferente, cabezota y con este carácter que me permite cambiar de vía de tren y de estación, dejando atrás las penas e inventando mundos en los que viajo a Japón, me subo a un globo aerostático y compruebo sentada en el banco de un parque que caen las hojas un año más, que la gente ha dejado de pensar en los demás y de que me he equivocado de mundo. Eso lo invento mientras no llevo agujas y jeringuillas entre las manos, los ratos en los que no descubro que el colesterol está por las nubes o que el virus de la gripe A se pasea por el interior del señor del quinto. No digo que me falte tiempo, lo saco de debajo de las piedras, sobre todo para mis perros. Ello son sagrados en mi vida, jamás tienen una palabra a destiempo, dan cariño sin esperar nada a cambio, lo que me hace pensar que cuándo muera, quiero reencarnarme en uno de ellos.