Creación de personaje
Escuchaba con sumo interés tocar el piano a su alumno predilecto y corregía algunos errores de interpretación con obsesión e insistencia, en especial volvía a marcar el tempo en los trinos que más tensión daban a la pieza.
Octavio miraba las teclas, miraba a su profesora una y otra vez buscando encontrar el significado de cada nota, pero se ponía tenso y nervioso al notar la impaciencia en ella.
—Octavio, dejemos aquí. Vuelve a repasar las escalas diatónicas y recuerda lo que recién remarqué en esta partitura. Falta presión, falta que tome fuerza… ¿me entiendes? —terminó preguntando Emilia.
—He seguido la partitura tal como está escrita… si me diera la fuente de la misma y así poder escuchar alguna interpretación correcta —respondió Octavio algo desalentado.
—No creo que exista grabación alguna, de muy chica la escuché e intenté interpretarla…, en fin, será que debe tener algo especial para mí.
El alumno la observó escudriñando sus ojos, indagando en su mirada triste y nostálgica, tomó sus cosas con sumo cuidado para no romper el sabor a pasado que envolvía la sala y se despidió con sigilo.
Emilia se sentó sobre el piano, quizás el objeto más preciado que heredó de su madre.
Posó sus manos en el teclado pero el portaretrato que tenía frente a sí impidió que los martillos golpearan las cuerdas. Veía a sus padres, a sus pequeñas hermanas y el reflejo de esperanza que esbosaban sus sonrisas al explorar un nuevo mundo. «La vida nos abre paso a lugares insospechados, nos puede mostrar el terror y el amor mezclados en una misma sinfonía», musitó Emilia para sí.
Llegada la navidad Emilia envió una carta a su alumno Octavio donde adjuntaba una copia de la partitura. Una nota acompañaba a la misma: «Luego de muchos años desiertos de todo, de ideas, de esperanza, mi madre compuso lo que aquel dia intenté que tú tocaras. Lo has hecho a la perfección; la tensión, la desolación y la destrucción que representaba han desaparecido en tus manos.