Autorretrato
Con este autorretrato, me presento. Mi nombre: María Casilda.
No es fácil hablar o escribir de sí mismo.
Nací en el año 1952, en una ciudad del interior de Uruguay. ? En Paso de los Toros. Mi primera infancia, ? la que ha dejado en mí la mejor marca, la pasé en San Gregorio de Polanco, también en el Departamento de Tacuarembó. Esta ciudad, tiene la característica de ser «una península» dentro del lago de la represa del Rincón del Bonete, en el río Negro. Quizás esto es lo que ha hecho que sea en mi vida, tan importante la presencia del agua, el río, la playa. No imagino unas vacaciones, sin un río cerca.
Crecí en una familia numerosa; soy la tercera de siete hermanos. Como toda familia del interior, aprendimos a vivir del esfuerzo y en comunidad y armonía. En la casa se producía todo lo que se consumía, desde la comida, hasta la ropa que vestíamos, así como el propio equipamiento de la casa. Absolutamente todo se hacía allí. Cosíamos, tejíamos, diseñábamos. Desde un vestido, hasta los muebles. Mi padre, ladrillero, era también, arquitecto, ingeniero, zapatero, carpintero, dibujante, maestro y lo que hiciera falta. Construyó con sus manos desde el primer ladrillo hasta las ventanas y puertas de la casa en que crecimos.
Teníamos una quinta que nos proveía de todo, también, unos gallineros de donde tomábamos la carne, los huevos y los primeros conocimientos de «la vida». En el gallinero vimos cómo ponía el huevo la gallina, luego cómo lo empollaba y más tarde, cómo nacían los pollitos.
Esta infancia, simple y tan rica en vivencias, ha formado en mí, un sentimiento de pertenencia a la tierra, el agua, la vida. Ha hecho que comprenda con naturalidad, que soy tan solo una hoja más en este gran árbol. Pero que no por ello, es menos importante mi existencia, ya que mi papel es completar este follaje.
Aprendí mis primeras letras, en la casa, con mis padres, escribiendo mis primeros garabatos en hojas de papel de astrasa, con renglones trazados a mano. Mi padre me enseñó a dibujar con un palito en el suelo de tierra del patio. Con barro, modeló para mí un caballito y me enseñó a hacerlo, amasando el barro, a no temer ensuciarme las manos, a jugar con la tierra.
Crecimos sin televisión, sin heladera, sin radio, sin computación, sin internet. Por esto aprendimos a entretenernos conversando, dibujando, leyendo mucho. A la noche nos juntábamos, luego de hacer nuestras tareas escolares o liceales y competíamos para ver quién hacía el mejor dibujo, o quién dibujaba la cara más fea, incluso, quién hacía ante el espejo, el gesto o la mueca más divertida.
Creo que estas cosas son las que han hecho que prefiera el diálogo, la tranquilidad del hogar, que ame las manualidades, el trabajo, el esfuerzo y valore ampliamente, todo lo que la naturaleza nos da. Me interesa aprender siempre más. Me gusta leer, escribir, oír música y ahora, este medio fascinante de internet.
Creo que mi generación es realmente privilegiada. Perteneciendo a una época en nuestro país, donde no teníamos acceso al agua corriente, la electricidad, tantas otras ventajas del urbanismo, fuimos avanzando socialmente y accediendo a toda la nueva tecnología. Al teléfono, la televisión, el cable, la computación, el internet, la telefonía móvil.
Para los niños que nacen en esta época, eso es algo totalmente accesible. Pero nosotros crecimos sin esos elementos y fuimos accediendo y aprendiendo ya de grandes, su manejo.
Hemos tenido la oportunidad de conocer las máquinas de escribir mecánicas, el mimeógrafo, el papel carbónico, luego las máquinas de escribir eléctricas, después, las electrónicas y por último las computadoras.
Recién ahora, internet, trabajar en red. Una maravilla. Pienso que es realmente un privilegio, venir de la época del mimeógrafo al escaner, de la escritura manual, a la máquina de escribir, a la pc, el celular, el internet. De ir a clase presencial, ? a los cursos on line.
Doy gracias a la vida que me ha tocado.