Bibliotecaria

Filed under: Creatividad - Primer ejercicio — ivalopano at 11:20 pm on jueves, noviembre 5, 2009

La mañana es gris, con presagio de lluvia.

Camina en silencio por la biblioteca ordenando libros. Parece que hoy todos corresponden a los anaqueles más alejados. ¡Uf! Ya no quiere subir y bajar continuamente. No obstante, esos estantes colmados de historias, tienen un encanto especial. Le traen invariablemente, el recuerdo de su abuelo Pedro, quien era experto geólogo.

En cada oportunidad que tenía le mostraba alguna roca, le explicaba su origen, la razón del aspecto que presentaba; si era volcánica, su relato trataba de volcanes y sismos; sobre las eras geológicas y esas cosas.

A veces, se trataba de una fruta petrificada. Esto daba lugar a una interesante charla sobre la petrificación. Sus historias encerraban miles de años. Cada tema traía algo nuevo que se quedaba en ella para siempre.

Fue quien le regaló su primer libro de cuentos. Quien a través de fábulas y leyendas fue inculcándole el gusto por la lectura

Sentado junto a la lámpara cuya pantalla trabajada al crochet, era motivo de orgullo para su abuela, leía lento y gesticulando, animando cada personaje. Esto, unido a las hermosas imágenes coloridas, hacía de cualquier historia, por simple que fuera, una verdadera joya, inolvidable en su imaginación.

Cuando llegaban las elecciones, los mayores acudían a los distintos centros electorales. Ese día era maravilloso. Se quedaba sola en la casa, disfrutaba del silencio. Entonces, subida en la escalera, buscaba un libro en los anaqueles más altos, al azar. Todos eran hermosos.

Las votaciones eran una excelente excusa para reunir a la familia. La casa se llenaba de ruidos, música, conversaciones y risas; la vajilla en la cocina era más brillante. Cuando todos regresaban muy animados y ruidosos, ella se retiraba. Sentada en el columpio, en el patio, soñaba con las vacaciones.

Prefería ir a la granja de los abuelos. Allí había un gran corral. La abuela Elena, le contaba sobre los habitantes del gallinero. «Esa gallina de plumaje negro, se llama Negrita, aquella, la que tiene un copete, se llama Coqueta, la otra, la que tiene las patas emplumadas, se llama Doña Coca.» De esta manera, cada integrante del corral, tenía su «personalidad», un toque especial, una cercanía diferente, estaban «humanizados».

El golpe de la puerta que se cierra bruscamente, la trae a la realidad. Se ha desatado la tormenta y el viento arrecia. Baja de la escalera. Rápidamente, pasa el cerrojo en las ventanas. Afuera llueve copiosamente.

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