La verdad
El lápiz de la verdad yacía sobre la mesa deseoso de una mano que lo sostuviese. El libro a su lado, laxo y dormido –había nacido como cuaderno, pero a fuerza de ser ocupado alcanzó la máxima categoría de libro- parecía sin vida.
La habitación permanecía en absoluto silencio, y sólo una pequeña lámpara luchaba contra las sombras.
El lápiz ansiaba una mano, izquierda o derecha, no importaba demasiado, aunque prefería la izquierda por su leve inclinación hacia ese ángulo del planeta, pero su misión se veía truncada sin ella. Llamó al libro, pero éste no acusó oírlo.
-? ? ? ¿Que te pasa? ¿acaso ya no tienes páginas para mi?. ¿ya estás pleno, satisfecho?
Lo gritó con tal fuerza que al pobre cuaderno no le quedó más remedio…
-? ? ? ? ? ? ? ? ? Siempre habrá un espacio para ti, amigo, ¿pero es que no se puede dormir un poco?
-? ? ? ? ? ? ? ? ? Estoy ansioso…
-? ? ? ? ? ? ? ? ? Claro, si no se nota hombre…
-? ? ? ? ? ? ? ? ? Sabes que no puedo hacer otra cosa que dibujar la verdad y tu has sido un maravilloso lugar donde hacerlo, pero desde que el fulano se ha cansado….
-? ? ? ? ? ? ? ? ? Pero si me mostró hasta el agotamiento y nadie más quiere verme…
-? ? ? ? ? ? ? ? ? Ábrete y veremos…
El cuaderno-libro hizo un ingente esfuerzo para levantar la tapa de roca y quedar expuesto en una página aún en blanco.
El lápiz no podía en sí de alegría. -Le vamos a dar una lección al gordito, ya va a ver-decía.
Se balanceó sobre su punta como en un columpio, hasta lograr el equilibrio necesario.
Monto al cuaderno y comenzó a moverse como un verdadero experto sobre el papel.
-Espera un poco, pidió el cuaderno, me duele tanto trazo fuerte. Además quisiera saber que dibujas.
-La verdad de nuestro dueño: una gallina. El creía que sería admirado, querido, por dibujar la verdad, y cuando no fue así renunció, nos condenó al ostracismo, a la oscuridad. ¿quién quiere saber la verdad? A nadie le gusta la verdad. Pero alguien debe mostrarla, decirla… y si él anda llorando por los rincones, nuestro deber es mostrarle quienes somos. Nó meros instrumentos de su mano, somos servidores de un creador superior. Y él? corococo, corococo; no es más que una gallina temerosa por no ser querida y aplaudida…. No merece el don…
– Bueno, bueno, que somos de la familia, a mi no me escribas en ese tono…
-Está bien, si no quieres una gallina, llevémoslo a votaciones.
-Pero si somos dos…
Se abrió la puerta del cuarto e hicieron silencio, salvo por el lápiz que golpeó con toda su humanidad? la mesa al caer.
El joven se les acercó y no podía dar crédito a sus ojos: media gallina lo observaba desde el cuaderno batiendo un ala y unas letras sueltas:? CO? A? D E… ? ?
Sacudió la cabeza,? frunció el ceño y ? le nació una punzada de dolor desde lo más hondo, porque no podía ignorar, que fuere lo que fuese, era la VERDAD.