Puntos de vista
Puntos de vista
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Nevó durante toda la tarde. Por fin paró un poco y salí a la calle. Pero no había forma de caminar sin dejar huellas. Me encontrarías. Entonces llegó ella, con su flamante coche rojo y oliendo a puta barata. Entró en tu casa por la puerta principal y yo aproveché las rodadas de su coche para alejarme. Puse cuidado en tapar la nariz con un pañuelo para que no cayeran las gotas de sangre sobre la nieve.
Tal vez me había sobrepasado; por eso el miedo y los deseos de no regresar.
Supe desde siempre que aquello tendría un final. Que el ocupar tu cama sin límites y sin horarios no iba a ser duradero. Y sin embargo me atreví.
Me atreví a cruzar tus vallas y a desafiarte luego, sabiendo que te rendirías a mi poder de seducción.
Me animé a dejar el calor de mi cuerpo entre tus sábanas aún después de una? noche de silencios.
Arriesgué en ocasiones hasta mi vida, tratando de cubrirte por tus bravuconadas.
Esa tarde trataba de huir de tus enojos; en la premura me lesioné y recurrí como pude al pañuelo que habías dejado sobre la silla, evitando dejar rastros. Observé desde las sombras tu noche compartida, no pudiendo impedir cierta congoja. Los días de la ausencia se me hicieron eternos y por eso celebro este reencuentro.
Y aquí estoy de nuevo. Entibiada por tu cobertor de pana, mirando a través de los cristales la nieve que no cesa de caer. El fuego del hogar crea en el cuarto un clima irrepetible y yo admiro tu sombra mientras te despojas de la ropa y te me acercas.
Me tomas del pelo y echas atrás mi cabeza en un movimiento que sabes me distiende. Tus manos me acarician y yo me entrego con la fantasía de quedarme para siempre.
Por eso volví. Porque a pesar del olor a puta barata y? de tus sábanas ajadas, algo me dice que he ganado tu confianza y que no has de suplantarme; que no tendré que huir como en la tarde aquella; que continúo siendo, a pesar de todo, tu mascota predilecta.