Como pez fuera del agua
Nevó durante toda la tarde. Por fin paró un poco y salí a la calle. Pero no había forma de caminar sin dejar huellas. Me encontrarías. Entonces llegó ella, con su flamante coche rojo y oliendo a puta barata. Entró en tu casa por la puerta principal y yo aproveché las rodadas de su coche para alejarme. Puse cuidado en tapar la nariz con un pañuelo para que no cayeran las gotas de sangre sobre la nieve. Despacio pero con agilidad sobre la vieja Harley, fui alejándome de ese horrible lugar donde ya nunca nada sería igual. Tú, flotando boca arriba en la piscina, habías encontrado el lugar tan añorado, tu propio cielo azul, que de fondo enmarcaba ese cuero negro similar a un pellejo hinchado en que te habías convertido. Yo, aunque sangrando aún, conseguía escapar por el foro, como lo que siempre fui, una insignificante y anodina comparsa. El juego que entre la vida y la muerte, que habías ideado desde que nos conocimos, se volvía en tu contra. Las cadenas de tus malditas mentiras, eran ahora mi salvación, nadie creería que el que allí boca abajo, flotaba como un corcho hinchado y pestoso fantasma de si mismo, eras tú y no yo. Todos creerían que era el miserable gusano que habías llamado para hacer de partner en la charada, no era otro, que yo mismo sin serlo, un muerto más vivo que nunca. Por fin encontraría la manera de escapar a ese destino que tú inventaste para ser, el único personaje importante. Una risa amarga me subió hasta la boca, ahora las cadenas que fueron mi prisión, eran ya tu mortaja. Yo, el impostar, con tu misma cara, con la nariz casi rota, pero vivo y coleando. Reclamaría mi destino, el tuyo, ayer inventado, para tener tu poder, para gastar hasta el último dólar que robaras a otros desdichados, que tuvieron la desgracia de tropezarse contigo, de tantos que sirvieron por no tener a donde ir, de comparsas de tus muchas charadas. El inventor de mentiras que cada año estrenabas, como el que estrena un traje: Vida nueva, casa adosada con piscina y descapotable, otra nueva furcia se adueñaba de tu cama, mientras el partener de turno, era el que recibía a duras penas unas migajas, a cambio de jugarse la vida, por tu cara, siendo una copia de ti mismo, sin ser nada. Pero hoy la suerte, te volvió la espalda. Eres tú, la víctima, nadie reconoce tu mirada en mi mirada, ahora yo salgo a escena y tú a flotar como un trozo de corcho hinchado. Tú el mejor pez del acuario de Villa Miranda, tú, que ni nadas, nada de nada y yo salgo por piernas con la cartera bien repleta, con tu propia cara.
Seré quien invente historias, que otros hagan de comparsa, de desgraciados de turno. Cojo la revancha y te invento bien muerto sobre un cielo enlosado de aguas mansas, de esa piscina azul que tanto te gustaba, es ahora el acuario donde descansas. Mañana tal vez en las noticias de las cuatro dirán como aquel que no dice nada: “La señorita G H al llegar a las veinte treinta a la casa del famoso Humberto Mendoza, éste se hallaba ausente de la villa, encontró a un infeliz, uno que despistado cruzo a nado la piscina de Villa Miranda, pensando que era una charca y se quedo tieso igual que una mojama” y yo seré quién me reiré a tus espaldas. Fingiré ser un cretino con voz de ginebra de marca; con ojos de bolsas sin sueño, con la oronda papada, embutido en Armani, con un habano colgando descuidado de la comisura de mi boca, al iniciar la charada: “ Pobre desgraciado cruzo el mar y se quedo sin agua”