Enferma de deseo

Filed under: Creatividad - Segundo ejercicio — Carminacd at 4:45 pm on viernes, noviembre 13, 2009

Nevó durante toda la tarde. Por fin paró un poco y salí a la calle. Pero no había forma de caminar sin dejar huellas. Me encontrarías. Entonces llegó ella, con su flamante coche rojo y oliendo a puta barata. Entró en tu casa por la puerta principal y yo aproveché las rodadas de su coche para alejarme. Puse cuidado en tapar la nariz con un pañuelo para que no cayeran las gotas de sangre sobre la nieve.

Pero no olvidaría la paliza durante meses y quizá también todo ese tiempo me quedarían los moretones violáceos alrededor de los ojos para que cada vez que me mirara en el espejo pensara en ti y en tu fuerza bruta, en tu excitante fuerza bruta. En tus músculos de titanio, en tu altura, tu cabello rubio, tu lujuria.

No quise dejar huella en tu calle ni en tu vida, borraría mis pasos desapareciendo; no sabía en ese momento cuál fuera el lugar más lejano del planeta, pero hacia allí me dirigiría. Creí que mi nariz no necesitaba cura, pero aunque la necesitara se debía sanar sola porque ni loca ni rematada me acercaba a ningún hospital que yo no sé mentir y apenas me hicieran alguna pregunta sospechosa hubiera dicho toda la verdad.

Para qué llamaste a la puta de tu madre no lo sé. La única que necesitaba consolación era yo en ese caso. Por lo menos las huellas que dejó con el auto me sirvieron para ocultar las mías.

Hasta me atropellaron las ganas de volver, entrar sin ser notada y romperte el cráneo con el perchero de bronce que has parado junto a la puerta trasera, todo frente a los ojos de tu madre que gritaría como la loca puta que es. Si te mato dejo de sufrir. Cuando no existas este deseo enfermizo morirá contigo.

1 comentario »

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Comment por NADDIA

18 noviembre 2009 @ 10:04 pm

Por fin llego a tu ejercicio. Iba por orden y aunque me propuse poner algo en todos, algunos tengo que releerlos. Me gusta tu relato, breve y sugerente. La pena es que la chica no le rompiera el cráneo con el perchero de bronce al malvado…

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