Mis lágrimas son tuyas

Filed under: Creatividad - Segundo ejercicio — albino at 1:09 am on sábado, noviembre 14, 2009

Nevó durante toda la tarde. Por fin paró un poco y salí a la calle. Pero no había forma de caminar sin dejar huellas. Me encontrarías. Entonces llegó ella, con su flamante coche rojo y oliendo a puta barata. Entró en tu casa por la puerta principal y yo aproveché las rodadas de su coche para alejarme. Puse cuidado en tapar la nariz con un pañuelo para que no cayeran las gotas de sangre sobre la nieve. El dolor que sentía en la cara todavía era intenso y llegaba hasta el interior de las cuencas, por eso mis ojos lloraban, por el golpe y por angustia.
El viento granizado paró la leve hemorragia de mis fosas nasales y seguí trastabillando por la nieve despareja y blanda. Cada paso era más lento y pesado, sentí desolación como nunca antes y no sabía que hacer. Dudé una y otra vez, giré mirando hacia atrás y me di cuenta que había caminado en vano…
Mis pasos estaban perfectamente marcados entre las huellas de esas cubiertas, las que había dejado esa mujer despreciable con el auto que le regalaste.

Volví a pensar en mamá y no me reconocí a mi misma; regresé enfurecida, con ansias de pegarle, romperla a pedazos y escupirle la cara hasta el cansancio y que mi saliva se transformara en ácido. A ti también…
Y así retorné sin importar nada, llena de amargura encubierta por rabia desatada y me apoyé de espaldas en el cupé. Estaba contra la puerta del conductor y me fui deslizando vencida hasta tocar el asfalto nevado con mis manos y mi trasero, a pleno llanto.
Hubiera querido morir y no pude, quería encontrarme con ella y contarle cuanto la necesitaba, tampoco pude.

Sobre mis palmas apoyé mi cara y no sé cuanto tiempo estuve así, acurrucada, inmóvil, segundos…, quizás años.
Subí mi mano para tomar la manija y ayudarme a levantar, se abrió la puerta que estaba sin traba, y no dudé, me introduje dentro abatida por el cansancio y el frío que sentía hasta en las uñas.
Pude acomodarme en la butaca y miré completamente turbada hacia el ventanal del living donde se podían ver los leños ardientes del hogar que se trasparentaban a través del cortinado.
Sabía que la sombra que veía deambular por dentro sería la de ella, suelta de ropa, ordinaria, ajena…
Bajé los ojos imaginándote con esa mujer, traicionándonos a ambas, en cuerpo y alma y sentí que la desilusión me carcomía.

Al levantar mi vista, y de casualidad, me percaté que estaban las llaves puestas en el tablero, observé la calle en dirección a la ciudad esperando no ver nada ni a nadie y menos a ti.
Apenas si sé conducir pensé, pero no me importó y puse en marcha el motor saliendo lo más rápido que pude en dirección opuesta, así como estaba aparcado el auto, hacia las afueras de la ciudad. Noté que el cortinado se corrió, pero no quise volverme y seguí concentrada en mantenerme sobre la calzada.
Me temblaban los brazos y tenía dos cascotes en lugar de pies, casi no los sentía, el agua que se fue filtrando por mi calzado terminó por entumecerlos. Sólo llevaba puesto unos calcetines de lana y zapatillas deportivas.
El auto derrapaba cada vez que pisaba el acelerador más de lo debido, hasta que llegué a la ruta y fui tranquilizándome mientras la tarde se esfumaba entre los pinos nevados.
La nieve parecía mas firme, pero no dejaba de agarrar el volante con fuerza e insistía en mantener mi vista centrada hacia adelante, sabía que transitaba lento, pero nunca había manejado con nieve.

La noche se adueñaba de todo y seguí persiguiendo la ruta a oscuras, como una fugitiva. Intenté cortar con la monotonía y con el temor que imbuía la oscuridad poniendo música. Sabes bien que eso me lleva y nos pasábamos horas en la vieja casa escuchando, ¿te acuerdas?

Pensaba que esa ramera mal oliente, junto contigo ya estarían gritando como locos al ver lo que dejé en vuestro dormitorio.
Ya lo debes saber, igual te digo: Cogí algunos vinos de la bodega, tomando la precaución de elegir los más costosos, y saqué toda la ropa de ella y la tuya del ropero. La tiré al piso y derramé cada botella sobre esta, me senté sobre la cama y sin darme cuenta fui bebiendo un poco, meditando sobre la muerte de mamá… tan pocos días pasaron desde que ocurrió; estaba muy enferma y no importó, tenías oculto el reemplazo. ¿Hace cuánto?
Me puse de pie bastante mareada, tropecé con unos zapatos de taco que había por allí tirados y me di de lleno contra la cómoda. Pensé que me había partido la cara en dos.
Fui al baño como pude, me lavé repetidamente y llena de rabia volví para orinarles la cama.
Luego sentada en el sofá cubrí mi nariz con un pañuelo mirando como se consumían en el fuego esos zapatos, esperando que el odio cesara. Esperando…
Cuando sentí el ruido del automóvil que se aproximaba pensé que eras tú y me agazapé como un felino, detrás de la puerta lateral, la que da hacia el parque…

Todavía sonaba Björk inundando el habitáculo y recordaba el momento en que entré a casa y estabas con ella tirado sobre la alfombra donde pocos días antes mamá había muerto. ¡Que asco!
Las luces, formando dos perfectos conos, me mostraban el camino como abduciéndome en mis pensamientos hasta que repentinamente vi un venado. ¡No sé que era!, una cabra y clavé los frenos, viré sin sentido con las cuatro ruedas deslizándose sin control directo hacia la banquina y terminé en un zanjón volcada. Recuerdo patente cuando pegué la cabeza contra el techo en el momento en que el auto se tumbaba y luego no mucho más.
Sentí un dolor fuerte y desmayé.
No me digas, no me interesa saber cómo llegué aquí. En definitiva es tu culpa.
Recuerdo verme por el espejo retrovisor, como una mancha, una lágrima negra.

—¿Cómo me veo ahora?
—… los médicos dicen que pronto podrás volver a casa —le dijo padre.

3 Comments »

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Comment por Tamara

18 noviembre 2009 @ 6:43 pm

Que buen relato, tiene ritmo y un final muy triste, de desesperanza.

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Comment por NADDIA

18 noviembre 2009 @ 10:19 pm

No había leído tu relato hasta hoy, sin embargo, tiene personajes parecidos al mío: una hija, un padre y una intrusa. Me ha gustado.

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Comment por carla

19 noviembre 2009 @ 12:43 am

Enhorabuena, Albino. Tu historia me ha gustado mucho. Lo de la música de Björk me ha parecido genial. A mí encanta impregnar de música lo que escribo. Aprecio además, como ya ha comentado Tamara, el ritmo en tu acción. Gracias por tu relato.

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