EL MEQUETREFE
En realidad me pareció
demasiado, pero no reparé de inmediato en la actitud de aquel vecino irascible.
Llegó a mi casa, agredió la puerta de entrada, miré por la ventana y parecía que
el hombre me hubiera hecho una seña: “vení rápido, atendeme”. Por supuesto yo
me acerqué y sus gritos comenzaron a salir de su boca de una manera demencial.
–
¡Tu perro, esa porquería que tenés en el fondo, se metió por un agujero de
la ligustrina en mi casa y destrozó la pierna de mi Bichon Frise, es un
atrevido, una rata que salió de la calle, es una porquería!
Yo me quedé tan
sorprendido que le pregunté si estaba hablando de mi perro o del suyo. Me
confundí pues me recalcó que era una rata y que era una porquería. Creí que
estaba hablando de ese proyecto de perro inconcluso, que se atrevió a asomarse
a un agujero descubierto entre la ligustrina y el alambre que rodea esa parte
del terreno. Por supuesto que mi perra, que es una señorita, cuida su lugar y es
seguro que atacó por ese espacio al que sólo el perrito del vecino puede
acceder por su tamaño insignificante.
–
¡Tenés que tratar de hacer algo con ese perro infeliz que tenés!. Por
supuesto siempre con tono autoritario.
Mi señora y yo
atendíamos a este señor en la puerta de entrada a mi domicilio. Nos quedamos
estupefactos y no sabíamos como manejar la situación. No advertimos que estaba
gritando en nuestra propia casa, con unas ínfulas que hasta sus dientes
postizos se salían de lugar, casi se le caen. Las cejas se juntaban en el
centro de su entrecejo, muy enojado estaba el hombre.
–
Perdón le contesté, realmente no sé que decirte; con toda educación y
hablándole despacito para no irritarlo más. Todavía no advertía yo, la
insolencia del hombre y entonces atiné a contestarle:
–
No sé cómo disculparme, reitero mis excusas, trataré de razonar con mi
perrita, pues es tan inteligente que de seguro entenderá que no debe actuar de
semejante manera.
–
Me estás “cargando”
–
No entiendo por qué lo decís
–
porque estás afirmando que vas a conversar con tu perra inmunda
Bueno, le repliqué que
tampoco se podía razonar con él y era un ser humano, y nunca lo trataría de
inmundo. Con lo cual se fue, no sin antes acomodarse el bigote que se le paraba
en su lado derecho. Estaba tan loco que no podía hilar palabras.
Mi señora no podía
controlar la risa por mis respuestas. Casi siempre el irascible soy yo y es
probable que si me hubiera tocado discutir en otro momento el pobre hombre se
hubiera ido con un palo de beisbol atravesado en la cabeza o metido en otro
sitio; digo, fui todo un señorito inglés al abordar la situación con esa actitud tan pasiva que sorprendió a mi
señora. Yo soy un loco de la guerra en estas situaciones, pero me tomó
desprevenido. Bueno, lo cierto es que el hombre se fue farfullando palabras
inconexas que sólo expresaban la bronca ciega que tenía.
Marga, mi señora, me
preguntó sorprendida cómo había conseguido dominarme y comencé a pensar
seriamente si no fue una actitud de cobardía, me llamaba la atención tanta parsimonia
en mi accionar.
A mis hijos les dio
mucha bronca pues procedí en forma tan pasiva. Es seguro que ellos querían
guerra, pero creo que estuvo bien. Hoy mis modos son bastante pacíficos en
cuestiones como esta. ¿Será la edad presumo?
Al rato la conversación
siguió en el fondo; mi señora y yo fuimos a ver el agujerito que ocasionó el
drama y allí apareció el vecino diciendo:
–
Bueno si no hacés nada con el perro lo
voy a envenenar, entonces le contesté:
–
Bueno, después enveneno yo a tu perro y luego al otro y así hasta
terminar con las dos familias, podemos seguir con todos los vecinos si es tu deseo.
Siempre había un tono de burla de mi parte que lo ponía neurótico.
Al entrar al comedor mi
señora me convidó un mate, una yerba realmente exquisita y de repente:
–
Chss, apunta mi esposa. Escuchá, todavía está protestando el vecino.
¡Abrí la ventana para
oír lo qué decía!. Al hacerlo, una sarta
de guarangadas seguía arengando el vecino, estaba sacado por completo.
–
¡Este tarado encima viene burlarse de mi diciendo que iba a razonar con
su perra
Su esposa agrega:
–
No querido aclaró que si bien no podía hacerlo con la perra, tampoco lo
podía lograr con vos.
–
¡Callate la boca vos!, ¡Le voy a cortar las bolas, pedazo de pelandrún!
Yo agradecía que mi
pobre perrita fuera una señorita. Bueno, creo que se refería a ella, aunque…
Aprovechando la ventana
abierta largué una carcajada bien fuerte como para que la oyera y enseguida
exclamé:
–
¡Pobre gil, que se pegue bien la dentadura que le baila antes de enojarse,
no vaya a ser que se le caiga y luego tenga incluso que comprarse una nueva!
Por supuesto este comentario fue a grito vivo y con su correspondiente ¡Ja!
¡Ja! ¡Ja!
Sentí de repente un ventanazo
y para colmo, se le rompieron los vidrios, se ve que mi mensaje había llegado
con claridad.
Al tiempo me llama por
teléfono y yo lo atendí con cortesía
–
Sííííííi, ¿con quién tengo el gusto de hablar? – sabía que era él pues
tengo identificador de llamada.
Mi señora le había
cortado las ramas del ficus que caían a mi terreno y no permitía que el pasto
creciera en forma tupida y la poda fue muy desprolija, era seguro que me iba a
llamar por el teléfono. Ya le había dicho yo con tiempo que quitara esas ramas
de mi jardín, pero como no lo hizo, al diablo con el ficus quedó monstruoso.
–
¿Podemos charlar un momento en la vereda?, agregó
–
Sí con gusto y salí
–
Me pidió disculpas de mil maneras posibles, en realidad me había
convencido de su arrepentimiento pero al rato comenzó a protestar por el ficus ¿Te
diste cuenta como hizo podar tu señora el árbol, se ha arruinado completamente?
de manera que advertí que las disculpas no eran sinceras. Entonces le recalqué
que no lo disculpaba y que prefería que no hubiera trato alguno de ahora en más
entre las dos familias. Todo tipo de contacto a partir de este momento sería a
través de carta documento. Se retiró con una bronca que expresaba en gestos,
cada vez que se producía un encuentro casual con nosotros.
Allí no terminó la
situación, hubo otros acontecimientos, pero eso es para otra oportunidad
CARLOS A. BADARACCO
10/9/12
(DERECHOS RESERVADOS).